Por Luis Vicente León | 31
de Mayo 2013
¿Cómo se convocan estas
elecciones?
Esta nueva convocatoria a elecciones
municipales que ha hecho el Consejo Nacional Electoral representa oportunidades
y riesgos para todas las partes involucradas. Para empezar, es una convocatoria
obviamente retrasada que debió hacerse para marzo de este año y se ha visto
demorada por los eventos políticos que han tenido lugar en esta primera mitad
del año, siendo el más relevante la muerte del presidente Chávez.
Esto nos lleva a que la elección del 8
de diciembre, como fecha para los comicios, no sea casual, pues ese día se
cumple un año de la última alocución pública del mandatario fallecido, cuando
eligió a Nicolás Maduro como su sustituto. Estos plazos electorales le permiten
al sector oficialista generar simbolismos que enriquezcan su campaña, tal como
sucedió con las pasadas elecciones presidenciales, que fueron programadas para
que los días de campaña terminaran en coincidencia con la conmemoración de los
sucesos de abril de 2002.
De una manera u otra, la elección de
la fecha comicial sigue marcando la conexión que existe entre las autoridades
electorales y aquello que beneficia el gobierno. Sin embargo, hay que entender
que esto forma parte de unas condiciones políticas ya inevitables, que permiten
concluir que el ventajismo va a estar presente también en las elecciones
municipales.
Hagamos un repaso
A pesar de que la oposición no haya
logrado acceder al poder en las presidenciales del 14 de abril —según los
resultados que han sido impugnados por el grupo afectado—, ya hemos dicho que
en esa elección Henrique Capriles se convirtió en el gran triunfador
perceptual: más allá de haber conquistado la presidencia o no, le permitió a la
oposición ubicarse en un nivel que nunca antes tuvo.
Capriles logró unificar un manejo de
los temas en la etapa electoral y postelectoral, sumando un posicionamiento
internacional que aprovechó para mostrar al mundo que las elecciones en
Venezuela no fueron transparentes ni equilibradas. Fue importante haber puesto
sobre la mesa elementos como el control institucional, el voto asistido, el
asunto de los cuadernos electorales y la movilización y el acceso logístico
puestos a favor de una candidatura, factores que antes se minimizaban por los
elevados porcentajes de diferencia con los que Hugo Chávez ganaba.
A eso se le suma que Nicolás Maduro no
pudo lograr lo que Chávez hacía luego de cada triunfo: crecer hasta más de diez
puntos en popularidad y aprobación después de las elecciones. La impugnación
fue algo que lo afectó tanto a él como a lo que representa y saboteó su
posible luna de miel postelectoral (al menos la luna de miel
esplendorosa que hubiera querido). De esta manera, la oposición ha capitalizado
las no pocas dudas sobre la legitimidad y Henrique Capriles se ha convertido en
una contrafigura de alto nivel, esa figura potente que lidera a la oposición y
que Hugo Chávez nunca tuvo como contendor.
Además, Maduro no sólo ha tenido que
hacerle frente en campaña, sino que se ha visto obligado a confrontarlo
mientras se mueve a su alrededor en torno a diversos temas, recordando al
electorado que existe una alternativa a un modelo político que acaba de
resentir una baja en su soporte de votación electoral. Aún así, Maduro ha
sobrevivido a la crisis política y económica y nadie debe dar por descontado
que no pueda surfearla en el futuro. Los escenarios siguen abiertos.
¿Esta elección anula el tema de la
impugnación?
La oposición hizo todo lo que tenía
que hacer para impugnar las elecciones presidenciales del 14-A, pero el tiempo
pasa y agota el tema. En la práctica, y evaluando a Maduro como presidente —mas
allá de su legitimidad—, la gente ya está más pendiente del desabastecimiento
de papel toilet que de la elección de abril pasado o de las acciones de
impugnación ante el TSJ.
La oposición tiene que moverse y
avanzar sobre temas nuevos, porque si no lo hace corre el riesgo de quedarse
atrás y soltar la agenda. Y cuando un tema como el de la impugnación se agota,
suelen abrirse dos caminos: el primero es la radicalización, una salida
peligrosa que aunque lograra atraer nuevamente el interés hacia la impugnación,
le daría oportunidades al oficialismo para acusar a la oposición de
desestabilización; y el segundo es un proceso que permita combinar
inteligentemente la protesta contra el abuso de poder del gobierno en las
elecciones con la necesidad opositora de participar de manera aún más
comprometida para cerrar las brechas de ventaja abusiva, lo que convierte estas
elecciones municipales en una oportunidad de oro.
