Fernando Mires 25 de junio de 2013
Poco después de haber dado a conocer
en POLIS un artículo en el que intentaba analizar los estallidos sociales
ocurridos en Turquía y Brasil, recibí un e-mail de una gentil lectora
preguntando mi opinión acerca de por qué en Caracas no ha ocurrido algo
parecido ¿No será que a los venezolanos nos faltan ganas? agregaba, incitándome
a una rápida respuesta.
Tentado estuve de responder que por lo
general mantengo una línea; y es la de nunca referirme a hechos cuando no han
ocurrido, limitándome a enfocar lo que aparece sobre la superficie pues ese es
el lugar de la política -lo que la diferencia de la filosofía y el arte, cuyos
lugares suelen ser insondables-. No obstante, la pregunta de mi lectora no deja
de ser interesante. Y además, muy lógica. Es por eso que en contra de mis
convenciones, hice una excepción y decidí responder.
¿Por qué en Venezuela, después de
catorce años de corrupción, nepotismo, despotismo, militarismo, abusos, y pare
usted de contar, no surge una manifestación social parecida a las que tiene
lugar en las grandes ciudades turcas y brasileñas?
Un teórico chavista -suponiendo que en
el chavismo exista algún teórico- podría responder aduciendo que esa es precisamente
una prueba de que en la población hay conformidad con la gestión de gobierno.
Alguno más fanático agregará que el gobierno es del pueblo y el pueblo no
protesta en contra del pueblo. Afirmaciones que se contrarrestan con el hecho
de que Venezuela es el país donde, de acuerdo a estadísticas, las
luchas reivindicativas son las más numerosas del continente.
No hay día en que no amanezcan
carreteras trancadas, guarimbas cada noche, tomas de recintos de trabajo,
ocupaciones de terrenos, cacerolazos al por mayor, huelgas, incluyendo las de
hambre, agregándose algunos detalles tortuosos como esos estudiantes que se
cosen los labios en inútiles actos de narcisista heroísmo.
Caminando a lo largo de una sola calle
tú puedes encontrar varias manifestaciones populares. También es posible
observar -y por ahí va el problema- que ninguna de ellas toma noticias de la
otra. Todas se ignoran entre sí. Parlando el dialecto de los sociólogos podría
decirse que en Venezuela no existe articulación social ni intercomunicación
discursiva. Eso no quiere decir por supuesto que alguna vez no pueda emerger
una protesta descomunal, como las que inunda las calles de Turquía y
Brasil. Pero el hecho concreto es que todavía eso no sucede.
Hay una razón obvia: La desintegración
social que experimenta Venezuela es un fenómeno inducido. Para nadie es un
misterio que la nación vive hace años bajo el imperio de un régimen
radicalmente estatista. Y ahí donde crece el estado no nace la sociedad. En ese
sentido podría afirmarse que bajo el chavismo -el mismo Chávez jamás lo ocultó-
ha tenido lugar un proceso de toma del poder, pero no por una clase social
externa al estado, sino por un partido identificado cien por ciento con el
estado. O en otras palabras: se trata de un proceso de doble toma de poder. Por
una parte, la toma del estado por el gobierno. Por otra, la toma de la sociedad
por el estado.
El ideal -todavía incumplido- del
chavismo ha sido integrista: identificar lo social, lo político y lo
estatal en una sola unidad articulada por la presencia de un líder carismático.
Ahora bien, para alcanzar ese ideal,
las organizaciones populares, incluyendo sindicatos estratégicos como los del
petróleo, fueron estatizados. Fue así naciendo un orden corporativo muy similar
al modelo mussoliniano. Los grotescos "batallones obreros" propuestos
por Maduro serían, desde esa perspectiva, la culminación de ese ideal
integrista: la militarización de una clase social ya estatizada.
Afortunadamente a Maduro - a diferencias de Mussolini- nadie lo toma muy en
serio
Las organizaciones de representación
popular nacidas bajo el chavismo fueron construidas desde arriba hacia abajo.
Tanto Misiones como Concejos son prolongaciones del estado al interior del
universo popular. De modo paralelo el chavismo tomó posesión de gran
parte del aparato productivo, principalmente del segmento más vinculado al
consumo popular. Todo esto exigía, por supuesto, la existencia de una eficiente
burocracia. Dicha burocracia, por cierto, existe; es gigantesca, pero a la vez,
es absolutamente ineficiente, más aún, es corrupta y parasitaria.
No obstante, las demandas populares no
tienen otro interlocutor que no sea el estado, pero -este es el punto- de un
estado que ha sido secuestrado por el gobierno. De este modo, cuándo los trabajadores
van a huelgas, no tienen a nadie a quien reclamar sino al propio
gobierno-estado. Tampoco pueden esperar solidaridad de otros sectores sociales
pues estos se encuentran de igual modo conectados verticalmente al estado.
Chávez y el chavismo han logrado así quebrar la columna vertebral de la
sociedad venezolana. hasta el punto de que una comunicación de tipo horizontal
entre diversas organizaciones sociales -como la que se ha dado recientemente en
Brasil y en Turquía- resultaría, si no imposible, muy difícil.
O para expresarnos en términos
comparativos. Mientras en Brasil y Turquía tuvo lugar un proceso de evolución
económica, siendo respetadas las instituciones públicas y la autonomía
ciudadana, en Venezuela, bajo la égida de uno de los estados más corruptos de
los cuales se tiene noticia, tuvo lugar un proceso de "destrucción de la
producción", siendo las instituciones públicas convertidas en
meros apéndices de un partido de gobierno nacido al interior del estado.
De la estatización de lo social solo
escapan algunas universidades (ya minoritarias frente a la creación de esos
antros ideológicos que son las universidades chavistas) las iglesias, uno que
otro medio comunicacional, diversas redes sociales y, sobre todo, los tan
denigrados partidos políticos de la oposición democrática.
Para concluir: Si hubiera tenido que
responder de modo más escueto a mi estimada lectora la pregunta de por qué en
Venezuela no asoma (todavía) un movimiento social como el turco o el brasileño,
habría postulado la siguiente tesis: Mientras en países democráticos
como Turquía y Brasil lo político es construido a partir de lo social, en
países no democráticos, o deficientemente democráticos como Venezuela, lo
social debe ser construido a partir de lo político.
Al nivel de lo político y no de lo
social pertenecen también las elecciones periódicas. Pero ¿no están controladas
las elecciones, y de modo fraudulento, por el propio partido-gobierno-estado?
Este es ya otro tema. En cierto modo
es el tema del tema. Lo abordaré en mi próximo artículo.
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