María Denisse Fanianos de Capriles 30 de agosto de 2014
@VzlaEntrelineas
En Mayo pasado salió una nueva
encuesta de Gallup que medía la felicidad en el mundo. De los 10 países donde
más gente dijo que experimentaba emociones positivas, todos, menos Dinamarca,
están en América Latina. Y Venezuela supera, al igual que Costa Rica, Colombia,
Honduras y El Salvador el 81% de “índice de experiencia positiva”.
Se hace un poco difícil entender, si
razonamos con argumentos humanos, que los venezolanos podamos sentir felicidad
en nuestro país hoy en día con los miles de problemas que enfrentamos
diariamente. Pero esa es una realidad. Yo soy muy feliz aquí, con mis miles de
problemas. Y conozco a muchísima gente, con problemas peores que los míos, que
también son muy felices. Somos felices en este rincón del mundo, en este
momento de nuestra historia, con los problemas (a veces muy graves) que nos
está tocando vivir y luchar por resolver.
Si vemos más allá de lo humano
podríamos decir que muchos venezolanos estamos afrontando esta terrible
realidad con una gran fe. Cada domingo que voy a misa y veo a ese gentío
abarrotando la iglesia (viejos, adultos, jóvenes, niños…) experimento lo que es
sentir felicidad en tiempos difíciles. Al final de la misa nos ponemos a
conversar en la plaza de lo que estamos viviendo y nos damos ánimo para no
desfallecer en la lucha. Nos repetimos hasta el cansancio: tenemos que rezar
mucho, ser valientes y seguir luchando hasta el final porque ¡Dios nos va a
ayudar! Y nos vamos alegres y contentos, con los niños guindados al cuello, a
preparar la reunión-almuerzo del domingo, donde reímos, lloramos, cantamos,
bailamos, descargamos tensiones… y agarramos fuerza para lo que nos pueda venir
esa próxima semana.
Y eso se puede ver y oír en todas las
parroquias de Venezuela porque como dijo el Papa Francisco los cristianos
sabemos que: “Sólo Dios da la verdadera felicidad. Ni el dinero, ni el poder
nos pueden dar la felicidad que sólo Dios da”, “Vivir con fe significa poner
toda nuestra vida en manos de Dios, especialmente en los momentos más
difíciles” y muy especialmente que: “La alegría es como el signo del cristiano…
un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. No hay otra… La
alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las
tribulaciones, aún en las persecuciones”.
Yo he estado en países del “primer
mundo”, donde todo parece perfecto, y he notado que la gente se queja por
cualquier tontería. Hasta me he atrevido a decirles que se vengan un tiempito a
Venezuela para que vean lo que sí son problemas de verdad y quizá puedan
aprender aquí cómo se puede afrontar una realidad negativa con una actitud
positiva de fe, de esperanza, que nos ayuda a seguir adelante. A seguir
adelante para cambiar las cosas porque no nos vamos a resignar y a dejar que
esto “se lo lleve el diablo”.
Es verdad que a veces sufrimos por la
terrible corrupción que ha destrozado nuestro país y por las tremendas
injusticias que se están cometiendo con tanta gente inocente. Pero también es
verdad que aquí hay muchísima gente buena. Eso nos da fuerza para seguir
adelante y no perder la felicidad, y mucho menos la paz interior que nada ni
nadie nos puede quitar. Porque sabemos que quien está con Dios, y hace su voluntad,
a nada puede temer.
Otra cosa que ayuda mucho a entender
por qué podemos ser felices aquí, a pesar de los pesares, fue lo que me dijo un
sacerdote hace poco: “En Venezuela tenemos que ser felices con nuestra
realidad”. Eso no significa que uno deje de trabajar por un futuro mejor. Pero
mientras estamos en esto, y con lo que nos toque a cada uno sufrir, resolver o
afrontar, tenemos que ser felices, vivir felices y, sobre todo, hacerle la vida
feliz a quienes tenemos al lado, porque no hay cosa peor en el mundo que una
gente individualista, negativa, amargada y sin esperanza.
¡Así que aquí no se ha perdido, ni se
perderá, la felicidad! porque Dios está con nosotros y porque tenemos mucho
trabajo por hacer, y necesitamos mucho optimismo y una gran esperanza que
vendrán tiempos mejores. Y no vendrán tiempos mejores por puras palabras o
deseos, ¡no!, vendrán tiempos mejores porque aquí hay muchísima gente dejando
hasta los tuétanos (quizá con lágrimas en los ojos pero con una gran sonrisa en
el alma) para lograr la libertad, la justicia y la paz en nuestra amada
Venezuela.
¡Así que ánimo mis venezolanos! ¡A
seguir rezando y luchando, con alegría, por un país donde brille la Verdad, la
Justicia y la Paz para todos! Que Dios y la Virgen de Coromoto me los bendigan
a todos y me los protejan de todo mal.
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