ROSALÍA MOROS DE BORREGALES sábado 31 de mayo de 2014
Creo, sin temor a equivocarme, que
habrán muy pocos corazones cuyas fibras no hayan sido conmovidas al escuchar la
magnifica pieza "El Mesías" de Georg Friedrich Händel (su verdadero
nombre alemán) 1685-1759. Una obra que nos exalta a una emoción sublime e
inspiradora llevándonos a la cumbre en el momento del "Aleluya". Se
trata de un Oratorio en el que se expone la vida de nuestro Señor Jesucristo.
Destacado como ningún otro entre la extraordinaria colección de Oratorios
Handelianos, compuesto en la ciudad de Londres en el año 1741.
Cuenta la historia que Händel se encontraba atravesando un período de depresión profunda, su salud era frágil y su autoestima había sido golpeada fuertemente cuando la nobleza inglesa le había quitado su puesto de honor en el Teatro del Rey (King's Theatre). En medio de esta situación llevaba un tiempo sin componer, cuando un día recibió del libretista Charles Jennens un Oratorio. Händel lo comenzó a leer sin ningún entusiasmo, a primera instancia juzgó aquel manuscrito como de segunda. La obra, formada por fragmentos bíblicos, había sido compuesta como si se tratara de una ópera dividida en tres actos, subdivididos a su vez, en diferentes escenas.
Mientras sus manos pasaban rápidamente una hoja tras otra, sus ojos se clavaron en un verso del libro bíblico de Job (19:25). Estas palabras iluminaron su pensamiento, Händel se sintió identificado con ellas, creyó que al igual que Job sería levantado del polvo y ciertamente lo fue. Inmediatamente comenzó a escribir la música, se sentía eufórico, la notas aparecían una tras otra en su mente sin pausa. Fueron tres semanas de intenso trabajo. Su ayudante estaba atónito, después de tantos días sin componer el maestro parecía haber perdido la cordura, pues no paraba de trabajar; la comida permanecía intacta, no dormía durante las noches. Incluso, llegó a decirle a éste que Dios estaba sobre él y sus ángeles le acompañaban mientras componía.
No lo dudo de ninguna manera, Dios exalta su Palabra y su Palabra nos vivifica. Podríamos afirmar que la obra revela en su primera parte la vida del Mesías desde las profecías del libro de Isaías que anuncian su venida, pasando por la anunciación del ángel descrita en los evangelios. Luego, en la segunda parte se ilustra la pasión, resurrección y ascensión de Cristo. Aparece también la famosa cita del grito del alma de Job que conmovió a Händel, seguida por la contemplación de Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, para terminar esta parte con el apoteósico Aleluya. Finalmente, la obra concluye con los coros del Apocalipsis. Jennens había plasmado en su Oratorio la verdad sobre El Mesías revelada en las Sagradas Escrituras y Händel había recibido una visita celestial para hacer de este Oratorio una de las obras maestras de la música barroca.
De la misma manera que las tinieblas de Händel fueron iluminadas por aquella exclamación de fe de Job: "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo", la oscuridad que nos rodea hoy puede ser disipada por la luz maravillosa de Cristo. ¡La luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecerán contra ella! El camino a la resurrección de nuestra nación es el camino de Dios. Es el tiempo de levantarnos del polvo; el tiempo de un grito de fe, de enlazar nuestras manos como hermanos, de levantar la voz de nuestros corazones en oración. Si así lo hacemos, ciertamente podremos entonar juntos:
¡Rey de Reyes, por siempre y para siempre. Señor de Señores, Aleluya, aleluya, aleluya!
Cuenta la historia que Händel se encontraba atravesando un período de depresión profunda, su salud era frágil y su autoestima había sido golpeada fuertemente cuando la nobleza inglesa le había quitado su puesto de honor en el Teatro del Rey (King's Theatre). En medio de esta situación llevaba un tiempo sin componer, cuando un día recibió del libretista Charles Jennens un Oratorio. Händel lo comenzó a leer sin ningún entusiasmo, a primera instancia juzgó aquel manuscrito como de segunda. La obra, formada por fragmentos bíblicos, había sido compuesta como si se tratara de una ópera dividida en tres actos, subdivididos a su vez, en diferentes escenas.
Mientras sus manos pasaban rápidamente una hoja tras otra, sus ojos se clavaron en un verso del libro bíblico de Job (19:25). Estas palabras iluminaron su pensamiento, Händel se sintió identificado con ellas, creyó que al igual que Job sería levantado del polvo y ciertamente lo fue. Inmediatamente comenzó a escribir la música, se sentía eufórico, la notas aparecían una tras otra en su mente sin pausa. Fueron tres semanas de intenso trabajo. Su ayudante estaba atónito, después de tantos días sin componer el maestro parecía haber perdido la cordura, pues no paraba de trabajar; la comida permanecía intacta, no dormía durante las noches. Incluso, llegó a decirle a éste que Dios estaba sobre él y sus ángeles le acompañaban mientras componía.
No lo dudo de ninguna manera, Dios exalta su Palabra y su Palabra nos vivifica. Podríamos afirmar que la obra revela en su primera parte la vida del Mesías desde las profecías del libro de Isaías que anuncian su venida, pasando por la anunciación del ángel descrita en los evangelios. Luego, en la segunda parte se ilustra la pasión, resurrección y ascensión de Cristo. Aparece también la famosa cita del grito del alma de Job que conmovió a Händel, seguida por la contemplación de Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, para terminar esta parte con el apoteósico Aleluya. Finalmente, la obra concluye con los coros del Apocalipsis. Jennens había plasmado en su Oratorio la verdad sobre El Mesías revelada en las Sagradas Escrituras y Händel había recibido una visita celestial para hacer de este Oratorio una de las obras maestras de la música barroca.
De la misma manera que las tinieblas de Händel fueron iluminadas por aquella exclamación de fe de Job: "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo", la oscuridad que nos rodea hoy puede ser disipada por la luz maravillosa de Cristo. ¡La luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecerán contra ella! El camino a la resurrección de nuestra nación es el camino de Dios. Es el tiempo de levantarnos del polvo; el tiempo de un grito de fe, de enlazar nuestras manos como hermanos, de levantar la voz de nuestros corazones en oración. Si así lo hacemos, ciertamente podremos entonar juntos:
¡Rey de Reyes, por siempre y para siempre. Señor de Señores, Aleluya, aleluya, aleluya!
ROSALÍA MOROS DE BORREGALES
rosymoros@gmail.com
http://familiaconformealcorazondedios.blogspot.com
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