Por JORGE MILLÁN - ago 19, 2014
@jorgemillant
La historia nos enseña que en los
países independientemente de lo profunda que sea la crisis que atraviesen
siempre pueden aprender de ella, superarla y progresar. En el caso de Venezuela
está por verse, si después de tantos años sumergidos en el caos social y
económico, somos capaces de aprender de los errores y poder enrumbarnos hacia
un país de prosperidad. Pero mientras esperamos a que esto ocurra no podemos
dejar de lamentar como en nuestro país no han dejado hueso sano. Donde usted
ponga el ojo, sólo verá un proceso de decadencia donde la corrupción, la
ineficiencia y las más ruines conductas se combinan bajo el amparo de un Estado
carcomido por mafias e intereses, con un Presidente que ojalá solamente errara,
que es de humanos, sino que porfía incomprensiblemente, que como dice Fernando
de Rojas en la Celestina, es de bestias.
Al día de hoy Maduro hace de las suyas
con China y Cuba, se prepara para vender Citgo y quién sabe si las empresas
básicas, comprometiendo aún más el futuro de las próximas generaciones de
venezolanos, mientras vive en una Miraflores convertida en la Neverland de
Michael Jackson, en una burbuja de lujos que le permiten los recursos del
depauperado pueblo venezolano, los cuales no escatima en gastar para sus lujos,
por cierto nada socialistas, y que alcanzan la bicoca de 55 millones de
bolívares anuales.
Apreciado lector, los venezolanos nos
encontramos subsumidos en la crisis social y económica más aguda de nuestra
historia, gracias a que tenemos a un gobernante sin capacidad para conducir el
país y dar solución a los problemas más sentidos de los venezolanos. Así
podemos ver a la periodista Thabata Molina como deja corto el infrarealismo de
Roberto Bolaños, en su obra los detectives salvajes, con su esfuerzo por
reflejar la violencia social mediante las crónica diarias del sin fin de
espeluznantes asesinatos que ocurren en nuestra patria. De este fenómeno de
violencia y pérdida de valores que cada día se incrementa a grados
inimaginables, podemos poner el ejemplo del drama que padecen los venezolanos
sin techo, que debido al fracaso de la misión vivienda les corresponde sufrir
penurias inimaginables, sobretodo si les toca la desgracia de ir a un refugio,
como nos cuenta Francisco Hurtado del barrio La Pedrera en Antimano, en donde
son robados, violadas sus hijas y maltratados por un estado indolente que como
dice el adagio popular: no limpia, sino esconde la basura debajo de la
alfombra.
El drama no se queda allí, mientras
las empresas expropiadas tienen su producción mermada y el gobierno fracasa en
garantizar salario justo, alimentos, seguridad y vivienda, nuestros gobernantes
hacen gala de una eficiencia inusual, pero en la producción de pobreza logrando
convertir este año a un millón ochocientos mil venezolanos en nuevos pobres. La
realidad es que en estos 15 años de gobierno rojo, del millón de millones de
dólares que han entrado al tesoro nacional, no podemos ver las 245 mil
viviendas que se prometieron para Caracas ( de las 40 mil que correspondían
para este año, no se han entregado ni mil unidades familiares), ni hospitales
en condiciones adecuadas, ni un suministro de agua y luz constante, ni un sistema
de recolección de basura adecuado, pero sí podemos ver a la gente de los
barrios siendo desalojados bajo amenaza como ocurre en la pedrera, las
mansiones que compran los enchufados con el dinero de la patria, los cientos de
elefantes rojos, como el hospital cardiológico de adultos que tiene varios años
paralizado, las listas de pacientes de enfermedades crónicas que esperan por
ser atendidos, mientras pierden años de expectativa de vida, o a un gobierno
que en el paroxismo de la incapacidad cierra las fronteras porque no puede
controlar el contrabando. Lamentablemente son tantas cosas negativas, que hacer
la lista sería más larga que enumerar los trabajos que según Cervantes sufriera
Persiles y Sigismunda.
El país cual joven rico huérfano que
se le asigna un administrador pillo para cuidar su fortuna, ha sido objeto de
la mayor estafa que podamos imaginar. Basta recorrer los sectores populares
para ver como la mayoría de nuestro país, objeto y sujeto fundamental de la
revolución, no vive sino sobrevive. Este timo ha sido posible gracias a que
como dice Judt en los sistemas socialistas, la gente pone su fe en la ilusión
de que la destrucción de la sociedad que se experimenta es un tránsito para
alcanzar en un futuro la sociedad ideal, sin embargo en Venezuela la gente
después de 15 años de seudo revolución está percatándose de la inviabilidad del
socialismo del siglo XXI.
Hoy Nicolás Maduro se asemeja a Edward
John Smith, el capitán del Titanic que advertido de la presencia del iceberg
que podría provocar el hundimiento de la nave, no tomó las medidas adecuadas.
Por supuesto, finalmente choco, hundió el barco, y ocasionó miles de pérdidas.
Ahora bien, qué debemos hacer los venezolanos que tenemos claro que hay que
sustituir al capitán del barco, pero que esta sustitución pasa por convertirnos
en una mayoría clara y con la fuerza necesaria para generar el cambio
democrático y constitucional. Primero, debe ser la unión de todos los
Venezolanos contra la minoría que se está beneficiando a costillas del erario público
y de su influencia en la revolución, segundo, debemos vacunar mediante el
convencimiento a la amplia mayoría que pide la unión , del odio y la
irracionalidad de los sectores radicales de ambos bandos, tercero, comprender
que estos procesos tiene una carga de sentimientos que nublan la racionalidad,
y finalmente debemos hacer un gran esfuerzo para que las dos Venezuela, la
popular y la de clase media, se conozcan , entiendan sus pesares y
padecimientos, sus anhelos y sueños y que volvamos a vernos como venezolanos
con un sueño compartido, convencidos en la necesidad de cooperación mutua para
poder progresar como nación, y por supuesto, con la lección aprendida para que
no repitamos en el futuro el error de volver a caer en manos de Mesías falsos
envilecidos por la ambición de poder.
Después del túnel viene la luz, ya
veremos!!!
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