Fernando Mires 12 de
septiembre de 2013
Las armas químicas no eran un pretexto
de Obama como sí lo fue para Bush en Irak, ese ex-país. De hecho, el íntimo
aliado de Assad, Putin, Presidente de todas las Rusias, lo reconoció al
proponer su "colaboración" para lograr que fueran retiradas de Siria
las armas químicas. Armas que eran, lo advirtió muy bien Putin, la legitimación
oficial de la guerra limitada con la cual amenazaba Obama a la tiranía. Razón
por la cual el hábil Putin propuso a su colega Obama un negocio cuyas cláusulas
no visibles rezan más o menos así: Tú no atacas Siria. En cambio nosotros
(Assad y yo) retiramos las armas químicas más notorias. Así tú quedas bien
frente a tus vacilantes aliados europeos y ante tus electores, cansados ya de
tantas guerras inútiles, y yo apareceré ante la luz pública como el pacifista
internacional que ha salvado al mundo de una guerra atroz. Y por el momento me
quedo en Siria. Ni un paso atrás.
Al parecer, Obama no tiene otra
alternativa sino aceptar los términos propuestos por Putin. No porque así lo
quiera, por supuesto. Como he repetido en diferentes ocasiones, el problema
fundamental para Obama, aun más que las armas químicas, reside en la existencia
del eje Siria- Rusia -Irán, eje que amenaza desestabilizar aún más al ya
desestabilizado Oriente Medio.
Rusia, de acuerdo a la visión
mantenida por todos los presidentes norteamericanos después de la Guerra Fría,
no tiene nada que hacer en el Oriente Medio. Por una parte, el apoyo militar de
Rusia a determinadas dictaduras de la región amenaza a su aliado histórico: Israel.
Por otra, amenaza a los aliados petroleros de los EE UU, Arabia Saudita y los
emiratos. Por si fuera poco, Rusia a través de Siria e Irán representa un serio
problema para las pretensiones de Turquía relativas a llegar a ser un factor
hegemónico regional y, no por último -algo que parecen no haberse dado cuenta
los europeos- el Oriente Medio está muy cerca de Europa.
Ay, Europa. Ese es el problema. En
gran medida el avance de Putin en dirección al Oriente Medio está ocurriendo
gracias a la debilidad política de una Europa cuyas gobiernos se han mostrado
incapaces para asumir las tareas internacionales que le correspondían después
de la Guerra Fría.
Europa ya ha dejado de ser una unidad
política-militar. O dicho de modo más preciso: porque Europa ya no es una
unidad política no puede ser una unidad militar. Y al no ser ni lo uno ni lo
otro tampoco se encuentra Europa en condiciones de reconocer los antagonismos
internacionales que la acosan.
La unidad europea solo existe en la
economía. Europa no es algo muy diferente al Mercado Común Europeo. Por cierto,
los gobernantes europeos son los primeros en quejarse en contra de Ángela
Merkel acusándola de confundir a Europa con el Euro. Pero ellos tampoco tienen
otra concepción continental.
Las elites europeas nunca se cansan de
referirse a Europa como proyecto cultural y no económico. Para todos, criticar
a Alemania ha pasado a ser un lugar común. Pero ¿es posible un proyecto
cultural sin un proyecto político? Incluso intelectuales con experiencia
política claman por una Europa unida sin decirnos en contra de qué se va a
unir, como si Europa estuviera situada en el limbo de la historia.
Daniel Cohn-Bendit y Félix Marquart,
dos europeístas, escribieron recientemente un manifiesto (04.09.2013) llamando
a los jóvenes de Europa a votar como europeos en las elecciones del Parlamento
Europeo, aduciendo además, sin prueba alguna, que la época de los
estados-nacionales ya ha terminado. ¿Cómo va a terminar si en materia
internacional no hay gobierno que no tome posiciones no solo de acuerdo a
intereses nacionales sino de acuerdo a intereses electorales inmediatos? Por
supuesto, ninguna intervención militar es popular, y si alguien quiere ganar
elecciones, es necesario aparecer como pacifista, aunque eso ocurra en contra de
los propios intereses nacionales. Razones que explican el débil apoyo europeo
que recibió el proyecto de Obama para intervenir en defensa de la resistencia
siria.
La verdad, ese fenómeno de abierta
deserción política ya venía ocurriendo desde hace tiempo. La última vez cuando
Europa actuó como bloque fue en 1999, en Yugoslavia. El apoyo de los gobiernos
europeos a EE UU durante la guerra de Afganistán, muy entusiasta al comienzo,
fue decreciendo paulatinamente. Hoy Afganistán es un nido terrorista. Frente a
Irak el apoyo fue menor. En términos confiables los EE UU solo contaban con
Inglaterra. Pero en el caso de Siria el parlamento inglés votó en contra de
Cameron, es decir, en contra de EE UU. A través de esa votación los ingleses
rompieron un pacto histórico que regía desde los tiempos de Churchill. Solo
Hollande parecía todavía dispuesto a apoyar a Obama, pero en los EEUU ya es
sabido que París siempre ha escogido caminos propios. Y bien, Putin conoce esa
realidad como a la palma de su mano.