Evidentemente la oposición no
abandonará el tema de la impugnación y mucho menos lo hará Henrique Capriles.
Pero si quiere aprovecharlo y que no parezca periódico de ayer, va a tener que
convertirlo en el condimento de los temas relevantes que formen parte de la
campaña electoral, acercándolo a los votantes y manteniéndolo en agenda.
¿Estas elecciones le convienen al
gobierno?
Lo dicho anteriormente no quiere decir
que estas elecciones no le convengan al gobierno. De ser así, el CNE habría
podido rodar el proceso comicial incluso unos meses más (y, a juzgar por las
acciones recientes del organismo comicial, incluso años si esto conviniera a la
revolución). Sin embargo, retomar el clima electoral puede minimizar
mediáticamente la crisis económica, circunstancias como el desabastecimiento e
incluso las costuras de esta etapa inicial de transición del gobierno de
Maduro.
Y va más allá: paradójicamente, al
gobierno le interesa estabilizar el sistema político electoral venezolano para
legitimarse. En las cabezas políticas del gobierno, esto puede verse como una
estabilización institucional capaz de matar el debate y canalizar la energía
electoral hacia lo que será el primer punto de ataque contra la oposición:
acusarla de interesada e inconsistente por participar en unos comicios
manejados por un sistema que ha impugnado y, de esta manera, desmotivar el voto
opositor.
Pero, tal como le sucede a la
oposición, lo que es una oportunidad, también es un riesgo. El peso simbólico
de las alcaldías de algunas capitales parece jugar a favor de una oposición
fortalecida. En abril, la candidatura adversa al oficialismo ganó en los
municipios de las principales ciudades en los estados, mientras que el chavismo
es favorito en los municipios del interior atomizado.
¿Cuál es el riesgo que corre la
oposición?
Indirecta y directamente, estas
elecciones validan la idea de que los procesos electorales son la vía de
participación política más útil, adecuada, democrática y legal de todas las
posibles.
Aunque para algunos el hecho de que la
oposición llame a votar genere una aparente contradicción, creo que el
comportamiento hasta ahora indica otra cosa. La oposición no llama a votar
porque crea en el CNE, sino porque cuenta con el voto del electorado. Esto
deben explicarlo muy bien si quieren mover a votar masivamente a sus fuerzas y,
de esta manera, demostrar su tamaño real. Incluso en contra del sesgo que han
denunciado.
La oposición, al participar en las
elecciones municipales, no está diciendo que el proceso es transparente, sino
que (incluso pensando que no lo es) se tiene que votar masivamente para
dificultar la manipulación. Por eso deben convencer a su electorado de que al
votar no legitiman ni validan el proceso anterior, sino que lucha a
contracorriente. También deben dejar claro que el problema no es el voto
electrónico ni las actas de votación, sino las denuncias hechas en torno a voto
asistido, los votos múltiples, muertos que figuran como votantes y las
condiciones de auditoría. Sólo pueden disminuir la manipulación con el estímulo
del voto masivo y la participación directa de la población como testigos en
todo el país.
Posicionar todo esto no será una tarea
sencilla, porque el elector venezolano suele tener un comportamiento
linealpensante: le cuesta captar en su totalidad la idea de que se puede ganar
una elección aunque el evento comicial tenga sesgos. Pero, aunque una de las
partes afirme que el evento electoral no sea equilibrado, los procesos de
participación electoral son indispensables. Ése será el reto opositor: dejar
claro a los electores que si la gente no vota ese factor puede “comerse” entero
el éxito del 14 de abril.
¿Y la MUD?
Quisiera hacer un alto para dejar en
claro una idea importante: la democracia no es un sistema de consensos y la
gente tiende a equivocarse creyendo que para que una democracia funcione tiene
que lograr unidad de criterio entre todos los actores involucrados. Los
consensos, más bien, son propios de los regímenes autoritarios. La democracia
es un sistema para dirimir el disenso: por eso hay democracia. Es así como las
instituciones democráticas buscan mecanismos para poner de acuerdo a gente que
piensa distinto, en lugar de obligarlos a pensar igual.
