María Denisse Fanianos de Capriles 20 de agosto de 2014
@VzlaEntrelineas
La situación política, económica,
social, etc. que estamos viviendo los venezolanos es sumamente dura. Por esta
razón muchas personas están buscando nuevos horizontes fuera del país. Dicen que
más de un millón de venezolanos han decidido por esta opción, siendo los
principales destinos Estados Unidos, Canadá, España (por la gran cantidad de
españoles inmigrantes que llegaron a nuestras tierras y dieron la nacionalidad
española a sus hijos o nietos), República Dominicana, Panamá, etc.
Y es que no es nada fácil vivir en un
país donde hay que tener velas listas y potes de agua llenos por si nos
quedamos sin luz y agua. Donde tenemos que hacer horas de cola para comprar los
productos básicos. Donde quizá no conseguimos la medicina urgente que
necesitamos. Donde podemos morirnos en un hospital esperando que nos atiendan o
que no nos puedan operar porque no hay los insumos necesarios. Donde no sabemos
si nosotros, o nuestros hijos, regresaremos a la casa vivos cada vez que
salimos a la calle por la desbordada delincuencia.
Pero aún así, con todos esos terribles
problemas que nos agobian día a día aquí hay mucha gente decidida a quedarse
hasta el final. Hasta el final de lo que sea. De lo que Dios quiera.
Porque si es verdad que algunos se
van, y se entiende de corazón, también es verdad que si todos los venezolanos
que soñamos con un mejor país para nuestros hijos y nietos nos vamos y
abandonamos la lucha, les dejaremos este terreno que Dios nos encomendó cuando
nacimos para que lo trabajáramos y sembráramos cosas buenas. Ese terreno no lo
podemos abandonar y dejárselo a quienes están haciendo las cosas de manera
equivocada.
El amor a la patria no es una quimera,
es algo real, que se vive y que se siente, con la mente, con el alma y con el
corazón. Es algo tan cierto que hasta en el Catecismo de la Iglesia Católica se
puede leer en el Cuarto Mandamiento, punto 2239, que “El amor y el servicio a
la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad”.
Y más allá de lo que dice el
Catecismo, pienso que muchos sentimos el amor a Venezuela como una pasión
inmensa, como algo que nos tiene amarrados a nuestra tierra, a nuestras raíces,
a nuestras familias, a nuestros hermanos venezolanos, a nuestra historia, a
tantos recuerdos, sentimientos, olores, sabores…
Uno puede pensar en lo difícil que es
vivir en un país que está como en guerra. En esos momentos es bueno recordar a
San Juan Pablo II quien vivió dos totalitarismos de estado terribles, pero él
amaba a su Polonia con todo su corazón y con muchos polacos que se quedaron en
su tierra rezando y luchando, sin cansancio, lograron la libertad.
Aquí se está quedando mucha gente
buena que está dejando hasta los tuétanos para que en este país reine la
justicia, la verdad y la paz. ¿Cómo irse y dejarlos aquí? ¿Cómo dejar a nuestra
Santa Iglesia Católica Venezolana, donde nuestros obispos, sacerdotes,
religiosos, laicos, etc. están dando un ejemplo de entrega y desprendimiento
total?
Cuando uno conoce, vive y trabaja con
tantos que se están quedando en este país por su propia voluntad, porque
podrían irse, es cuando uno recuerda a personas que lucharon sin descanso para
conseguir libertad y desarrollo para sus naciones. Tantas personas, en tantos
países, que en momentos de grave crisis no abandonaron su nación y vieron con
sus propios ojos como fue la reconstrucción. Eso lo vimos aquí muy cerca en
Colombia, en Perú. Y eso es lo que esperamos ver quienes aquí nos quedamos,
porque somos muchos, muchos abuelos, padres, madres, niños y muchos
¡muchísimos! jóvenes ejemplares.
Aquí se están quedando muchas personas
que están trabajando en silencio y sin descanso, y que serán los protagonistas
de una historia grande, ¡Digna!, la que al final quedará en los libros de
historia como el ejemplo que hay que seguir.
Será la historia del triunfo de la perseverancia, del trabajo, de la
honestidad, del estudio, de la preparación, de la fortaleza, de la paciencia,
de la oración, de la unión en la lucha incansable por la justicia, ¡por la
verdad y por la paz! para todos los venezolanos.
Aquí se están quedando muchísimos
venezolanos ¡buenísimos! luchando por ser mejores cristianos cada día, luchando
por recuperar los valores en nuestra Patria amada. Y no tendremos nada que
perder, así dejemos la vida en el camino, porque si dejamos esta vida terrena
en el camino, por culpa de la desbocada delincuencia, alcanzaremos la vida
eterna en nuestra Patria definitiva: el Cielo, porque no le debemos ¡nada! a
nadie.
¡Por eso no tenemos miedo y seguiremos
adelante, sin descanso, con la ayuda de Dios y hasta que Él quiera, hasta que
la vida nos lo permita aquí en nuestra amada Venezuela! ¡Virgen de Coromoto,
madre nuestra, protege a todas nuestras familias!
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