Por José Domingo Blanco,
29/08/2014
“Venezuela se está
descapitalizando intelectualmente”. Y la frase, expresada por un sociólogo de
la USB, me sonó a sentencia de muerte. Sólo imagino desolación, tierra yerma y
abandono. Resulta que, según sus estudios nosotros, los venezolanos, que nunca
tuvimos ganas de emigrar, ahora sí. Y cada vez más. Las cifras de compatriotas que
ya no quieren permanecer en el país se duplican de manera alarmante. La
migración parece un virus que contagia a otros. Tanto así que el número de
inscritos en el REP en otros países se multiplicó. Y la cifra me horroriza. Se
está yendo el talento de la nación. Sin duda, con justificadas razones, las
cuales no puedo criticar. Pero, no sería honesto si no expreso lo que siento:
no quiero que esto siga ocurriendo. Es más, me niego a aceptar que las cifras
sigan aumentando.
Con la frase del
sociólogo retumbándome en la cabeza, tomo el celular y le mando un mensaje a mi
hija, la mayor, que estudia en Dallas, a quien extraño inmensamente. “Hola
hija, estoy pensando escribir sobre venezolanos valiosos como tú y exhortarlos
para que regresen. Decirles que este es su país, que hacen mucha falta, que los
necesitamos para, juntos, salir de esto. La verdad es que el tema me resulta
sumamente complicado. No quiero herir a nadie. Porque además, respeto las
razones de quienes tomaron esa difícil decisión de despedirse de Venezuela.
Pero, necesito escribir algo así como una especie de manifiesto… Más que un
manifiesto, es un sentimiento que quiero vociferar: si queremos sacudirnos este
neocomunismo opresor y a estos militares trogloditas procubanos, tenemos que
hacerlo aquí. Dando la lucha en Venezuela. Todos sentimos que se están
agarrando el país, ¡NUESTRO PAÍS! Que lo manejan como si fuera solo de ellos, y
es porque se lo estamos permitiendo. No podemos seguir consintiendo que gente
valiosa continúe emigrando. Mientras seamos menos dando la batalla, solos,
aquí, más cuesta arriba será el rescate de lo nuestro. El pensamiento de Fidel
y el Che Guevara tenemos que erradicarlo inmediatamente, rescatando nuestra
venezolanidad, aquí y ahora. No desde afuera y mañana. La gente que huye de su
país y no lucha por él no puede sentirse parte de su esencia ni su naturaleza”.
Mi hija solo atina a
responderme: “escríbelo, papi. Y mándamelo”. Una respuesta corta a un tema que
podría tenernos todavía discutiendo. El asunto es que desde chiquitos nos han
enseñado que los países lo construyen sus hombres y sus mujeres. Hijos de esta
tierra. Si no nos duele a nosotros lo que ocurre aquí, no le dolerá a nadie
más. Hemos vivido en los últimos años una estampida justificada, que no se
discute, que tiene sus razones; sin embargo, a propósito de esa desbandada y
huida de venezolanos valiosísimos -de diferentes estratos y profesiones, con múltiples
talentos y oficios- las familias están quedando completamente desmembradas; lo
que le ha brindado a esta gente que nos mal gobierna el caldo de cultivo
perfecto para cogerse el país para ellos, y hacer con Venezuela lo que les
venga en gana.
Lo he advertido en otras
oportunidades: se necesita el consenso de la mayoría de los venezolanos para
sacar a nuestro país adelante. Por eso mi exhorto; porque se requiere la suma
de voluntades. Necesitamos que los que se fuero, regresen. Entiendo los motivos
que los llevó a tomar la decisión de irse. Incluso sé, porque me lo han
contado, que comenzar la vida en otro en país, no es nada sencillo. Eso no está
en discusión. Lo que sí me ha molestado –y mucho- es escuchar a compatriotas,
que recién estrenan sus nacionalidades, quizá embriagados por el viejo sueño
americano, decir que los que permanecemos en Venezuela merecemos el gobierno
que padecemos. El punto al que quiero llegar es que cuando una tierra es
invadida, solo puede ser recuperada cuando los propietarios, los verdaderos
dolientes, se embraguetan y luchan para recobrarla.
La gente se va porque
corre atemorizada a resguardarse de las dictaduras sangrientas, de los asesinos
totalitarios, por preservar la vida. Y es válido apostar a otros derroteros.
Pero, si sigue esta huida, seremos muy pocos para defender lo que queda de
país. Cada vez somos menos para confrontar al petro Estado comunista que ha
diseñado y creado esta gente, con sus socios cubanos. Por eso, necesitamos que
regresen. Vuelvan para que por fin seamos muchos enfrentándonos a este régimen.
El que no pelea por su
país, lo pierde. Hay que jugársela por Venezuela. Si no, ¿cuándo? ¿Cuando
Maduro y su combo, que están atornillados, salgan como por arte de magia?
Necesitamos que regresen, cargados de esa calidad de vida que conocieron en
otros destinos, para que la edifiquemos y repliquemos, juntos, en Venezuela. No
esperen a que ni siquiera la nostalgia forme parte de sus recuerdos. No esperen
a que las nuevas costumbres de las nuevas naciones a las que decidieron migrar
se apoderen de su esencia venezolana. No se limiten con sólo ir al Consulado de
Venezuela a votar en contra de esta barbarie, ni a blandir una bandera de la
patria en otros rincones del planeta. Estamos perdiendo la venezolanidad porque
se está imponiendo la cubanidad; pero, también porque esos espacios que han
dejado ustedes, mis compatriotas, los están ocupando los cubanos, o los
ciudadanos de otras regiones con los que este régimen comparte perversos
intereses comunes.
Qué lástima: ustedes,
por allá y nosotros por aquí, no vamos a solucionar el problema de Venezuela…
¡Regresen!
@mingo_1
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico