Por Jesús Alexis
González, 18/08/2014
Históricamente, y
muy especialmente desde los años 60, la búsqueda de una economía política que
oriente las Naciones hacia concretos modelos de desarrollo económico-social en
procura del mayor bienestar de la población en el marco de una equilibrada
distribución de la riqueza, ha mostrado una permanente y profunda
diferenciación ideológica (aparentemente insalvable) entre el capitalismo y el
socialismo al extremo de rechazar entre si las potenciales bondades de cada una
de estas corrientes de pensamiento (¡todo
en blanco y negro!). En esencia, ambos enfoques pretenden una aspiración
común desde el punto de vista económico: la
producción de bienes y servicios al más alto nivel de eficiencia; pero de
igual modo, en ellas subyace una forma particular de plusvalía (tomado siempre como eje del enfrentamiento) la obtenida
por el empresario o la obtenida por el Estado (pero siempre plusvalía), ante la
obviedad de la necesidad de reinvertir beneficios para mantener la tendencia
secular del crecimiento económico como condición para la elevación del nivel de
vida de los habitantes. Siendo así, y permitiéndonos un reduccionismo académico
(como requisito del espacio para un Artículo), soslayamos lo concerniente al
modo y las relaciones de producción en su rol condicionante del
desenvolvimiento social (propiedad privada o pública de los medios de
producción); todo ello en aras de centrar y contextualizar la reflexión en el
interesante aspecto relativo a que la mayor diferenciación entre estas
corrientes ha de encontrarse en la forma
de distribuir lo producido (abstracción hecha de la superestructura de
pensamiento político que lo sustente), lo cual puede llevarse a cabo o bien por
el mecanismo impersonal del mercado o bien por la acción planificada del
Estado, a la luz de una obviedad que los iguala: debe existir una riqueza (bienes y servicios) para ser distribuida (para
el caso venezolano ha de ser mucho más que solo la renta petrolera), lo cual
equivale a señalar que ha de existir un aparato productivo en continuo
movimiento ascendentemente equilibrado. A tenor de lo expresado, damos por
entendido que cuando se utiliza la expresión capitalismo se está haciendo referencia al mercado como el ambiente que facilita el intercambio de bienes y
servicios en respuesta a la interacción oferta-demanda, que en honor a la
verdad en la modernidad ha dejado de ser
libre habida cuenta que el Estado interviene constantemente en función de
garantizar a una mayor cantidad posible de población al acceso equitativo a
ciertos bienes y servicios; mientras que la expresión económica de socialismo hace referencia a un
ambiente de distribución sin mercado ,
el cual es ocupado por el Estado en razón de instrumentar un marco teórico y de
política económico-institucional que pretende la justicia social, la
responsabilidad individual y la solidaridad, a través de una planificación centralizada.
En el socialismo de mercado, se asume una armonía entre el capitalismo y el
socialismo teniendo al mercado como la principal institución económica,
siendo por tanto un concepto que rechaza el colectivismo y la planificación estatal no conforme con el mercado,
e igualmente rechaza el dejar hacer
dejar pasar del liberalismo clásico. En concreto, se descartan aquellos
aspectos del capitalismo y socialismo que representen posturas extremas que
pudieran obstaculizar la libre competencia comercial o favorecer de manera
desigual a parte alguna involucrada en
el proceso. En tal sentido, sostienen que el mercado con funcionamiento totalmente
libre es generador de desigualdades sociales y miseria, mientras que por su
parte el socialismo de Estado conforma
un modelo de gestión de las empresas económicamente inefectivo y políticamente
autoritario, más aun cuando las decisiones económicas están subordinadas a una
planificación centralizada.
En función de
evitar juicios valorativos que enmarquen al socialismo de mercado como una
utopía necesaria pero de difícil realización, abordaremos sucintamente la realidad del modelo chino como una
referencia positiva digna de ser conocida, cuyo régimen de Gobierno es una República Popular Comunista basada en
su Constitución Nacional. Durante muchos años, su política económica se
sustentó en una férrea dirección por parte del Gobierno, con la asistencia de
los demás Poderes y del Comité Central del Partido Comunista, hasta que a
finales de 1978 durante la III Sesión Plena del XI Comité Central del Partido
se aprobó el inicio de un cambio de rumbo de su economía que estaba fundamentada en el
modelo soviético de planificación centralizada, para orientarse hacia la economía social de mercado propiciando,
entre otros cambios, el estímulo para la localización de pequeñas empresas, una
apertura a las inversiones extranjeras, la inserción en el comercio
internacional y la cooperación económica con múltiples consorcios industriales
y comerciales transnacionales. A finales de 1993, el Gobierno aprobó una serie
de reformas y leyes a la luz de mejorar el funcionamiento del mercado, en
conjunto con la eliminación de gravámenes y controles que frenaban el consumo
interno, hasta plantearse la incorporación gradual y equilibrada de todos los
sectores productivos al proceso; siendo que al tiempo, por ejemplo, la
industria ligera (empresas del sector consumo) productora de motocicletas (y
similares), electrodomésticos, computadoras, entre otros, se abrió a la inversión
extranjera lo cual indujo un escenario donde más del 90% es de propiedad
privada conformado por empresas de otros países.
En síntesis, el “milagro chino” se fundamenta en (1) El desarrollo de la agricultura como sector
estratégico de la economía nacional; (2)
Una industrialización a distintos niveles y tamaños y un apoyo a la pequeña
empresa; (3) La apertura económica a
la inversión extranjera y al comercio exterior; (4) El combate a la corrupción y otros delitos económicos; y (5) La reducción de gravámenes y
controles que frenen la producción y consumo interno. Resulta de suma
importancia destacar, que China adoptó el socialismo de mercado sin renunciar a
sus funciones sociales esenciales en las cuales funda su Política de Estado, y
sin modificar su sistema político ni su régimen de gobierno pero incorporando el mecanismo del mercado con
la debida regulación del Estado pero sin intervenir directamente creando de
tal forma un escenario favorable a la inversión y al consumo interno, teniendo como norte el bienestar del pueblo
chino.
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