JEAN MANINAT viernes 11 de octubre de 2013
@jeanmaninat
Hay una sensación de vacío, de estar
deslizándose a toda velocidad por un profundo pozo sin fondo, en medio de un
desbarajuste que todo lo agrieta. En unos pocos meses el gobierno ha logrado
imponer un clima de zozobra permanente que empieza a ser evidente aún para
aquellos que tienen todavía su confianza y sus cuentas bancarias en el
extranjero, empeñadas en su solidaridad con la gestión gubernamental.
Una cascada de pifias, superadas tan
sólo por la inmensa capacidad de quien está en la cúspide de la pirámide roja
para el dislate y el chasco, han ido alejando al poschavismo de sus aliados
internacionales, cada día más inquietos con el destino de sus inversiones y
prestamos los unos; y con las dádivas de las que literalmente viven los otros.
El ALBA es hoy una sigla sin vida a la cual nadie parece interesado en
reanimar. La solidaridad inmediata de los socios sólo se manifiesta cuando el
avión presidencial, rentado y vetusto, es detenido en algún aeropuerto por la
mano invisible del imperialismo yankee, según la versión oficial, o por la mano
torpe de algún alto funcionario incapaz de rellenar un formulario como es
debido para surcar el espacio aéreo de otro país o cargar gasolina en un
aeropuerto foráneo, como sucede en la realidad.
Fiasco tras fiasco el gobierno marcha
a trompicones, con una sonrisa abobada
como si de una gracia se tratase, o con un desplante pendenciero, según
el humor del día, mientras los informes de las embajadas y los reportajes de la
prensa internacional rinden cuenta de un país en calamitoso estado de veloz
deterioro.
El reciente cambio de fichas en el
área económica sólo sirvió para aumentar el desconcierto y la falta de
confianza en el rumbo que tomarán las cosas. (La confusa Gaceta Oficial que lo
anunció es un fiel reflejo del apresuramiento y la improvisación que arropó la medida). Los
informes de las más variadas agencias económicas o financieras de prestigio que
se vienen publicando son un inmenso signo de interrogación, un gesto
multilingüe de asombro y perplejidad ante tanta inepcia.
¿Se puede ser tan amateur? ¿Se puede
ser tan torpe tantas y repetidas veces? ¿Será parte de un plan maestro de
distracción? Llega uno a preguntarse como cuando ve una reposición del
Superagente 86 o de la Pantera Rosa. Una mezcla letal y destructiva de Maxwell
Smart con el Inspector Closeau se encuentra aposentada en Miraflores, sólo que
ésta no es una fantasía si no un torrente de impericia e irresponsabilidad
desguazando un país. Y ciertamente no dan ganas de reír.
Las medidas que tendría que tomar la
administración roja son más que conocidas y han sido planteadas numerosas veces
por economistas de autoridad. No deberían tener nada de extraño para quienes
cada dos por tres se inflan reafirmando su condición supuestamente
revolucionaria. Son las mismas que inició hace más de veinte años un viejo revolucionario llamado Den Xiaoping
para lanzar a China por la ruta de convertirse en una potencia económica
mundial. O las que asumió Vietnam, el pequeño país que derrotó política y
militarmente a dos potencias occidentales seguidas, y que ahora es una economía
pujante del Sudeste Asiático. O sin ir más lejos, las que tímidamente se anuncian
en La Habana al ritmo de rumba: un paso adelante y dos para atrás. Se trata,
simplemente, de abrir las puertas al proceso de globalización económica
imperante en el mundo moderno, es decir abrazar, así sea con un pañuelo rojo en
la nariz, al viejo y denostado modo de producción capitalista, como seguramente
todavía lo denomina algún ministro fosilizado.
Pero no, el elenco en el poder
persiste en su equivocación, tozudos en su determinación de no informarse,
pensar un poco, consultar un mínimo. Aferrados a una visión manipuladora de la
política creen que espantarán con consignas y tretas a los nada fantasmagóricos
emisarios de la corrupción, el desabastecimiento, la inflación, la inseguridad,
el caos vial y eléctrico, que tanto asombran al mundo cuando constatan que todo
sucede en un país petrolero y que ya empiezan a hartar incluso a quienes
todavía los apoyan.
No conformes con todas las
atribuciones que han confiscado a la sociedad, ahora quieren una Ley
Habilitante con poderes especiales, para continuar en el empeño de desguazar lo
poco que han ido dejando en pie. No se dan cuenta que el terrible vacío que han
ido creando terminará por tragárselos con la fuerza de una agujero negro. Es
cuestión de tiempo y votos.
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