Trino Márquez Jue Ago 21, 2014
@trinomarquezc
Maduro está cercado por problemas ante
los cuales no posee ni la más remota idea de cómo resolverlos. Lo único que
sabe es que debe mantenerse bajo la tutela de los militares, los cubanos y los
chinos para seguir sobreviviendo. Esos grupos son los propietarios de su póliza
de seguro.
La duda y la parálisis son
características esenciales de su precaria gestión. El heredero promueve la
renuncia de su Gabinete, acto protocolar al que los gobiernos acuden para
introducir algún giro importante en su política interna, cuando ya han
establecido cuáles son los cambios y quiénes las personas que los conducirán.
En su caso, pasan los días sin que el país se entere cuáles son esas reformas y
quiénes los agentes que las promoverán. Así de superfluo e intrascendente es
este gobiernito. Da exactamente lo mismo que los ministros estén en sus
despachos a que no estén. Todo el mundo sabe, incluidos los rojos, que la sede
del Poder no se encuentra en Miraflores, sino en Fuerte Tiuna, La Habana y
Bejín.
El “zar” de la economía, Rafael
Ramírez, anuncia que el Gobierno avanzará hacia un cambio único y que aumentará
el precio de la gasolina y de algunos servicios, con el fin de equilibrar las
cuentas públicas. En el debate interno lo derrota, no algún ministro de la
economía, sino el canciller Elías Jaua, representante de la izquierda dura,
radical, y candidato perdedor en las pasadas elecciones de gobernador en el
estado Miranda. El cambio único quedó sepultado; y los incrementos,
postergados. Las empresas de la CVG se convirtieron en un despojo. Algunas de
ellas saldrían más baratas regalarlas que continuar manteniéndolas, pero el
PSUV se niega a soltar esas agencias de empleo donde abundan el clientelismo y
los negocios turbios a expensas del Tesoro Nacional. El país que se arruine, lo
importante son las finanzas de los dirigentes oficialistas. La inflación, la
escasez y el desabastecimiento mantienen cercados a los venezolanos. Maduro lo
único que atina decir es que el sector privado no quiere producir de acuerdo
con la demanda porque los empresarios son apátridas. Los médicos y enfermeras
de los hospitales públicos y las clínicas privadas proponen declarar la
emergencia sanitaria. Se busca que el Ejecutivo se concentre en atender la
grave situación del sector. El Gobierno responde que tal crisis es un invento
de la oposición.
Las dificultades se encuentran en
todos los campos. Sin embargo, constituye un error garrafal creer que debido a
esos aprietos el Gobierno se ha debilitado y que estamos en presencia de una
camarilla frágil, que -producto de su extravío y miopía- languidecerá
progresivamente hasta extinguirse.
Los cubanos son expertos en gobernar
en condiciones de extremas dificultades. Después del colapso y disolución de la
Unión Soviética, cuando Rusia cortó abruptamente el subsidio a la tiranía de
los Castro, la isla antillana entro en el “período especial”, eufemismo
utilizado para maquillar el fracaso de treinta años de transferencias de
recursos financieros y tecnológicos desde la URSS hacia Cuba. Durante cinco
años el pueblo cubano padeció las limitaciones más severas. El hambre y la
escasez, ya existentes, se agudizaron en toda la isla. Los únicos que siguieron
viviendo con el lujo de siempre fueron los miembros de la nomenclatura: la
jefatura del Partido Comunista Cubano. Durante esos años aciagos, el régimen
organizado por los Castro no retrocedió, ni se debilitó un ápice. La rígida
estructura del PCC se mantuvo incólume. Mientras el socialismo de todos los
países de Europa del Este se derrumbaba, el comunismo cubano no varió. Los
Castro demostraron ser despiadados, refractarios a los cambios, y más
conservadores que una dinastía monárquica. Dos hechos resultan claves para
comprender el anquilosamiento: el monolitismo del Ejército, cohesionado en
torno a Fidel y a Raúl, y la ausencia casi total de una oposición política y
social capaz de capitalizar el descontento del pueblo y ofrecerle una
alternativa de cambio a la mayoría de los cubanos.
Después del “período especial”
apareció la figura providencial de Hugo Chávez, quien sustituyó, y con creces,
a los soviéticos. Fue mucho más magnánimo. Lo único que pidió el comandante es
que los veteranos dictadores lo asesoraran para mantenerse en el poder
indefinidamente. Los magos de la sobrevivencia aceptaron con gusto la petición.
En Venezuela puede ocurrir lo mismo
que en Cuba. Una oposición dividida, narcisa y despistada, jamás estará en
condiciones de desalojar del poder a la casta roja, por graves que sean los
problemas del país.
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