Por Angelica Alvaray,
30/08/2014
Regresé a Caracas
después de algunos meses fuera. Ya pasaron las barricadas, las protestas, las
bombas lacrimógenas y los tiroteos, los incendios y los gritos; quedaron los
muertos, los presos y una amargura espesa en el aire. Caracas respira una calma
aparente, la gente huye de vacaciones o se esconde detrás de la rutina, baja
los ojos para no ver la basura que se amontona en cada rincón de cualquier
municipio, espera con resignación en las colas ya habituales para comprar
carne, medicinas, Harina Pan o aceite. No se comentan los secuestros, ni los
muertos del fin de semana, la realidad consiste en la versión oficial de lo que
sucede, los medios no hacen sino publicar propaganda del gobierno y echarle la
culpa a la oposición de todo: desde la corrupción hasta el precio de la
gasolina, desde la inflación hasta el contrabando.
Por otra parte, los
dirigentes de la oposición no terminan de ponerse de acuerdo en una estrategia
de lucha, en una misma semana saltan diversas vías, ninguna mejor que la otra,
mientras el país se hunde sin dirección y sin visión de cambio. Y ante esta
falta de perspectiva, lo que está ocurriendo es que seguimos perdiendo talentos.
Ante la inflación, la escasez y los controles crecientes, la inseguridad
instaurada y la falta de oportunidades de calidad, cada vez más venezolanos,
jóvenes y no tan jóvenes, buscan afuera ese futuro que no ven en el país.
Muchos se van con los pies pesados, quizá voltean a mirar hacia atrás mientras
hacen maletas y venden los carros, por si a alguien se le ocurre algo mejor y
logran encontrar una buena excusa para quedarse.
Revertir esta situación
no es cosa fácil. Es necesario lograr trasmitir que el cambio es posible y
factible, que podemos trabajar desde ya en mejorar nuestro entorno. Los
dirigentes de la política opositora deben saldar sus diferencias, dejar a un
lado los egos y actuar hacia la consolidación de una base popular de apoyo al
proyecto democrático. No hay mejor constituyente que tomar la Asamblea Nacional
por asalto de votos, que arremangarse y retomar el casa por casa en todas las
ciudades y pueblos, que convocar a los partidos, a las organizaciones civiles y
a los ciudadanos para apoyar ese esfuerzo evangelizador que significa ganarse
más voluntades para el lado de una nueva democracia participativa, incluyente.
Los vientos que soplan
son de tormenta y hay que apertrecharse, aferrarse a la brújula y tomar el
timón con firmeza, hay que señalar el rumbo. Si no sabemos a dónde vamos, si no lo comunicamos
claramente, seguirá la desbandada, pues el Ávila ya no basta.
@aalvaray
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