TULIO HERNÁNDEZ 6 DE OCTUBRE 2013
El incidente es absolutamente
revelador. Entre todos los sucesos sórdidos que han sacudido a Venezuela en los
últimos meses, probablemente sea el que mejor expresa el tipo de degradación
colectiva que viene ocurriendo entre nosotros.
Nada de lo que se diga será suficiente
para calificarlo. Porque ya es abominable y cruel que, como se ha hecho normal,
una horda de venezolanos tome por asalto las propiedades de quien acaba de
sufrir un accidente en la vía pública. Pero que el enjambre de motorizados
autores del saqueo de la gandola cargada de carne colombiana, el pasado viernes
29 de septiembre, lo hayan hecho saltando sobre el techo de la cabina donde
agonizaba su chofer, y al hacerlo hayan terminado de causarle la muerte por
asfixia mecánica es algo que no tiene perdón de Dios. Ni del diablo.
Los videos disponibles en las web, las
fotografías, los testimonios de los testigos, más las crónicas de los
periodistas que cubrieron el hecho retratan el trasfondo macabro –la mengua de
la condición humana– oculto en las nuevas formas de vandalismo que por todas
partes nos asedian. La gandola choca y queda atorada bajo un puente de Los
Ruices, Caracas. El contenedor se rompe y las cajas de carne congelada quedan
al descubierto. Los motorizados que circulan por la zona como hormigas
comienzan a rodear el vehículo hasta que alguno grita: “¡Vamos a saquear esta
vaina!”.
Entonces comienza el trágico festín.
Los más desesperados escalan por el motor del voluminoso vehículo hasta la
cabina de manejo desde donde forcejean para apoderase de las cajas de carne
congelada. El techo cede y el chofer que yace inconsciente en el asiento
termina de morir literalmente pisoteado por los saqueadores.
La policía, por fin, entra en escena y
trata de impedir que el saqueo continúe. Es cuando empieza lo peor, lo más
elocuente de lo que nos está ocurriendo. Los doscientos o más motorizados que
saquean se sienten “irrespetados” por los funcionarios que les impiden terminar
su asalto y comienza un enfrentamiento a pedradas que se extiende por largos
minutos.
Al final se controla la situación y
entonces, como despedida, para redondear la hazaña, algunos de los motorizados
comienzan a atracar uno por uno los vehículos que se hallan detenidos por el
inmenso trancón que se ha formado. Luego se van felices exhibiendo sus trofeos:
cajas de carne, celulares, iPads, carteras, lentes y hasta las sillas
portátiles de los bebés. Se van. Como los bandidos de los western, algunos
sacan sus revólveres y disparan al aire en señal de retiro triunfal.
Sostengo que es un suceso revelador de
la situación actual venezolana porque nada de lo que ocurre es fortuito. Cuatro
grandes males del presente se han reunido. Primero, el desabastecimiento.
Porque la gandola había salido dos días antes de Bucaramanga camino de Puerto
Ordaz a llevar la carne que antes producíamos y ahora, luego del acoso rojo a
los productores, tenemos que importar. Segundo, el colapso vial de Caracas.
Porque es absurdo que un vehículo de carga que va hacia Oriente tenga que atravesar
por el centro de la capital sólo porque este gobierno ni los anteriores no
construyeron la vía alterna necesaria para que el tráfico pesado no entre a la
ciudad.
Tercero, la pérdida absoluta de
autoridad y respeto de nuestras fuerzas policiales y militares cada vez más
deslegitimadas por su inoperancia y por su participación directa en hechos
delictivos, incluido el narcotráfico a gran escala. Y, cuarta, la más
preocupante, el quiebre creciente del respeto a las normas, la pérdida
colectiva de los límites entre lo legal y lo delictivo, y la devaluación del
sagrado valor de la vida humana que ha colocado a Caracas en el triste lugar de
la tercera ciudad más peligrosa del mundo.
Creíamos que el “socialismo del siglo
XXI” no había sido capaz de crear el hombre nuevo. Pero no es cierto. El hombre
nuevo existe. Es una bestia de rapiña. Se venía formando desde antes. El
chavismo lo doctoró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico