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domingo, 2 de junio de 2013

Maduro y Capriles frente a las elecciones municipales

Por Luis Vicente León | 31 de Mayo 2013

¿Cómo se convocan estas elecciones? 

Esta nueva convocatoria a elecciones municipales que ha hecho el Consejo Nacional Electoral representa oportunidades y riesgos para todas las partes involucradas. Para empezar, es una convocatoria obviamente retrasada que debió hacerse para marzo de este año y se ha visto demorada por los eventos políticos que han tenido lugar en esta primera mitad del año, siendo el más relevante la muerte del presidente Chávez.

Esto nos lleva a que la elección del 8 de diciembre, como fecha para los comicios, no sea casual, pues ese día se cumple un año de la última alocución pública del mandatario fallecido, cuando eligió a Nicolás Maduro como su sustituto. Estos plazos electorales le permiten al sector oficialista generar simbolismos que enriquezcan su campaña, tal como sucedió con las pasadas elecciones presidenciales, que fueron programadas para que los días de campaña terminaran en coincidencia con la conmemoración de los sucesos de abril de 2002.

De una manera u otra, la elección de la fecha comicial sigue marcando la conexión que existe entre las autoridades electorales y aquello que beneficia el gobierno. Sin embargo, hay que entender que esto forma parte de unas condiciones políticas ya inevitables, que permiten concluir que el ventajismo va a estar presente también en las elecciones municipales.

Hagamos un repaso

A pesar de que la oposición no haya logrado acceder al poder en las presidenciales del 14 de abril —según los resultados que han sido impugnados por el grupo afectado—, ya hemos dicho que en esa elección Henrique Capriles se convirtió en el gran triunfador perceptual: más allá de haber conquistado la presidencia o no, le permitió a la oposición ubicarse en un nivel que nunca antes tuvo.

Capriles logró unificar un manejo de los temas en la etapa electoral y postelectoral, sumando un posicionamiento internacional que aprovechó para mostrar al mundo que las elecciones en Venezuela no fueron transparentes ni equilibradas. Fue importante haber puesto sobre la mesa elementos como el control institucional, el voto asistido, el asunto de los cuadernos electorales y la movilización y el acceso logístico puestos a favor de una candidatura, factores que antes se minimizaban por los elevados porcentajes de diferencia con los que Hugo Chávez ganaba.

A eso se le suma que Nicolás Maduro no pudo lograr lo que Chávez hacía luego de cada triunfo: crecer hasta más de diez puntos en popularidad y aprobación después de las elecciones. La impugnación fue algo que lo afectó tanto a él como a lo que representa y saboteó su posible luna de miel postelectoral (al menos la luna de miel esplendorosa que hubiera querido). De esta manera, la oposición ha capitalizado las no pocas dudas sobre la legitimidad y Henrique Capriles se ha convertido en una contrafigura de alto nivel, esa figura potente que lidera a la oposición y que Hugo Chávez nunca tuvo como contendor.

Además, Maduro no sólo ha tenido que hacerle frente en campaña, sino que se ha visto obligado a confrontarlo mientras se mueve a su alrededor en torno a diversos temas, recordando al electorado que existe una  alternativa a un modelo político que acaba de resentir una baja en su soporte de votación electoral. Aún así, Maduro ha sobrevivido a la crisis política y económica y nadie debe dar por descontado que no pueda surfearla en el futuro. Los escenarios siguen abiertos.

¿Esta elección anula el tema de la impugnación? 

La oposición hizo todo lo que tenía que hacer para impugnar las elecciones presidenciales del 14-A, pero el tiempo pasa y agota el tema. En la práctica, y evaluando a Maduro como presidente —mas allá de su legitimidad—, la gente ya está más pendiente del desabastecimiento de papel toilet que de la elección de abril pasado o de las acciones de impugnación ante el TSJ.

La oposición tiene que moverse y avanzar sobre temas nuevos, porque si no lo hace corre el riesgo de quedarse atrás y soltar la agenda. Y cuando un tema como el de la impugnación se agota, suelen abrirse dos caminos: el primero es la radicalización, una salida peligrosa que aunque lograra atraer nuevamente el interés hacia la impugnación, le daría oportunidades al oficialismo para acusar a la oposición de desestabilización; y el segundo es un proceso que permita combinar inteligentemente la protesta contra el abuso de poder del gobierno en las elecciones con la necesidad opositora de participar de manera aún más comprometida para cerrar las brechas de ventaja abusiva, lo que convierte estas elecciones municipales en una oportunidad de oro.

