Por Dra. Aida Lamus Valero, 27/07/2014
Boletín 191 AIPOP
Había una vez, un país tan promisorio en su desarrollo económico y
social que cientos de miles de personas en la segunda mitad del siglo pasado
decidieron establecerse en él, quienes conjuntamente con los nacidos en esta
tierra de gracia, unieron sus esfuerzos para constituir una sociedad, donde los
sueños se hicieron realidad; mediante el estudio y el trabajo se logró una
movilidad social sin precedentes, generaciones de jóvenes se formaron en las
universidades nacionales e internacionales. El ascenso social era posible,
cualquier recién graduado tenía a su alcance la adquisición de un automóvil, de
una vivienda de obtener un título de cuarto nivel, artesanos, trabajadores por
cuenta propia tenían la oportunidad de dar a sus hijos una educación de calidad
y la esperanza de una mejor calidad de vida.
Desde la gran Venezuela, con el incremento sin precedentes del precio
del petróleo, se inicia un proceso paulatino de deterioro, en la primera etapa
proyectos faraónicos, escaso control de gestión, e ineficiencia nos
convirtieron en un país más dependiente de la exportación concentrada en el
petróleo y sus derivados, el endeudamiento externo y la baja del precio de los
hidrocarburos nos llevó a los controles de cambio, a la inflación y a la
escasez, al deterioro de los partidos políticos y como consecuencia natural a
la disposición social de oír cantos de sirena convertidos hoy, en un socialismo
que más que un sistema político se asemeja al colapso de un país, cuya crisis
nos puede convertir en el futuro cercano en una colonia cuyo centro de decisión
no pertenece ni siquiera a la civilización occidental.
Frente a la crisis más severa de nuestra historia, se requieren
esfuerzos para unificar propuestas, en los tres ámbitos político, social y
económico. Sin embargo por razones de espacio, nos limitaremos a éste último y
más específicamente a los potenciales caminos de financiamiento: 1º- Financiamiento
mediante medidas de ajuste convencionales y 2º-Financiamiento respaldado por
suministro de petróleo.
En la primera alternativa, el costo político es alto, situación que
demanda un apoyo de las instituciones políticas, organizaciones gremiales y
empresas debiéndose limitar en lo posible la disminución del gasto social,
estableciendo un mayor control y exigiendo eficiencia así como responsabilidad
de los ejecutores de los programas. Esta alternativa para tener éxito debería
comprender un plan integral, reducción del déficit fiscal, inflación,
devaluación de la moneda, reducción del gasto público, diversificación de las
exportaciones, supresión de controles de precios y revisión del subsidio a la
gasolina. Aunado a un gobierno cohesionado y fortalecido por la sociedad.
Situación que hoy en día no parece viable a causa de las diferencias en el PSUV
y el dogmatismo que impide un dialogo. La 2º- opción puede ganar tiempo pero no
resiste un análisis serio. En efecto, al revisar el Convenio con China más reciente,
aun cuando el Presidente Maduro dice: “El financiamiento chino no crea una
deuda pesada porque está respaldada por suministro de petróleo” o como afirma
el Ministro Menéndez: “No es un endeudamiento, es el producto de la venta del
mercado de petróleo que permite disponer del pago adelantado”, en realidad se
trata de un establecimiento de zonas económicas del sector automotriz e
industria petrolera, de empresas mixtas, en otras palabras es un apalancamiento
de proyectos “estructurantes” en Venezuela ampliando el financiamiento del
Eximbank a las exportaciones de bienes y servicios hacia nuestro país,
colocándonos en una situación cercana a la de una colonia de China en ultramar.
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