Lo único donde la democracia necesita
consenso es alrededor de las reglas de juego que se usan para dirimir el
disenso. Y si es en eso en lo único que necesitas consenso, entonces la
institucionalidad que da vida a esas reglas es vital. Y es ahí donde hay que
recordar que la MUD no es un partido político, sino un punto de encuentro para
los partidos y las iniciativas políticas. Por eso su presencia no es fuerte
constantemente, sino sólo cuando es preciso que exista ese punto de encuentro.
Para estas elecciones, la MUD se
convertirá en el foro de discusión de un grupo político plural como la
oposición. Y será importante su papel en torno a temas que aparecerán sin lugar
a dudas, como las candidaturas unitarias, la consideración de aquellas
candidaturas escogidas en primarias y los cambios que sean necesarios
estratégicamente. En resumen: la MUD será el organismo para dirimir el disenso
y decidir la estrategia, considerando la interpretación actualizada de nuevos
datos, siendo los más importantes el comportamiento electoral en las elecciones
de gobernadores y en las del 14-A.
¿Qué podemos esperar ahora?
El riesgo que corre el PSUV es enorme:
la popularidad de Maduro no ha manifestado un aumento significativo, así que el
portaviones seguirá siendo Hugo Chávez convertido en símbolo. Por eso harán un
uso intenso de la aparente inconsistencia de una oposición que impugna unos
comicios pero participa en otros, buscando estrategias que le funcionen como un
ataque y, al mismo tiempo, una legitimación de Maduro
Creo que el gobierno va a hacer su
campaña más intensa de estos quince años. Lo necesitan. Ahora van a competir
contra una oposición que da la impresión de estar mucho más fuerte y más
articulada. Además: tiene en Henrique Capriles un líder claro. Con esa figura
en la calle, Maduro va a tener que salir de Miraflores y hacer uso de los
recursos que requiere el populismo que necesita para blindarse y ver si su
liderazgo termina de cuajar.
A esto se debe sumar que el gobierno
necesita articular sus cuadros en la calle y revivir en los chavistas la idea
de estar dispuestos a defender la revolución. Y no hay nada que
pueda articular más a las bases que buscar un voto. El gobierno debe conseguir
fuertes elementos motivadores que reparen su merma de votantes histórica.
Por el lado opositor, seguramente
habrá tempranos conflictos internos entre quienes piensan que se debe
participar en las elecciones y quienes piensan que no. La abstención perdió
territorio el 14-A y esos resultados pueden resultar más motivadores para el
elector opositor que para el oficialista, que puede incluso estar sufriendo una
resaca que los desmotive.
Aunque creo que se van a mantener
muchas candidaturas de las primarias, es seguro que habrá casos polémicos que,
estratégicamente, convenga atender de otra manera. Incluso considerando que
algunos candidatos a gobernadores que ganaron en las capitales de sus estados
sean considerados para estas municipales. Allí la MUD será un factor
importante.
Mientras las expectativas de la
población en torno a la impugnación no son muy altas —aunque se considere
que se hizo lo que se debía hacer—, un evento electoral plantea
metas concretas. Henrique Capriles tiene una gran oportunidad para demostrar la
envergadura de su liderazgo nacional. Convertido en el portaviones, va a ser
una figura de apoyo, generadora de opinión y catalizadora de acciones de calle.
Incluso debe serlo para así capitalizar y nutrirse de ese efecto y
transfundirlo a la oposición, llevándola de un plano abstracto a uno concreto.
Además, poner a la oposición en ese camino saca a los radicales del juego, ya
que las elecciones suelen drenar las frustraciones y convertirlas en capital
político.
Aunque el recuerdo de los resultados
del 14-A y la impugnación serán elementos latentes durante toda la campaña, lo
que suceda en diciembre tendrá suficiente impacto sobre ambos liderazgos como
para definir un nuevo momento político.
Henrique Capriles Radonski tiene una
oportunidad para demostrar el alcance de su liderazgo nacional y que eso que ha
denunciado tiene validez suficiente para revivir las dudas sobre los resultados
del 14-A.
Y, del lado oficialista, Nicolás
Maduro tiene la oportunidad de matar el debate sobre su legitimidad pero, al
mismo tiempo, corriendo el riesgo de que unas elecciones municipales se
conviertan en una suerte de plesbicito.
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