Maduro esta sacralizando la figura de Chávez”. |
Macky Arenas 22 de agosto de 2014
Entrevista a Margarita
López Maya / Historiadora y profesora de la UCV
Es
difícil determinar cual era el equilibrio entre la personalidad de Chávez y la
coalición de fuerza que lo respaldaba. Hasta ahora lo que uno ve es que el
barco se hunde con Maduro. Lo que este socialismo del siglo XXI está generando
es servidumbre a través del clientelismo, señala la investigadora social.
Investigadora de la UCV, jubilada
después de 30 años de carrera en el Centro de Estudios del Desarrollo, pero
sigue siendo profesora en esa universidad. Cualquiera diría que es socióloga
pero su disciplina de formación es la Historia, con énfasis en el pensamiento
sociopolítico. Ha sido profesora invitada en varias universidades del exterior.
Es autora de muchas publicaciones académicas y varios libros. Hoy en día maneja
una pluralidad de herramientas que ha encontrado en la Ciencia Política a fin
de profundizar en análisis que continuamente lleva a cabo y que representan un
“fogueo” de muchísimos años tratando de entender a la sociedad venezolana…
— ¿Ha entendido algo?
— Me he focalizado en tratar de
entender la era chavista, no solo siguiendo la coyuntura sino también tratando
de comprender qué tipo de ejercicio de poder es éste que se parece tanto a
otros del pasado venezolano aunque se presenta como una cosa nueva.
— El personalismo es muy viejo…
— Absolutamente.
— Usted ha dicho en otras
ocasiones que estamos viviendo una transición. ¿No es muy larga tomando en
cuenta que lleva 16 años, o más bien será un estertor de lo que había?
— Es una pregunta difícil de
responder. El mundo vive una conmoción que es la globalización y han resurgido
viejas formas políticas en un intento por tratar de adaptarse al nuevo mundo
que está emergiendo. En el caso venezolano, terminamos el siglo XX pensando en
profundizar la democracia representativa haciéndola participativa, lo cual
tiene sus orígenes fundamentales en el pensamiento católico y socialcristiano.
— El primero que lo plantea como
bandera política fue Luis Herrera Campins…
— Así es. Hasta hubo un Congreso
Ideológico a principios de los años 70 donde se planteó el tema. Una tesis que
apareció en medio de una fuerte crisis social y política, económica y moral que
vivía Venezuela en aquellos momentos, que a lo mejor es la misma que tenemos
ahora, reeditada porque no se resolvió. Se produce entonces una ruptura y
entramos en una fase de transición hacia un modelo participativo.
— ¿Y qué pasó?
— Ese proyecto, que había
logrado ciertos niveles de consenso en las élites, sectores medios y populares,
partidos políticos y movimientos sociales, fue reformulado –por decirlo
suavemente- por Hugo Chávez cuando ganó el Referéndum Revocatorio y decidió que
a partir de ese momento era más un proyecto suyo, personal, pues realmente se
fortaleció mucho luego de esa consulta y particularmente después de las
elecciones parlamentarias del 2005. Es justamente allí donde se produce una
nueva fase, un corte dentro de una transición porque nos movíamos hacia un
esquema más participativo pero de pronto, con el mismo discurso de profundizar
la democracia, Chávez giró 180 grados hacia lo que llamó “socialismo del
siglo XXI”.
— ¿Tiene que ver con él, con su
pensamiento o más bien con el comienzo del tutelaje desde La Habana?
— La influencia cubana comienza
mucho antes y con el golpe de Estado del 2002 se acentúa. Digamos que Chávez
admiraba a Fidel, éste lo había recibido bien en los años 90 cuando salió de la
cárcel. Pienso que se traumatizó mucho con los hechos ocurridos entre el 11ª y
las elecciones parlamentarias. Lo marcaron profundamente y si era un hombre
desconfiado se volvió aún más. Ocurrió el golpe, luego el paro, luego el
RR, luego las parlamentarias donde él queda atornillado en el poder sin
contrapeso.
— Fue cuando resolvió mirar
hacia afuera…
— Hacia el exterior en lugar de
apoyarse en los venezolanos. Pensó que no podía creer en nadie en Venezuela
pues todo el mundo había estado, de alguna manera, involucrado en el golpe.
Resolvió entregarse en maños de Cuba y no confiar en los venezolanos. Fue
cuando receló de la tecnocracia. Una de nuestras grandes tragedias es que se
desconfía profundamente de los profesionales. Si tienes formación
universitaria, basta para que te conviertas en sospechoso para el gobierno. Era
la parte paranoica de Chávez, su profunda desconfianza hacia los sectores
ilustrados del país. Ha preferido privilegiar a los argentinos, a los chinos, a
los iraníes, todo menos apoyarse en los nuestros. Los cree una amenaza.