Ni corto ni perezoso Putin tomó la
iniciativa ofreciendo su "colaboración" a los EE UU, pero reservando
términos ventajosos para las pretensiones rusas en el Oriente Medio. Hizo bien
entonces Obama al no retirar sus contingentes militares de la región. Desde el
punto de vista simbólico habría aparecido ante la opinión pública como un
derrotado en una guerra que, para colmo, no tuvo lugar. Por ahora el gran
vencedor es Putin.
Probablemente Obama sabe que si los
gobiernos europeos no se encuentran inmediatamente amenazados por un enemigo
común, EE UU no va a contar jamás con ellos. Es la dura y triste realidad, y
como tal deberá ser aceptada. La Alianza Atlántica seguirá existiendo sobre un
papel. Pero en la práctica la OTAN solo podrá ser movilizada si el gobierno de
Marte decide atacar a la Tierra. Por el momento ese no es el caso.
La era en la que los gobiernos
europeos tenían la misma política frente al mismo enemigo ha quedado atrás.
También quedaron atrás los tiempos en que la política internacional de cada
país europeo no era interferida, mucho menos determinada, por la política
nacional. En el fondo la mayoría de los políticos europeos piensan que al no
existir el Pacto de Varsovia la OTAN tampoco es necesaria. Y en cierto modo
tienen algo de razón: Las condiciones de 2013 no son las mismas de 1949, año en
que fue fundada la OTAN. Obama a su vez sabe, y lo dijo, que el papel de los EE
UU no es hacer de policía mundial si no está apoyado por una muy amplia
coalición internacional. Eso no significa que los EE UU sean más débiles que
antes. Todo lo contrario, desde el punto de vista tecnológico es inalcanzable,
no solo por Rusia y China, también por Europa. Desde el punto de vista militar
es insuperable. Desde el punto de vista cultural, sigue siendo hegemónico. Su
única debilidad es que hoy tiene menos aliados europeos que durante la Guerra
Fría. Lo que, por lo demás, es obvio.
El fin de la Alianza Atlántica no
significará por supuesto el fin de las alianzas internacionales para los EE UU,
incluyendo las que deberá contraer puntualmente con determinados gobiernos
europeos. Pero todo parece indicar que en el futuro solo serán alianzas
circunstanciales y no de carácter permanente como es, o fue, la OTAN. En ese
sentido el triunfo de Putin en Siria no solo es momentáneo; es también
relativo.
Es cierto que hoy los EE UU cuentan en
Europa con menos aliados que antes. Pero también es cierto que en el Oriente
Medio EE UU nunca había tenido tantos aliados como durante el gobierno Obama.
Con Israel los une una alianza histórica. Con Arabia Saudita y otras naciones
petroleras, una alianza económica. Arabia Saudita a su vez, se opone por
motivos ideológicos y religiosos a los gobiernos de Siria e Irán. La Liga Árabe
en su conjunto apoya a los rebeldes sirios. Turquía se opone a las pretensiones
hegemónicas de Rusia e Irán y por lo mismo intenta levantar una estrategia
militar de contención. Y hasta los generales egipcios dependen de la ayuda
militar estadounidense. Por si fuera poco, las minorías nacionales de Siria
sobre todo los kurdos cuyos tres partidos forman parte del CCN (frente de
resistencia sirio), más los sirios-turcos, los asirios y los armenios, es
decir, todos esos grupos nacionales que en el pasado reciente adscribían a
objetivos comunistas, han unido sus fuerzas en contra del tirano Assad.
Obama, en fin, no está solo. Putin,
tampoco. El póquer seguirá jugándose.
¿Y los niños masacrados ? ¿Y la sangre
que corre por las calles ¿Y los que abandonan sus hogares, huyendo del gas y de
las balas? Esos "detalles" ya no los nombra la prensa europea.
Después de todo ¿qué más da cambiar a unos terroristas por otros? Ese es el
tenor dominante. En cierto modo los europeos ya han hecho suya la infamia
propagada por el tirano sirio, a saber, que si no fuera por Assad, Siria será
dominada por Al Quaida. Assad ha pasado a ser así, en la opinión pública
europea, un simple "mal menor". Si las circunstancias no cambian,
pronto será considerado, junto con los gorilas egipcios, como un garante de la
paz. Mondo Cane.
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