Evidentemente la oposición no abandonará el tema de la impugnación y mucho menos lo hará Henrique Capriles. Pero si quiere aprovecharlo y que no parezca periódico de ayer, va a tener que convertirlo en el condimento de los temas relevantes que formen parte de la campaña electoral, acercándolo a los votantes y manteniéndolo en agenda.

¿Estas elecciones le convienen al gobierno? 

Lo dicho anteriormente no quiere decir que estas elecciones no le convengan al gobierno. De ser así, el CNE habría podido rodar el proceso comicial incluso unos meses más (y, a juzgar por las acciones recientes del organismo comicial, incluso años si esto conviniera a la revolución). Sin embargo, retomar el clima electoral puede minimizar mediáticamente la crisis económica, circunstancias como el desabastecimiento e incluso las costuras de esta etapa inicial de transición del gobierno de Maduro.

Y va más allá: paradójicamente, al gobierno le interesa estabilizar el sistema político electoral venezolano para legitimarse. En las cabezas políticas del gobierno, esto puede verse como una estabilización institucional capaz de matar el debate y canalizar la energía electoral hacia lo que será el primer punto de ataque contra la oposición: acusarla de interesada e inconsistente por participar en unos comicios manejados por un sistema que ha impugnado y, de esta manera, desmotivar el voto opositor.

Pero, tal como le sucede a la oposición, lo que es una oportunidad, también es un riesgo. El peso simbólico de las alcaldías de algunas capitales parece jugar a favor de una oposición fortalecida. En abril, la candidatura adversa al oficialismo ganó en los municipios de las principales ciudades en los estados, mientras que el chavismo es favorito en los municipios del interior atomizado.

¿Cuál es el riesgo que corre la oposición? 

Indirecta y directamente, estas elecciones validan la idea de que los procesos electorales son la vía de participación política más útil, adecuada, democrática y legal de todas las posibles.

Aunque para algunos el hecho de que la oposición llame a votar genere una aparente contradicción, creo que el comportamiento hasta ahora indica otra cosa. La oposición no llama a votar porque crea en el CNE, sino porque cuenta con el voto del electorado. Esto deben explicarlo muy bien si quieren mover a votar masivamente a sus fuerzas y, de esta manera, demostrar su tamaño real. Incluso en contra del sesgo que han denunciado.

La oposición, al participar en las elecciones municipales, no está diciendo que el proceso es transparente, sino que (incluso pensando que no lo es) se tiene que votar masivamente para dificultar la manipulación. Por eso deben convencer a su electorado de que al votar no legitiman ni validan el proceso anterior, sino que lucha a contracorriente. También deben dejar claro que el problema no es el voto electrónico ni las actas de votación, sino las denuncias hechas en torno a voto asistido, los votos múltiples, muertos que figuran como votantes y las condiciones de auditoría. Sólo pueden disminuir la manipulación con el estímulo del voto masivo y la participación directa de la población como testigos en todo el país.

Posicionar todo esto no será una tarea sencilla, porque el elector venezolano suele tener un comportamiento linealpensante: le cuesta captar en su totalidad la idea de que se puede ganar una elección aunque el evento comicial tenga sesgos. Pero, aunque una de las partes afirme que el evento electoral no sea equilibrado, los procesos de participación electoral son indispensables. Ése será el reto opositor: dejar claro a los electores que si la gente no vota ese factor puede “comerse” entero el éxito del 14 de abril.

¿Y la MUD? 

Quisiera hacer un alto para dejar en claro una idea importante: la democracia no es un sistema de consensos y la gente tiende a equivocarse creyendo que para que una democracia funcione tiene que lograr unidad de criterio entre todos los actores involucrados. Los consensos, más bien, son propios de los regímenes autoritarios. La democracia es un sistema para dirimir el disenso: por eso hay democracia. Es así como las instituciones democráticas buscan mecanismos para poner de acuerdo a gente que piensa distinto, en lugar de obligarlos a pensar igual.

