Por Lissette González, 14/06/2013
Intentar un balance de los efectos sobre la
equidad social de las políticas y programas que ha implantado el gobierno desde
el inicio del gobierno del Presidente Chávez puede ser complicado, tal como
discutí en un post anterior.
Mientras ha sido clara la orientación a generar nuevas redes de servicios
públicos orientados a la inclusión de los grupos de población que habían estado
tradicionalmente excluidos, hay ausencia de datos fiables para evaluar el
impacto de estas iniciativas sobre las condiciones de vida de la población.
Pero, al mismo tiempo, no se han efectuado cambios radicales en las redes
tradicionales de atención en salud y educación, que no habían alcanzado sus
objetivos de universalización. Una primera mirada sobre los cambios educativos
en la primera década del proceso revolucionario, parecerían mostrar un panorama
alentador, tal como se muestra en el gráfico inicial. Utilizando las bases de
datos de las dos rondas de encuesta del Proyecto Pobreza de la UCAB podemos
verificar que el nivel educativo de la población mayor de 18 años ha aumentado
durante el período considerado. ¿Pero es ello suficiente para asegurar que el
acceso a la educación es ahora más equitativo?
Una mirada optimista sobre el tema nos diría
que el sistema educativo premia las capacidades individuales innatas o el
esfuerzo y dedicación que invierte cada estudiante. Desde ese punto de vista,
lo que cada quien logra (o no) en la escuela es resultado de su mérito. Pero
esta postura comienza a ser problemática desde el inicio: ¿es acaso la
inteligencia una característica innata, independiente del contexto social y
cultural? Adicionalmente, desde la teoría sociológica la vinculación entre
condiciones socio-económicas y éxito educativo han sido ampliamente trabajadas.
Tanto los enfoques basados en el individualismo metodológico que proponen la
existencia de costos diferenciales de permanecer en la escuela según el estrato
socio-económico de origen, lo cual explicaría las distintos niveles de logro
educativo, hasta las más elaboradas propuestas teóricas de Bourdieu, quien
explicita que la cultura que se enseña en el sistema escolar no es neutra, es
la cultura de una clase que resulta ajena a los niños y jóvenes en cuyos
hogares no existe ese capital cultural. Simplificando y resumiendo mucho, el
capital económico y educativo de las familias influye de forma determinante
sobre los logros de los niños en la escuela y, finalmente, sobre su potencial
de inserción laboral e ingreso.
En el caso de los países latinoamericanos,
los estudios comparativos internacionales recientes han enfatizado el estudio
de los condicionantes familiares del logro educativo como una medida de los
progresos de la región en materia de igualdad de oportunidades. El reciente informe del
Banco Mundial sobre la clase media en América Latina muestra
que si bien en el último decenio ha disminuido la influencia de las
características de los padres sobre el logro educativo, esta asociación sigue
siendo la más alta al considerar las otras regiones del mundo. En buena medida,
las altas desigualdades que persisten en nuestros países se explican por las
inequidades en el nivel educativo alcanzado por los distintos grupos de la
población.
Al intentar evaluar cuál es la situación en
el caso de Venezuela la evidencia es contradictoria. Por una parte, las
políticas públicas han estado orientadas a expandir la oferta educativa tanto a
través de las misiones, como por medio de la expansión de la educación
superior. En el trabajo de Cruces,
García y Gasparini (2012) se calcula el índice de gini para los
años de escolaridad de la población en edad activa y la brecha en años de
educación entre los grupos de mayor ingreso para 25 países latinoamericanos. Se
encontró que Venezuela es uno de los países en los que la diferencia de años de
escolaridad es menor. Al mismo tiempo, el ya citado informe del Banco Mundial
refleja que Venezuela es uno de los pocos países de la región en los que
aumentó la influencia de las características de las familias sobre el logro
educativo de los jóvenes.
La ausencia de fuentes estadísticas
alternativas, como pruebas de rendimiento escolar o encuestas de juventud,
dificulta la tarea de aclarar cuál ha sido el rol de la educación en la
sociedad venezolana en los últimos años. Por ello, en un proyecto de
investigación que está en pleno desarrollo he recurrido a las bases de datos
del Proyecto Pobreza del Instituto de
Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, que recoge
información educativa de los padres de los entrevistados, independientemente de
su edad y de residen en la misma vivienda al momento de la entrevista. A partir
de esta fuente podemos calcular tasas de movilidad intergeneracional en
educación para 1997 y 2007 y verificar así con nuevos indicadores si las
características del hogar de origen se han vuelto más importantes para predecir
el resultado educativo de los entrevistados.
Una primera mirada a las tasas de movilidad
nos evidencia que ha habido un ligero incremento en los flujos de personas
hacia un nivel educativo mayor al de sus padres. Resalta especialmente el
cambio observado en el indicador por sexo, que refleja a nivel agregado el
efecto de las mayores tasas
de asistencia escolar de las niñas en los años recientes.
Tenemos frente a nosotros un nuevo dato esperanzador, pero hace falta hurgar un
poco más antes de adelantar conclusiones.
Los estudios sobre desigualdad educativa en
América Latina han encontrado que en buena medida las diferencias en el logro
educativo se explican por la alta segregación escolar existente: los
estudiantes de distinto origen socio-económico asisten a distintos tipos de
escuela, siendo más probable la asistencia a planteles privados en niños y
jóvenes de mayor estrato socio-económico (ver Daude, 2012 y Ferreira et
al., 2013). Por tanto, es imprescindible explorar si hay relación
entre el tipo de plantel donde se cursó estudios primarios y las experiencias
de movilidad.
Lissette González
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