La figura de Chávez
— En esa recomposición de sí
mismo surge tal vez un tipo más hábil, ¿pero resulta de allí un Chávez mejor
gobernante?
— De ninguna manera. Es difícil
determinar cuál era el equilibrio entre la personalidad de Chávez y la
coalición de fuerzas que lo respaldaban. Aunque avanzaba sin contrapesos, solo
en el patio, sí tenía bases que lo apoyaban. Allí se amalgamó su encantamiento
por Fidel y la idea de que su sostén real eran los sectores más radicales. De
ese encantamiento con Fidel, que le viene desde sus contactos con Douglas
Bravo, en su adolescencia al entrar en la Academia Militar, comienza a incubarse
esa combinación que desemboca finalmente en la idea del socialismo del siglo
XXI. Creyó que las condiciones estaban dadas para un proyecto personal y se
empeñó en que llevara su firma.
— ¿De allí el secretismo en que
estuvo envuelto todo el proceso?
— Ciertamente, se cuidó de que
la reforma constitucional de agosto estuviera en maños suyas. Como mucho, creó
una comisión que lo asesoraba en estricta confidencialidad. Nadie podía
discutir y menos ventilar lo que allí se conversara. El propio Maduro lo dice:
“El plan de la patria lo redactó el comandante”. En pocas palabras, era
un proyecto personal del líder carismático.
— Personalismo que parece
cultivarse más ahora que antes de su muerte. Mucho se criticó a los adecos por
recordar a los mártires de la dictadura de MPJ, pero jamás los vimos cantando
cumpleaños a un muerto…
— Jajajajaja, es verdad.
— Me refiero a que este culto
extraño podría impedirles generar el relevo necesario…
— Sociológicamente no es tan
extraño pues los sistemas de dominación carismático incluyen esa opción, lo
dice Max Weber que es uno de los padres de la Sociología: si puedes rutinizar
ese carisma y entrar a un modelo político más racional, legal, con procedimientos
y normas, si profesionalizas el aparato administrativo, será posible ir hacia
un Estado Moderno; pero también, dice Weber, se puede rutinizar el carisma para
instalar un modelo de dominación de tipo tradicional- patrimonial. Eso es lo
que creo está pasando.
— ¿Qué recursos se están usando para
eso?
— Claramente Maduro está, primero que
nada, sacralizando la figura de Chávez. Fue un líder excepcional, para ellos
una figura prácticamente semidivina y Maduro gobierna porque lo designó a
dedo, vendiendo la idea de que la legitimidad que Chávez tenía se la pasó a él.
También a Diosdado Cabello, a la familia Chávez, y así sucesivamente.
— ¿Eso no debilita el liderazgo
de cara a una eventual transición dentro del propio chavismo?
— Si tomas como referencia el último
congreso que hicieron, notas que allí priva una lógica de legitimación que no
es democrática. No es democrático el que un ser “semidivino” diga a un común
mortal que es quien debe gobernar y hasta le “sople” al oído como pajarito lo
que debe hacer. En eso se basa el pretendido derecho a gobernar de quienes
ahora mandan. Los demás no tienen derecho porque no fueron ungidos, de lo que
se deriva una desigualdad política flagrante. Es una religión civil.
— ¿Cree usted que eso sea digerible por
los venezolanos?
— Está por verse hasta qué punto
eso cala en la cultura política del venezolano. Tengo la impresión de que cala,
pero en una minoría, entre quienes tienen una cultura política más autoritaria,
una mentalidad mágica.
— Pareciera que ni el entorno
del propio Maduro lo acepta pues, en base a esa “legitimación” desde el más
allá, se mantiene en el poder el menos competente de todos ellos. De
eso se quejan…
— Es que la gente se está
percatando de que su única virtud es la unción de Chávez. Es complejo
desmontarlo porque se está construyendo una religión sobre la cual se legitima
el Estado chavista.
— ¿Es lo de Fidel con Raúl?
— Es distinto. La sucesión viene
muy tarde y Raúl es hermano de Fidel. También es el jefe del partido, un partido
mucho más fuerte, coherente y organizado que el PSUV, con años de tradición en
sus espaldas. El PSUV es un partido, dirían los teóricos, carismático pues todo
dependía de Chávez, las decisiones, las designaciones, absolutamente todo.
— También dicen los teóricos que
si todo ese montaje no desaparece con el líder, lo hará en poco tiempo…
— Eso tiene mala perspectiva,
sin duda. Tanto en el mediano como en el largo plazo. Maduro tenía opciones.
