Por Jesús
Alexis González, 04/10/2013
“Lenin
tenía toda la razón, no existe medio más efectivo ni más sutil para destruir la
base existente de la sociedad, que destruir la moneda. Por un proceso continuo
de inflación los gobiernos pueden confiscar en secreto y sin que nadie se
percate de ello, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos. El
proceso pone en marcha todas las fuerzas económicas del lado de la destrucción,
y lo hace de tal forma que ni un hombre en un millón lo podrá diagnosticar”
(J.M, Keynes, 1.919). “Muchos países sufren hoy los efectos de una inflación
socialmente devastadora, un paro anormalmente alto, una errónea utilización de
los recursos económicos y, en ciertos casos, la pérdida total de la libertad”
(M. Friedman, 1.976). El Estado ha cumplido tradicionalmente el papel de regulador de la economía en procura de
perfilar con éxito el destino del país, hecho que en la actualidad está
marcadamente afectado por un nuevo orden
mundial caracterizado por particularidades y reivindicaciones
infraestatales que obliga a los Estados a introducir profundas transformaciones
(y reformas estructurales) en relación a la manera de intervenir directamente
en el área económica nacional en un contexto de equilibrio entre el “Estado mínimo” y el “Estado populista”
En tal
escenario, la función económica del
gasto público ha de tener como finalidad incentivar la actividad económica
y nunca “la destrucción de la base
existente de la sociedad” (Lenin) a lo cual puede llegarse bien por
ignorancia o bien por intenciones soterradas. En lo específico del caso venezolano, el gasto público ha
elevado su participación en relación al PIB desde un 29% en 1998 hasta un 44% en 2012 equivalente a unos Bs 472,1
millardos, estimándose que para el 2013 se sitúe por encima de los Bs 750
millardos (sin incluir el efecto electoral), siendo que lo ejecutado en los 8
meses que han transcurrido alcanzó unos Bs 508 millardos para un promedio
mensual 2013 de Bs 63,5 millardos; tal accionar gubernamental ha propiciado un
gran desequilibrio macro y microeconómico, donde se
destacan, entre otros, los temas de liquidez monetaria, inflación, reservas
internacionales y el mercado de divisas. Durante el período 2000-2013 la liquidez monetaria creció en más del
6.000% hasta ubicarse en unos Bs 913,2 millardos para agosto 2013, que bajo
la forma de oferta monetaria se
inyecta a la economía por intermedio de un gasto público estimulador de la
demanda interna (más allá de la inversión), con evidente efecto sobre la
elevación de precios (inflación) y el desabastecimiento ante el manifiesto
desequilibrio con respecto a la oferta doméstica de bienes y servicios, que al
mismo tiempo impacta sobre un aumento de
las importaciones y el diferencial cambiario.
Las reservas internacionales muestran una
caída sostenida desde 2008 cuando se ubicaron en $ 43,1 millardos, disminuyendo
para diciembre 2012 hasta $ 29,8 millardos, en junio 2013 a $ 24,9 millardos,
en julio 2013 a $ 23,3 millardos (similar al 2007), en la 1ra. quincena de septiembre 2013 a $ 22,9 millardos (similar
a noviembre 2004) y en la 2da. quincena a $ 21,9 millardos; donde el 70% de dichas reservas está representada
por barras de oro (366 toneladas/12 millones de onzas), muy distante del promedio de América Latina que es de un 8%,
mientras que la parte liquida de las reservas operativas es de apenas unos $ 1,8 millardos que sólo cubre 1 mes de importaciones, con el
agravante que el respaldo de las
reservas con respecto al bolívar es de un 20% (1 dólar respalda 0,20 partes de
1 bolívar); e igualmente la cuenta liquidez monetaria/reservas internacionales
arroja un tipo de cambio implícito
superior a 35 Bs/$ (¡inminente devaluación!); situación que en mucho es
causada por la expansión del gasto
público respaldado con emisión de dinero inorgánico. De igual modo en Venezuela
la inflación acumulada 1999-mayo 2013 es
de un 1.800%, mientras que la inflación agosto 2013 se situó en 32,9% y la
anualizada (agosto 2012-agosto 2013) ya supera el 45,4%. En fin, la inflación secular como fenómeno social
de largo plazo está destruyendo nuestra
moneda, confiscando la riqueza, acabando con la libertad, demoliendo la
sociedad; todo ello en el marco de una
preocupante inseguridad.
Econ. Jesús Alexis González
@jagp611
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