Por ANGEL OROPEZA - ago 23, 2014
@AngelOropeza182.
Una de las características del
militarismo venezolano como modelo de dominación, incluyendo su versión
rentista actualmente en ejercicio del poder, es la forma como concibe a los
venezolanos y se relaciona con el pueblo.
Históricamente, el militarismo
venezolano se ha inspirado en una visión particular e interesada de lo que se
conoce como el pensamiento positivista. El positivismo es un movimiento que se
impuso en Europa entre 1830 y 1880, a partir del pensamiento de autores como
Augusto Comte, David Hume, Saint Simon y otros, según el cual la historia pasa
por tres estadios específicos, que culminan con la instauración del orden y el
“saber positivo”, sinónimo del máximo progreso posible. En nuestro país, esta
doctrina cobra auge hacia 1870 con el triunfo de la llamada “revolución azul” y
la llegada al poder de Antonio Guzmán Blanco, y se convierte en una especie de
“doctrina oficial” de los gobiernos de caudillos surgidos de la Guerra Federal
(1859-1863), etapa conocida en nuestra historia como el período del
“liberalismo amarillo”, y de la posterior hegemonía andina que surge con la
“revolución liberal restauradora” de finales de 1800.
De la mano de autores como Gil
Fortoul, Manuel Arcaya, Laureano Vallenilla Lanz y César Zumeta, entre otros,
el positivismo se convierte en la ideología justificadora de los gobiernos
dictatoriales. Según esta doctrina –expuesta de manera abierta en la tesis de
Vallenilla Lanz sobre el “gendarme necesario”-, los regímenes militares constituyen
una necesidad obligante del pueblo venezolano. Y esto es así porque –según esta
visión- somos de manera idiosincrática una población inmadura, bastante
ignorante y hasta infantil, que por la influencia determinista del instinto, la
raza, el clima y sus “precondiciones psicológicas”, no sabe lo que quiere ni lo
que le conviene, pero además si se le deja sola lo que produce es
desintegración, desorden y anarquía. Una población así, necesita por supuesto
de una mano dura, férrea –la “manu militari”- que le conduzca con orden y
garrote hacia la “civilización”.
No sólo el gomecismo, sino el
perezjimensmo y posteriormente el chavecismo, comparten esta tesis del “pueblo
eunuco”, incapaz de gobernarse a sí mismo, y que necesita de un gendarme
esclarecido que le subordine y le diga lo que hay que hacer. Expresiones tan
decadentes como “ordene, comandante”, “rodilla en tierra” y “pueblo soldado”
son sólo ejemplos de esta tan particular como patológica visión de las
relaciones del poder con los ciudadanos.
Por supuesto, la mejor forma de
legitimar y mantener justificada en el imaginario colectivo tan primitiva
concepción política, es reforzando en los ciudadanos la idea de que en verdad
son incapaces. Y una de las maneras de lograrlo es culpabilizándolo de los males
que el mismo pueblo sufre, y que en realidad son responsabilidad de quien está
en el poder.
Una encuesta nacional reciente,
realizada el pasado mes de Julio, vuelve a mostrar el éxito del militarismo
rentista en esto de convencer a un porcentaje importante de la población que
los culpables de lo que les pasa son ellos mismos. Ante la pregunta de a quien
responsabilizan por los problemas del país, el 2do gran culpable señalado por
los entrevistados es la propia gente, el propio pueblo. Y esto es más evidente
entre quienes se declaran oficialistas que entre quienes no lo son.
Sin duda, y coherente con la
orientación positivista de los regímenes militaristas, según la cual el pueblo
debe ser “guiado” y educado con mano fuerte porque no sabe lo que le conviene,
la encuesta (junto con otras que tratan de medir lo mismo) evidencia un gran
triunfo comunicacional del gobierno. El militarismo ha insistido en sus
campañas comunicacionales, por ejemplo, que el contrabando de extracción, las
compras nerviosas, el mercado informal, el comportamiento poco solidario, así
como otras conductas atribuidas a la gente, son el principal responsable de los
problemas de abastecimiento y costo de la vida. Ya antes había vendido la
estúpida tesis de que los problemas del servicio eléctrico eran debidos al
“derroche energético” de la población, que las fallas de papel higiénico era
porque el pueblo estaba defecando más allá de lo planificado por los asesores,
que la alta inflación era porque los ciudadanos gastan de manera irresponsable,
o que los escandalosos índices de criminalidad e inseguridad no tienen nada que
ver con el gobierno sino con el hecho que somos un pueblo violento y malo.
El gobierno nos necesita convencidos
de nuestra propia incapacidad y culpabilidad –y esto es el objetivo de la
propaganda oficial- para poder justificar su dominación. Al niño pequeño no se
le puede soltar la mano porque se puede perder.
En la agenda de lo necesario para ir
construyendo desde abajo un cambio político, es preciso hacerle frente a esta
idea según la cual el responsable de la crisis es el vecino o usted mismo con
su supuesto comportamiento poco solidario. No sólo porque seguir creyendo en
esto es la mejor manera de desviar la atención sobre los verdaderos
responsables, que son quienes se están enriqueciendo con la crisis, sino porque
el país por construir requiere de un pueblo que se perciba adulto para tomar
las riendas de su propio destino, y deje de suplicar que algún gendarme le
ordene y le siga explotando con la excusa de su supuesta inmadurez.
Tomado de: http://www.elcolumnero.com/aoropeza/1393
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