Aquí no tienes un líder carismático puro ni hubo una transición hacia un estado
patrimonial puro; aquí se ganaron unas elecciones, aunque de muy mala
manera, muy cuestionadas, con muy escaso margen y con una competencia sumamente
injusta, inequitativa, pero él ha podido aprovechar esa oportunidad para abrir
juego y ampliar sus bases de apoyo. Sin embargo, inevitablemente, la
mediocridad del entorno de Chávez impidió que ninguno reaccionara a tiempo y
con inteligencia. Antes bien, reaccionaron y se mantienen a la defensiva,
detrás de la figura del comandante y blandiendo la “biblia” de Chávez, que es
el Plan de la Patria, en unas condiciones totalmente adversas para llevarlo a
cabo.
— ¿No se están enredando mucho?
— Obviamente, pero hasta ahora,
lo que uno ve es que el barco se hunde con Maduro. Por descontado que nadie
quiere hundirse junto con él y por eso vemos que acaban de salir de un congreso
donde Cabello y Maduro aparecen como la cúpula civil y militar, pilares del
régimen junto al gobierno cubano operando desde afuera.
— ¿No es mucha torpeza originaria?
— Tiene que ver con la calidad
del liderazgo. Líderes carismáticos hubo muchos en la historia de la
humanidad, pero de su verdadera calidad depende todo, su permanencia, la
posibilidad de consolidarse. Desde mi punto de vista, en su segundo período a Chávez
se le fueron los tiempos, se intoxicó con tanto dinero y poder, se cuidó mucho
de que su entorno fuera muy mediocre y decidió crear un proyecto estrictamente
personal. No quería contrapesos ni interlocutores. Hasta a figuras como Ali
Rodríguez Araque los sacó al exterior para que no le hicieran sombra. Esa
precariedad de la personalidad de Chávez tiene que ver con el desarrollo que
lleva el chavismo, que no pareciera que logrará mantenerse mucho tiempo en el
poder.
— Curioso que él no aceptaba que
le hicieran sombra pero se colocó a la sombra de Fidel…
— Bueno, eso era una relación
como de padre-hijo, pero tenía mucho más juego de lo que pueden tener hoy
ninguno de quienes integran la cúpula del poder en Venezuela.
Transición
— A partir del trabajo elaborado
en la UCAB, en el cual usted participó, ¿cómo se plantea una transición en este
país?
— Seguimos en la transición del
chavismo hacia algo que cada vez pareciera más caótico.
— ¿Habrá transición mientras
Maduro siga allí?
— No, mientras sea él, habrá más
de lo mismo pero peor.
— En caso de que se abriera
espacio para una transición, ¿cómo discurriría de acuerdo a su criterio?
— Depende mucho de los actores
que nos lleven a ese proceso. El escenario ideal es la vía electoral. Es menos
traumático para la sociedad y la presencia del chavismo sería significativa
pero es justamente eso lo que garantiza que se produzca estabilidad política si
se concretan negociaciones y acuerdos. Tendría que darse en espacios institucionales
y en la Asamblea Nacional debía permitirse la renovación de los poderes.
— ¿Imposible sin la presencia
chavista?
— No solo imposible sino
indeseable pues allí hubo una ampliación de la ciudadanía, Ciertos sectores por
primera vez se sienten incluidos en el Estado venezolano. Pienso que eso sería
lo que habría que salvar del chavismo.
— Hay sectores que hoy se
sienten más bien excluidos porque no pertenecen a la base política del
chavismo…
— No obstante pienso que es
diferente. Personalmente siento que soy una de ellos, excluida en cuanto a que
mis derechos políticos han sido debilitados y cercenados, pero me siento
ciudadana independientemente de lo que crea el Estado. Lo que trato de expresar
es que, a pesar de la exclusión a que pueden estar sometidos sectores, medios,
opositores o profesionales, están claros en que tratan de recuperar su
ciudadanía porque la tenían. Pero hay sectores que nunca se sintieron
ciudadanos y que el chavismo incluyó. Esos sectores tienen que quedar
representados y atendidos en un nuevo modelo.
— ¿De qué manera?
— Deben ser atendidos en tanto y
cuanto son ciudadanos, no siervos. Lo que este socialismo del siglo XXI está
generando es servidumbre a través del clientelismo que tanto cuestionaron a
quienes gobernaron antes. Ahora es más grave pues son más sistemáticos, crean
redes que no resuelven problemas, que existen sólo para amarrar el voto. Si el
sistema es clientelar, no habrá renta petrolera que alcance.
Twitter de Margarita López
@mlopezmaya
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