Américo Martín 29
de mayo de 2014
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin
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Dos días antes de las presidenciales
de Colombia, las encuestas –generalmente acertadas- pronosticaban un empate
técnico, pero con ventaja de Oscar Iván Zuluaga, el candidato de Álvaro Uribe,
que venía en ascenso. El resultado de la primera vuelta nos dice que en efecto,
Zuluaga obtuvo una victoria sobre el Presidente Santos con ventaja apretada
pero clara. No se produjo el empate técnico.
Se usó el económico y sencillo voto
manual, para nada el pomposo y costoso procedimiento venezolano, fuente por
cierto de denunciados hechos de corrupción. Y sin embargo, el primer y decisivo
boletín, contrario a quien ejerce el poder, se produjo apenas una hora después
de cerradas las urnas de votación. En Venezuela la ostentosa votación automatizada
se toma mucho más tiempo para darnos a conocer lo ocurrido. En Colombia ninguno
de los candidatos objetó el dictamen de la Registraduría Nacional y el Consejo
Nacional Electoral, que es mucho más de lo ocurrido en Venezuela en los
comicios que elevaron a Maduro a la presidencia con una pírrica y dudosa
ventaja.
La segunda vuelta arrancó al
anunciarse datos irreversibles. Con enorme brío, Santos situó nuevamente el
tema decidendum en el dilema de paz o guerra, confianza o desconfianza, buenas
o malas relaciones con los países vecinos. Con ese mensaje espera enganchar los
votos de Martha Lucía Ramírez del partido conservador (15,3%), Clara López del
Polo Democrático Alternativo y Enrique Peñalosa de Alianza Verde (8.9%)
Pero, emocionado por su gran
desempeño, Zuluaga aceptó el reto. La paz, sí, es el problema de los problemas,
sin embargo la diferencia es la impunidad. Paz con o sin impunidad para los jefes
de las FARC, acusados por la justicia colombiana de delitos considerados de
lesa humanidad. That´s the question.
Son las sorpresas de la política. Un
país en consistente desarrollo, estabilidad institucional y con variables
económico-sociales cada vez mejores, podría cambiar de presidente dentro de
pocas semanas por manejos erráticos del mandatario. Ganará quien pueda incidir
más intensamente en las tres opciones minoritarias.
Y en Venezuela. ¿Qué pasó en esas dos
sintomáticas pruebas de San Cristóbal y San Diego?.
Fue aplastada la teoría madurista a
tenor de la cual las protestas en Táchira y Carabobo provenían de escasas
minorías animadas por el imperio, Uribe y Fox. Engañaron a los socios de Unasur
con la cháchara de la guerra económica, los complots y magnicidios al acecho.
No, amigos, con el voto de todos los estamentos sociales del pueblo se demostró
la sustantividad de las protestas estudiantiles. En San Diego la abstención fue
inferior a la de diciembre, lo mismo que en San Cristóbal y en ambos comicios
las valientes Rosa y Patricia con sus esposos encarcelados y la MUD con su
tarjeta única, ratificaron y ampliaron la paliza dispensada al apaleado
madurismo en diciembre. Patricia acumuló ¡73, 72% en la capital del Táchira y
Rosa, 87,62%, en el municipio San Diego de Carabobo!
El mundo se enteró del fracaso
absoluto de la despiadada represión con su macabro cortejo de asesinatos,
torturas y ataques brutales contra la propiedad y demás derechos ciudadanos.
Dos desconocidos Municipios dieron una elocuente demostración de lo que pasa en
Venezuela, alcanzando una notoriedad impresionante.
¿Y qué decir de la discutida unidad
opositora? Se pregonaba el supuesto cisma rupturista de la disidencia
venezolana. El gobierno se solazaba alegando que si el oficialismo estaba roto,
la oposición también lo estaría.
De mil maneras insistí en que era
comparar peras con manzanas. La oposición es democrática y como tal expresa la
diversidad existente en la población. El gobierno, autocrático, se basa en un
partido único, una ideología única, una sola voz, una deidad reinante desde el
Más Allá. Las corrientes internas son perseguidas y los candidatos oficialistas
son seleccionados por el dedo presidencial.
En la oposición no hay una sola voz,
sino tantas cuantas corrientes de pensamiento existan en el país y por lo tanto
las diferencias prueban más bien su solidez y representatividad. Siendo
diferentes se unen frente al objetivo común y esa unidad funciona en forma
maravillosa. En San Diego y San Cristóbal todas las organizaciones democráticas
se compactaron, usaron la tarjeta única de la MUD y trabajaron con hermosa
armonía.
Los partidarios de la abstención no
fueron oídos. Es de esperar que reconozcan su equivocación, aunque no me hago
ilusiones al respecto. Algunos aseguraron que el resultado sería escamoteado, y
aún si hubieran tenido razón, la participación era necesaria para poner en
evidencia la perversión antidemocrática del régimen. Se probó sin embargo, que
con fuerte presencia de testigos bien preparados, es posible conjurar las
tentativas de fraude.
Nada más pernicioso que el fatalismo
de muchos escépticos. Respaldan todas las formas de abstención. Creen que es
más ético retirarle la palabra a los de la otra acera que derrotarlos en la lid
electoral. Olvidan que el liderazgo democrático enfatiza o debe hacerlo su
responsabilidad con millones de ciudadanos en lugar de desentenderse de ella
para labrarse una reputación de estólida firmeza que a nadie sirve. La moral,
la de verdad, la desinteresada, la que es para el servicio colectivo, es la del
fin democrático alcanzado, así no reporte medallas individuales.
Déjenme concluir de esta manera.
Los griegos de la Antigüedad, unidos
en su civilización helénica alrededor del Ágora de la democracia, se
enfrentaban frecuentemente entre sí, pero ante la amenaza común, la invasión
persa, por ejemplo, se agrupaban en haz compacto. Eran como el acordeón que se
abría en la paz y se compactaba en la lucha contra la agresión ajena o ante el
objetivo común.
Es la ventaja más notable de la
democracia en su interminable lucha contra la autocracia.
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