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domingo, 16 de junio de 2013

El complejo rol de la educación en Venezuela: ¿ha generado mayor igualdad?


Por Lissette González, 14/06/2013

Intentar un balance de los efectos sobre la equidad social de las políticas y programas que ha implantado el gobierno desde el inicio del gobierno del Presidente Chávez puede ser complicado, tal como discutí en un post anterior. Mientras ha sido clara la orientación a generar nuevas redes de servicios públicos orientados a la inclusión de los grupos de población que habían estado tradicionalmente excluidos, hay ausencia de datos fiables para evaluar el impacto de estas iniciativas sobre las condiciones de vida de la población. Pero, al mismo tiempo, no se han efectuado cambios radicales en las redes tradicionales de atención en salud y educación, que no habían alcanzado sus objetivos de universalización. Una primera mirada sobre los cambios educativos en la primera década del proceso revolucionario, parecerían mostrar un panorama alentador, tal como se muestra en el gráfico inicial. Utilizando las bases de datos de las dos rondas de encuesta del Proyecto Pobreza de la UCAB podemos verificar que el nivel educativo de la población mayor de 18 años ha aumentado durante el período considerado. ¿Pero es ello suficiente para asegurar que el acceso a la educación es ahora más equitativo?

Una mirada optimista sobre el tema nos diría que el sistema educativo premia las capacidades individuales innatas o el esfuerzo y dedicación que invierte cada estudiante. Desde ese punto de vista, lo que cada quien logra (o no) en la escuela es resultado de su mérito. Pero esta postura comienza a ser problemática desde el inicio: ¿es acaso la inteligencia una característica innata, independiente del contexto social y cultural? Adicionalmente, desde la teoría sociológica la vinculación entre condiciones socio-económicas y éxito educativo han sido ampliamente trabajadas. Tanto los enfoques basados en el individualismo metodológico que proponen la existencia de costos diferenciales de permanecer en la escuela según el estrato socio-económico de origen, lo cual explicaría las distintos niveles de logro educativo, hasta las más elaboradas propuestas teóricas de Bourdieu, quien explicita que la cultura que se enseña en el sistema escolar no es neutra, es la cultura de una clase que resulta ajena a los niños y jóvenes en cuyos hogares no existe ese capital cultural. Simplificando y resumiendo mucho, el capital económico y educativo de las familias influye de forma determinante sobre los logros de los niños en la escuela y, finalmente, sobre su potencial de inserción laboral e ingreso.

En el caso de los países latinoamericanos, los estudios comparativos internacionales recientes han enfatizado el estudio de los condicionantes familiares del logro educativo como una medida de los progresos de la región en materia de igualdad de oportunidades. El reciente informe del Banco Mundial sobre la clase media en América Latina muestra que si bien en el último decenio ha disminuido la influencia de las características de los padres sobre el logro educativo, esta asociación sigue siendo la más alta al considerar las otras regiones del mundo. En buena medida, las altas desigualdades que persisten en nuestros países se explican por las inequidades en el nivel educativo alcanzado por los distintos grupos de la población.

Al intentar evaluar cuál es la situación en el caso de Venezuela la evidencia es contradictoria. Por una parte, las políticas públicas han estado orientadas a expandir la oferta educativa tanto a través de las misiones, como por medio de la expansión de la educación superior. En el trabajo de Cruces, García y Gasparini (2012) se calcula el índice de gini para los años de escolaridad de la población en edad activa y la brecha en años de educación entre los grupos de mayor ingreso para 25 países latinoamericanos. Se encontró que Venezuela es uno de los países en los que la diferencia de años de escolaridad es menor. Al mismo tiempo, el ya citado informe del Banco Mundial refleja que Venezuela es uno de los pocos países de la región en los que aumentó la influencia de las características de las familias sobre el logro educativo de los jóvenes.

La ausencia de fuentes estadísticas alternativas, como pruebas de rendimiento escolar o encuestas de juventud, dificulta la tarea de aclarar cuál ha sido el rol de la educación en la sociedad venezolana en los últimos años. Por ello, en un proyecto de investigación que está en pleno desarrollo he recurrido a las bases de datos del Proyecto Pobreza del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, que recoge información educativa de los padres de los entrevistados, independientemente de su edad y de residen en la misma vivienda al momento de la entrevista. A partir de esta fuente podemos calcular tasas de movilidad intergeneracional en educación para 1997 y 2007 y verificar así con nuevos indicadores si las características del hogar de origen se han vuelto más importantes para predecir el resultado educativo de los entrevistados.

Una primera mirada a las tasas de movilidad nos evidencia que ha habido un ligero incremento en los flujos de personas hacia un nivel educativo mayor al de sus padres. Resalta especialmente el cambio observado en el indicador por sexo, que refleja a nivel agregado el efecto de las mayores tasas de asistencia escolar de las niñas en los años recientes. Tenemos frente a nosotros un nuevo dato esperanzador, pero hace falta hurgar un poco más antes de adelantar conclusiones.

Los estudios sobre desigualdad educativa en América Latina han encontrado que en buena medida las diferencias en el logro educativo se explican por la alta segregación escolar existente: los estudiantes de distinto origen socio-económico asisten a distintos tipos de escuela, siendo más probable la asistencia a planteles privados en niños y jóvenes de mayor estrato socio-económico (ver Daude, 2012 y Ferreira et al., 2013). Por tanto, es imprescindible explorar si hay relación entre el tipo de plantel donde se cursó estudios primarios y las experiencias de movilidad.

Los datos muestran que en el decenio 1997-2007 aumentó sustantivamente la movilidad educativa asociada a la educación primaria en planteles privados y disminuyó levemente la movilidad ascendente para quienes estudiaron en el sector público. Aún cuando es necesario seguir explorando para probar estadísticamente estas asociaciones, parece que la elección de un plantel privado para los hijos ha sido una de las estrategias centrales de las familias para garantizarles mayores oportunidades. ¿Es ahora más equitativo nuestro sistema educativo que en la década de los noventa? Yo tendería a pensar que no.


Lissette González

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