Escrito por Alexander Cambero (periodista) Martes, 26 de
Agosto de 2014
@alecambero
La patria marcha de manera indetenible
hacia el abismo. Un capitán sin destreza, ha perdido el rumbo en el proceloso
mar de sus múltiples confusiones. Ha dejado entre sus papeles de analfabeta
funcional
, la oportuna brújula que indique la
ruta a seguir. En sus manos Venezuela zozobra frente a las contingencias que
desafían al descerebrado, en la aventura de tener el control de un destino que
se desliza entre sus débiles manos. Un impetuoso oleaje se aproxima al barco
que hace maromas para resistir las embestidas. El hombre disfrazado de capitán
corre a esconderse en sus miedos; un frío penetrante recorre su cuerpo de pata
de palo. Su ojo derecho está cubierto con un
parche rojo a la usanza de los viejos piratas indonesios. Mano derecha
de garfio chino, con una desplumada cacatúa cubana que le sopla al oído la
cartilla que tiene que recitar.
Venezuela es hoy una confusión
permanente. No existe área de la nación que no padezca la crisis originada en
plena revolución, en quince años transformaron en cenizas todo el esplendor
económico que podría haberse logrado de contar con una administración bien
orientada. Lastimosamente nuestra mejor época en materia de recursos fue
dilapidada por la peor gestión de nuestra historia. Una cofradía de seres
envenenados de odio que dirigieron la fortuna nacional a tratar de imponer
ideología. Años de farra incontenible, discursos inflamados de un fraude
revolucionario que siempre persiguió seducir a los incautos. Fue el amanecer de
una mentira que fue robusteciéndose en
la medida en que el tiempo fue transformando episodios en eventos de
vida. Como en la vieja molienda fueron pulverizando oportunidades hasta
colocarnos en una situación que se complica cada día más. Venezuela es la
primera víctima de una revolución depredadora, pudo más el odio de una jauría
que creyó que aplastando al adversario podrían lograr la perpetuación de su
especie. Hugo Chávez se convirtió en el gran adalid de la mentira, fue llevando
a millones a creer que efectivamente su gestión era la conflagración universal
que libraban los pobres frente al portentoso imperio del mal. La propaganda nos
planteó la guerra de las galaxias en
donde un pueblo heroico rebasaba los mundos para poner de rodillas al causante
de todos sus males. Una estrategia exitosísima para avanzar en el tiempo y
mantener el poder como garante del sostenimiento del proceso revolucionario.
Siguen las horas aciagas. El torpe
capitán se mueve en su cabina de mando, arrastrando su pierna de pirata de
palo. En el fondo sigue oculta la brújula de un país metido en el laberinto de
la cruel mentira del socialismo. Falsedad que prosigue mientras Venezuela se
resbala hasta lo profundo del abismo…
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