Lo único donde la democracia necesita consenso es alrededor de las reglas de juego que se usan para dirimir el disenso. Y si es en eso en lo único que necesitas consenso, entonces la institucionalidad que da vida a esas reglas es vital. Y es ahí donde hay que recordar que la MUD no es un partido político, sino un punto de encuentro para los partidos y las iniciativas políticas. Por eso su presencia no es fuerte constantemente, sino sólo cuando es preciso que exista ese punto de encuentro.

Para estas elecciones, la MUD se convertirá en el foro de discusión de un grupo político plural como la oposición. Y será importante su papel en torno a temas que aparecerán sin lugar a dudas, como las candidaturas unitarias, la consideración de aquellas candidaturas escogidas en primarias y los cambios que sean necesarios estratégicamente. En resumen: la MUD será el organismo para dirimir el disenso y decidir la estrategia, considerando la interpretación actualizada de nuevos datos, siendo los más importantes el comportamiento electoral en las elecciones de gobernadores y en las del 14-A.

¿Qué podemos esperar ahora? 

El riesgo que corre el PSUV es enorme: la popularidad de Maduro no ha manifestado un aumento significativo, así que el portaviones seguirá siendo Hugo Chávez convertido en símbolo. Por eso harán un uso intenso de la aparente inconsistencia de una oposición que impugna unos comicios pero participa en otros, buscando estrategias que le funcionen como un ataque y, al mismo tiempo, una legitimación de Maduro

Creo que el gobierno va a hacer su campaña más intensa de estos quince años. Lo necesitan. Ahora van a competir contra una oposición que da la impresión de estar mucho más fuerte y más articulada. Además: tiene en Henrique Capriles un líder claro. Con esa figura en la calle, Maduro va a tener que salir de Miraflores y hacer uso de los recursos que requiere el populismo que necesita para blindarse y ver si su liderazgo termina de cuajar.

A esto se debe sumar que el gobierno necesita articular sus cuadros en la calle y revivir en los chavistas la idea de estar dispuestos a defender la revolución. Y no hay nada que pueda articular más a las bases que buscar un voto. El gobierno debe conseguir fuertes elementos motivadores que reparen su merma de votantes histórica.

Por el lado opositor, seguramente habrá tempranos conflictos internos entre quienes piensan que se debe participar en las elecciones y quienes piensan que no. La abstención perdió territorio el 14-A y esos resultados pueden resultar más motivadores para el elector opositor que para el oficialista, que puede incluso estar sufriendo una resaca que los desmotive.

Aunque creo que se van a mantener muchas candidaturas de las primarias, es seguro que habrá casos polémicos que, estratégicamente, convenga atender de otra manera. Incluso considerando que algunos candidatos a gobernadores que ganaron en las capitales de sus estados sean considerados para estas municipales. Allí la MUD será un factor importante.

Mientras las expectativas de la población en torno a la impugnación no son muy altas —aunque se considere que se hizo lo que se debía hacer—, un evento electoral plantea metas concretas. Henrique Capriles tiene una gran oportunidad para demostrar la envergadura de su liderazgo nacional. Convertido en el portaviones, va a ser una figura de apoyo, generadora de opinión y catalizadora de acciones de calle. Incluso debe serlo para así capitalizar y nutrirse de ese efecto y transfundirlo a la oposición, llevándola de un plano abstracto a uno concreto. Además, poner a la oposición en ese camino saca a los radicales del juego, ya que las elecciones suelen drenar las frustraciones y convertirlas en capital político.

Aunque el recuerdo de los resultados del 14-A y la impugnación serán elementos latentes durante toda la campaña, lo que suceda en diciembre tendrá suficiente impacto sobre ambos liderazgos como para definir un nuevo momento político.

Henrique Capriles Radonski tiene una oportunidad para demostrar el alcance de su liderazgo nacional y que eso que ha denunciado tiene validez suficiente para revivir las dudas sobre los resultados del 14-A.

Y, del lado oficialista, Nicolás Maduro tiene la oportunidad de matar el debate sobre su legitimidad pero, al mismo tiempo, corriendo el riesgo de que unas elecciones municipales se conviertan en una suerte de plesbicito.


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