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martes, 19 de agosto de 2014

Los pañales en el Congreso del Psuv, por @angeloropeza182

Publicado por ANGEL OROPEZA ago 16, 2014
@angeloropeza182

Nota: El siguiente es mi último artículo enviado a El Universal. Cuando se me pidió que lo modificara o cambiara, ya que su contenido no era “conveniente” dada la nueva línea editorial del periódico, decidí renunciar por un asunto de elemental respeto a mí mismo y de rechazo a toda forma de censura.

Cuando se habla de los seguidores del militarismo rentista, actual modelo de dominación en el poder en Venezuela, es necesario en justicia identificar los diferentes subgrupos que componen esta particular clase política, que dista mucho de ser homogénea. Así, es posible reconocer una “tipología del militarismo”, en la que coexisten al menos 7 categorías de personas o grupos:

1. Los oportunistas de ocasión: Para este grupo, la identificación con “el proceso”, es altamente rentable en términos económicos, y logran enormes fortunas al amparo de esa cosa llamada “revolución”. Aquí coinciden los “vivos” de siempre, aquellos que han sabido medrar a la sombra de cualquier gobierno, con la neo-oligarquía floreciente y de reciente cuño, a la que el argot popular ha bautizado como la “boliburguesía”, los “enchufados” o los “vampiros”.

2. Los nostálgicos de la “Venezuela Heroica”: son los hijos de lo que llama Carrera Damas “el pueblo parricida”. Para ellos, la historia se reduce a un período glorioso (la guerra de independencia), luego del cual el pueblo traicionó y mató al padre (Bolívar). Como producto de este pecado de parricidio, fuimos castigados por 170 años de oscurantismo, un período perdido que la nueva mitología política bautizó como la “IV república”, que va desde la fecha del parricidio -1830- hasta la llegada al poder del “hijo de Bolívar” en 1998.

3. Los adoradores de charreteras: aquellos que les encanta la presencia soldadesca en el poder, y que considera a los militares como los más capacitados para gobernar el país. Estos venezolanos encuentran muy fácil identificarse con un proyecto como el actual, que no sólo es de clara orientación militarista, sino que tiene a un oficial golpista como suprema referencia.

4.Los viudos de la izquierda bolchevique: aquellos que todavía añoran al muro de Berlín, que lloran al oír la “Bella Ciao”, que se enternecen con la imagen del Che Guevara y que aún hablan de los “soviets” como alternativa de progreso social, constituyen un grupo importante de la taxonomía militarista. La iconografía, los discursos y hasta la estética gubernamental les devuelve, con olor a naftalina incluido, a una etapa que creían lamentablemente perdida, y les ha devuelto la esperanza en sus mitos y ficciones.

5.Los que necesitan ser “mandados”. Son aquellos cuyas características psicológicas les impiden existir sin alguien que les mande. Son aquellos que podían estar horas enteras embelesados escuchando los mismos chistes, los mismos cuentos y las mismas arengas de su difunto líder, con la actitud de enajenación y entrega del borracho enguayabado que se pega a la vieja rocola para oír una y otra vez el bolero que le trae de vuelta a la amada ya perdida. Su máxima de vida es “ordene comandante, yo no soy nadie, yo estoy aquí para servirle”. Son la cara más visible de la sumisión psicológica.

6.Los revolucionarios de buena fe, que necesitan cambiar al mundo: hay en la masa oficialista personas que han militado desde mucho en la convicción revolucionaria, y les caracteriza un pensamiento progresista y de avanzada. Tienen sus dificultades severas con otros sectores del militarismo, porque no les cuadra mucho el culto a la personalidad, la mentalidad cuartelaria, la corrupción del gobierno y la influencia excesiva de la poderosa neo-oligarquía, pero mantienen su fe en el proyecto, sobre todo porque el costo existencial de renunciar a la esperanza es de un peso psicológicamente abrumador y frustrante.

7.Los ingenuos: aquellos que creen, de buena fe, en las promesas de redención social que vende el proyecto de dominación militarista. Creen que es posible, a partir de este proyecto, lograr mejoras sustanciales en su calidad de vida, tener mayor participación y visibilidad política, y avanzar en su condición económica y social, dentro de un ambiente de libertad y soberanía popular.

Estos 2 últimos grupos fueron los grandes ausentes del reciente “congreso” del partido de gobierno iniciado la semana pasada. A ellos pertenece un militante de base con quien conversé hace 2 semanas en Puerto Ayacucho, y me decía, con no poca ironía pero con la dignidad herida de tener que demostrar frente a un guardia, partida de nacimiento en mano, que su hijo era su hijo para así lograr que el gobierno le permitiera comprar pañales, “yo quisiera ir a ese congreso para preguntar por qué”.

Esta es la gente que pensaba que lo más urgente en el “congreso” era discutir sobre formas mínimas de eficiencia gubernamental, para que a los camaradas pobres (porque los camaradas ricos no tienen ese problema, ellos tienen guardaespaldas) no los siga matando el hampa todos los días, o cómo hacer para que el salario alcance. En vez de eso, los engañaron otra vez con el cuento del “pensamiento crítico”, la “conciencia revolucionaria”, el “legado” del jefe y otros fetiches argumentales que sólo sirven para atornillar a los de siempre e intentar adormecer a las bases. El problema es hasta cuándo.


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