Por MIGUEL BAHACHILLE - ago 26, 2014
@MiguelBm29
Inseguridad personal y financiera,
inflación, carestía, criminalidad, secuestros, ruina de infraestructura, éxodo
de jóvenes, violencia institucional, entre muchas vicisitudes, configuran un
patrón público conducente a la incivilidad y, por ende, entregado al albur de
la anarquía. Mientras ese esquema apelotonado en los últimos 15 años coloca al
residente contra la pared, el gobierno se distrae con el delirio de “la patria
revolucionaria y segura”. Mala señal para el vecino que sobrevive exaltado ante
la ausencia del Estado protector y profusa presencia del gendarme interventor.
Los apremios vecinales se dirimen ahora ante grupos con potestades especiales,
arquetipo “Colectivos”. Así pues, ¡fuera los entes gubernativos formales!
Entonces; ¿Hacia dónde vamos?
El ideal de ascenso prometido por un
populista, hoy probadamente imposible de satisfacer, empujan a más personas a
buscar futuro en otros países. Ningún oficialista se preocupa por esta
constatación. Prefiere rebuscar “traidores de la patria” y polarizar con
alusiones ofensivas. Refleja con sus tics el “síndrome de apatía paralizadora”.
Aquel que se origina cuando no puede especificar alguna obra de gobierno. Quizá
ni sepa dónde está; mucho menos adónde va.
Citemos un rubro esencial. ¿Dónde
estamos y hacia dónde vamos en materia de provisión de alimentos? Las
confiscaciones al azar de tierras fértiles evidenció la insolvencia gubernativa
para cubrir la producción y distribución no sólo de comestibles sino de
cualquier otro bien básico. La creación de aparatos estatales sustitutivos,
como Agropatria, ha culminado en enjutas fuentes de corrupción mientras el
vecino pernocta durante horas en las puertas de supermercados escudriñando
víveres con precios trepados en más del 100%.
Lo mismo sucede en áreas industriales,
higiénicas, comerciales, recreativas y de cualquier otro ámbito cotidiano rural
o urbano. El gobierno percibe que su reclinatorio más anhelado, la adaptación
colectiva a lo peor, está haciendo aguas. Adecuarse a “esto” significa admitir la institucionalización de la
miseria. Los cegados radicales que insisten en negar la devastación, bien les
vendría visitar cualquier poblado del país enterarse del quebranto colectivo
que ocasionan la carencia y la inseguridad.
Sufrimos los dislates de hoy sin saber
de buena tinta cuál es el plan de gobierno futuro. Sí estamos al tanto que bajo
el actual esquema, muy disforme, la nación se hunde aún más en el ocaso
institucional. El arreglo social previo a estos 15 años edificado a lo largo de
un siglo ha sido desgarrado por una metáfora carente de integridad e incapaz de
ofrecer designios sucedáneos racionales. El Consejo de Comunas con rango
presidencial, anunciado por Maduro, devela el desprecio oficial por las
instituciones tradicionales.
Las auténticas democracias tienden por
principio a promover la pluralidad. Razón por la cual también son necesarias
organizaciones y métodos pluralistas. Cualquier cosa en contrario es otra cosa,
pero no Democracia. La diversidad, por ejemplo, no existe en los regímenes
autocráticos del Medio Oriente porque no se entiende. La confesión del
conspicuo revolucionario, Rodríguez Araque, en la cual enfatiza que en
Venezuela se llega al poder por votos, no de otra forma, intenta llamar la
atención de algunos regentes del régimen que detractan cualquier opinión y
método disidente.
El miope se altera cuando extravía los
anteojos porque rápidamente se da cuenta que comienza a ver muy mal. En esta
revolución ocurre exactamente lo contrario. El revolucionarioavista el país a
través de lentes deformantes. Los cristales están adheridos a la órbita de sus
ojos y no se le ocurre quitárselos para tener una visión más abierta de los
desequilibrios creados por esa ceguera auto inducida.
Ojalá no sea tarde para tirar los anteojos
deformadores y examinar con cordura el actual contexto económico y social que
afecta a más del 80% de la población. El país no sabe hacia dónde va y, al
parecer, el presidente tampoco.
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