GUSTAVO PALOMARES LERMA 19 JUN 2013
Ha llegado el momento de
una recomposición total en ese país que tenga como base un pacto político y
social amplio en donde las distintas fuerzas políticas tengan cabida
El informe final de la Misión
Electoral en Venezuela presentado por el Instituto de Altos Estudios Europeos
en colaboración con Redunipaz, desmitifica las supuestas fortalezas electorales
de ese sistema y subraya algunas tendencias preocupantes hacia la
ingobernabilidad en ese país.
Los últimos datos económicos, los
grandes niveles de desabastecimiento y la crisis política desde las elecciones
de abril llevan a Venezuela a eso que llaman los expertos como “Estados
fallidos”. Fallidos, no por su tierna institucionalidad, inexistencia del
Estado y falta de consistencia política y social, como ocurre en algunas
realidades principalmente africanas. Más bien, por todo lo contrario, por
exceso y no por defecto; por una capacidad obscena para el “derroche” basada en
una falsa prosperidad económica al “debe”, con una élite política y social que
asume el “Estado como botín” y un desarrollo social, muy loable, pero incapaz
de consolidarse bajo el manto de la corrupción, la inviabilidad presupuestaria
y la inseguridad, física y jurídica. Esta descripción próxima al infierno
dantesco de la literaria divina comedia, se tornó por mucho tiempo en la
realidad diaria difícilmente sostenible para esa ciudadanía, para cualquier
poder que se precie y para cualquier sociedad, más aún si tiene la madurez
histórica y política que tiene la venezolana.
Ha llegado el momento de una
recomposición total en ese país que tenga como base un pacto político y social
amplio en donde las distintas fuerzas políticas tengan cabida. Este llamado,
probablemente más propio del reino de los sueños, es urgente plantearlo en este
momento de emergencia nacional. Ha llegado el momento de los sectores más
institucionales y moderados de ambos bandos para que abran vías de acuerdo y de
entendimiento entre dos proyectos nacionales condenados a entenderse —antes o después—
en ámbitos fundamentales como son la recomposición política, el déficit público
y monetario, la distribución eficiente de los productos básicos, la nueva
política energética, y la seguridad como principal inquietud ciudadana. Todas
estas cuestiones, redundan en la imprescindible viabilidad como nación y como
Estado fundamental en la región.
La viabilidad de este imprescindible
pacto nacional pasa por una cuestión previa: es necesario superar el cisma
político y social postelectoral. Evitar por parte de la oposición una
progresiva marginalización propiciando una radicalidad antisistema con una
respuesta deslegitimadora hacia Maduro y su Gobierno. Y por parte del Gobierno:
no caer en la deriva autoritaria para contestar de esta forma a las acusaciones
de falta de limpieza y transparencia democrática e, incluso, como una fórmula
contundente para cerrar con mano firme los peligros reales de la división
interior.
Este programa consensuado de Gobierno,
tendría que basarse en una salida transicional a la inestabilidad política e
institucional, a tenor de los resultados discutidos y discutibles de las
últimas elecciones, pero teniendo como objetivo consolidar el progreso relativo
alcanzado dentro de las clases más populares que nunca tuvieron esa
oportunidad, acabando con el derroche, la corrupción oficialista y la
utilización descontrolada de los recursos petroleros, propiciando un sistema
productivo propio y estable, sin caer en una prosperidad social financiada al
“debe” de la compra sistemática de productos y servicios en el exterior. Dar
una base sólida al proyecto nacional y propiciar un tono de normalidad en el
debate político y parlamentario, desterrando la crispación, la violencia y el
insulto como práctica habitual.
Parece evidente que esta solución
podría ser calificada como un gesto de debilidad por parte del integrismo
chavista y, a la vez, como una aceptación implícita de Maduro como presidente,
por los sectores del conservadurismo histórico incrustados en la oposición
pero, en todo caso, podría ser salida de emergencia para acudir en socorro de
esa ciudadanía tan golpeada que empieza a estar harta de esta eterna situación
y también una fórmula para impedir el camino inexorable de Venezuela hacia el
precipicio.
Gustavo Palomares es catedrático europeo en la
UNED, presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos y encabezó la misión
de observación en Venezuela el 14 de abril
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