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lunes, 3 de junio de 2013

Los diez asesinados de la Familia Barrios


Por Prodavinci, 29/05/2013

Jorge Antonio, un niño de nueve años de edad, vio cómo los agentes de la policía del estado Aragua golpearon a su padre, Benito Barrios, y se lo llevaron detenido el 28 de agosto de 1998. Apenas unas horas más tarde, Benito apareció acribillado a balazos.  La policía alegó que lo había matado en defensa propia por resistirse a la autoridad. Desde entonces, a la familia Barrios le han matado diez miembros.

En 1998 la familia Barrios estaba integrada por la señora Justina Barrios, sus doce hijos con sus parejas y 22 nietos. El 28 de agosto de ese año, la policía del estado Aragua fue a buscar a Benito. Ahora son muchos menos.

En 2011, el rostro de Elbira y Maritza Barrios —junto al de otras cincuenta madres que perdieron a uno o varios hijos por causa de la violencia— tapizaron las calles de Caracas y tomaron espacio en la prensa nacional como parte del Proyecto Esperanza, con la intención de hacer un llamado a la paz y despertar la sensibilidad en quienes creen que el problema de la violencia está lejos de su cotidianidad.

Para el momento de ser retratadas por Leo Ramírez, uno de los diecisiete fotógrafos que han colaborado con el proyecto, Elbira y Maritza habían perdido a sus hermanos Benito, Narciso, Luis Alberto y Juan José en condiciones violentas. Además, Elbira había perdido a su hijo Óscar José, de 21 años, y Maritza a sus hijos Rigoberto, de 16, y Wilmer José, de 19.

Al momento de contar su historia personal, Elbira mencionó cómo su nieto aún se negaba a creer lo que le había pasado a su papá. “Él dice que su papá no está muerto y que pronto volverá para que estemos todos juntos otra vez”. Por su parte, Maritza confesaba —casi con vergüenza— que “todas las noches echo una lloradita a escondidas”, como si llorar le estuviese prohibido.



En Venezuela ningún luto nos vuelve inmunes al dolor. Ningún luto es suficiente para lograrlo. Siempre se puede perder más. Y ése ha sido el caso de las Barrios. Las fotografías de ambas, impresas en dimensión de carteles y pegadas en las paredes de la ciudad, formaron parte de la campaña de sensibilización. Hoy ya se han desvanecido por la lluvia, el sol y la erosión urbana. Sin embargo, el dolor de la familia Barrios está lejos de extinguirse.

En los siguientes dos años después de la colocación de las fotos en la calle, Elbira perdió a otro hijo, víctima de la violencia: Víctor Tomás. Además, ambas perdieron a su sobrino Jorge también de manera violenta. Por si fuera poco, en la penúltima semana de mayo de 2013, Elbira y Maritza fueron sacudidas por décima vez con una dolorosa noticia: Ronis Barrios, sobrino de ambas, de 17 años de edad, fue encontrado muerto en el parcelamiento Guayanén, en el municipio Urdaneta, estado Aragua. Todos los asesinatos cometidos tienen un factor en común: las víctimas han sido testigos de actos de amedrentamiento o del homicidio de sus familiares.
Dolor, funeral y luto. Dolor, funeral y luto. Dolor, funeral y luto. ¿Y así cuántas veces?

La décima muerte ocurrió bajo las medidas provisionales que le otorgó la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2004 a la familia Barrios, pero que todavía no se han traducido en la protección de sus miembros por parte del Estado venezolano. En noviembre de 2011, la CIDH emitió una sentencia sobre el caso Familia Barrios contra Venezuela. Allí se declaró la responsabilidad internacional del Estado venezolano por la ejecución extrajudicial de Benito Antonio y Narciso Barrios”, además del incumplimiento del deber de prevención de la muerte de Luis Alberto, del niño Rigoberto, de Oscar José, de Wilmer José y de Juan Barrios. Es un exterminio lo que ha estado sufriendo la familia Barrios ante la mirada pasiva del Estado.

La familia Barrios no es la única que ha sido mutilada varias veces dentro del grupo de mujeres que ha sido contactada por el Proyecto Esperanza. María Elena Delgado, de Petare, ha perdido a tres hijos: Erasmo, Norka y Wilmer. Todos fueron asesinados entrando a su casa. A ese mismo dolor le suma un sobrino y un nieto. En el estado Falcón, a María del Carmen Gallego le asesinaron a sus hijos Jorge Alfredo y Rony Javier en menos de un año.

Después de aquel primer asesinato en 1998, los Barrios no saben quiénes ni por qué los han matado. Sólo tienen sospechas, pero no existe decisión alguna de un tribunal venezolano que establezca quiénes son los responsables de los homicidios. Las investigaciones suelen detenerse durante largos períodos y, en las pocas ocasiones que se han reactivado, terminan archivadas por falta de pruebas.

En Venezuela, según fuentes del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas, una persona es asesinada cada media hora. Recibir esa terrible noticia varias veces recibe además el golpe de la impunidad y el silencio de las autoridades: según el Foro Penal Venezolano, el 98% de los asesinatos cometidos en el país quedan impunes.

Distintos activistas que trabajan en apoyo a la familia Barrios aseguran que diversos factores —como su humilde situación económica y la poca relevancia comunicacional del caso— han hecho que no se atienda como una prioridad para las autoridades. Hasta el punto que una decisión de la CIDH ha sido prácticamente ignorada por las autoridades.

Mientras eso sucede, la familia Barrios no deja de unir un luto con el otro. Aunque intentan continuar su vida, la viven con miedo. Todos temen por Romiel, de apenas 11 años, hermano del joven recién asesinado. Todos temen por todos.

Todavía no hay culpables: sólo dolientes.



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