Por Mario Villegas, 13/10/2013
Si en el año 2006 William Ojeda amenazaba con incendiar al país (un “candelero” lo llamó él) y con propiciar una movilización opositora hasta Miraflores para arrebatarle la banda presidencial al presidente Hugo Chávez Frías, el doctor Hermann Escarrá no se quedaba atrás. Pidió convocar una “marcha sin retorno” y que nadie volviera a su casa hasta echar a Chávez de la Jefatura del Estado. No obstante, ambas posturas ultrarradicales mostraban un matiz diferente: Ojeda demandaba condiciones electorales equitativas por parte del Consejo Nacional Electoral, mientras Escarrá insistía en deslegitimar al régimen y acusaba de “colaboracionista” a cualquier persona o agrupación política que osare participar u opinar en favor de la vía electoral para propiciar cambios políticos en el país.
Ni Ojeda ni Escarrá lograron arrastrar hacia sus posturas extremistas más que a pequeños sectores radicalizados, mientras los sectores más racionales y responsables de la oposición posicionaron nacionalmente la ruta electoral como el camino para alcanzar los cambios democráticos que Venezuela demandaba y demanda. Fue así como Teodoro Petkoff, Manuel Rosales y Julio Borges presentaron sus precandidaturas presidenciales para los comicios de ese año, en los que finalmente Petkoff y Borges declinaron a favor de Rosales.
Pese al ventajismo gubernamental y a la prédica abstencionista de ciertos sectores opositores, la candidatura de Rosales obtuvo el 40 por ciento de la votación, con unos 4 millones 300 mil sufragios, y Chávez fue ratificado con el 60 por ciento, poco más de 7 millones 300 mil. Después, en 2007, vino la reforma constitucional, en cuyo referendo el presidente Chávez recibió su primera y personalísima derrota nacional. Luego, en 2008, la oposición alcanzó importantes gobernaciones y alcaldías, y en 2010 logró una segunda victoria nacional con el 52 por ciento de los votos en las elecciones legislativas, no obstante lo cual el chavismo logró mayoría en la Asamblea Nacional producto de una previa y antidemocrática reforma a la legislación electoral y de groseras triquiñuelas en la conformación de los circuitos electorales. En estas elecciones, el oficialismo vio favorecida su representación al Parlamento Latinoamericano gracias a que un grupo opositor disidente inscribió candidaturas fuera de la Unidad Democrática. A la cabeza de ese grupo estaba el doctor Escarrá.
En octubre de 2012, Chávez fue reelegido con el 54 por ciento y totalizó unos 8 millones 100 mil votos, mientras la oposición alcanzó el 45 por ciento con 6 millones y medios de sufragios. Muerto en marzo de 2013 el Presidente Electo, en abril hubo nuevas elecciones presidenciales y el electorado se repartió fifty-fifty entre el oficialismo y oposición. Según las cifras oficiales, el hoy presidente Nicolás Maduro obtuvo 51 por ciento, unos 7 millones y medio de votos, en tanto que Capriles sumó el 49 por ciento, o sea 7 millones 300 mil sufragios. En la ruta pacífica, democrática, constitucional y electoral, la oposición ha venido creciendo significativa y consistentemente. Las únicas victorias políticas y electorales que ha logrado han sido precisamente en este camino.
¿Dónde estaría la oposición si hubiese prendido el candelero planteado por Ojeda o se hubiese lanzado sobre Miraflores a una marcha sin retorno como lo pedía Escarrá? Imposible saberlo. Lo que sí se sabe es que ambos, tanto William el comecandela, como Hermann el anticolaboracionista, ya no están en la oposición.
A Ojeda lo vemos muy disciplinadito y bailando pega’o con el presidente Maduro y la “primera combatienta” Cilia Flores, la misma que hace poquito, siendo presidenta de la AN, estuvo a punto de allanarle su inmunidad parlamentaria. Y ni se diga con Diosdado Cabello, su otrora odiado enemigo mirandino, de quien recibe ahora su buena ración de ordeno y mando.
Escarrá, cuya intransigencia provocaba orgasmos entre damas y caballeros del mantuanaje caraqueño e interiorano y en los más intolerantes círculos opositores, a la vez que la burla y desprecio entre la élite roja rojita y los medios oficialistas, no se queda atrás. De la noche a la mañana, ahora es primer chicharrón en las pantallas televisivas del sistema nacional de medios públicos, ora como entrevistado, ora como expositor, ora como objeto de reseñas políticas y sociales. Por si fuera poco, un reciente libro de su autoría, (“Chávez y el proceso constituyente de 1999”), ha sido apadrinado nada menos que por el ex ministro de Interior y Justicia y ahora gobernador de Aragua, Tareck El Aissami. El acto del bautizo estuvo presidido por un enorme retrato del fallecido presidente Chávez. Para remate, el doctor Escarrá es, sorprendentemente, el comentarista oficial de la edición ilustrada de la Constitución Nacional, de la cual el gobierno se ha propuesto publicar cinco millones de ejemplares para distribuirlos entre la población escolar del país. Y digo sorprendentemente por tres razones: la primera, Escarrá objetó y se propuso echar atrás judicialmente lo que llamó el cambio de nombre de la República de Venezuela por el de República Bolivariana de Venezuela. La segunda, a lo largo de todos estos años acusó al gobierno de violar el articulado constitucional. Y la tercera, siempre fue un ácido crítico del ejercicio unipersonal del poder por parte del presidente Chávez, cuyas ilustraciones en esta edición exceden con creces, en número y en relevancia histórica, las del libertador Simón Bolívar.
Es entendible y respetable el derecho de cada individuo a cambiar sus posiciones políticas. Lo que no luce muy comprensible, ni tal vez muy justificable, es que esos cambios ocurran en breves lapsos y sin explicación alguna, bien sea previa o posterior, no solo para quienes creyeron o se dejaron llevar por las ideas de la persona, sino también para quienes integran el ámbito de actuación de ésta. A mayor jerarquía y figuración pública, mayor será el número de demandantes de explicaciones.
Así que no solo los opositores ultrarradicales, sino también los que integran los partidos y tendencias de la Mesa de la Unidad Democrática, al igual que los chavistas de todas las corrientes, lo mismo que los no alineados y ni-nis, con seguridad querrán conocer las razones que han privado en las recientes actuaciones políticas de mi apreciado doctor Escarrá. Y, por supuesto, querrán saber a ciencia cierta si la marcha que ha emprendido el ilustre jurista venezolano tiene o no tiene retorno.
BREVES
Carretera de la Costa
Desde Aricagua, me escribe el señor José Mendoza: “Buenos días, licenciado Villegas. Desde Aricagua, en el municipio Brión, estado Miranda, carretera de la costa, que une Miranda y Vargas, le suplicamos por favor ayudarnos con este sufrimiento que por años padecemos los habitantes de esta abandonada zona, con la eterna construcción de nuestra carretera, un desfalco a la nación. Los niños viajan 50 kilómetros diarios para asistir a clases en Higuerote arriesgando la vida por lo peligroso de la vía Aricagua-Pueblo Seco-San José-La Yaguara y Guayabal. Tenemos años esperando por esta vialidad”.
Mario Villegas
@mario_villegas
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