Omar Barboza Gutiérrez 03 de abril de 2016
Ha
quedado probado que el funcionamiento de una verdadera democracia es
incompatible con el régimen que han tratado de implementar en Venezuela quienes
desde una supuesta inspiración en el marxismo leninismo, han utilizado la
participación en los procesos democráticos con la intención de destruir la
pluralidad y la alternabilidad, e implantar además proyectos totalitarios
contrarios al ejercicio de esos principios que les permitieron llegar al
gobierno, con el objetivo prioritario de controlar desde el Poder Ejecutivo al
resto de los poderes públicos destruyendo las instituciones que deben
garantizar el equilibrio y el ejercicio de todos sus derechos por parte de los
ciudadanos.
Cuando,
a pesar del ventajismo y todas las presiones indebidas, pierden el control de
uno de los poderes públicos, la falta de una auténtica voluntad democrática no
les permite aceptar esa circunstancia que es normal en el funcionamiento de una
democracia, realizan todo tipo de maniobras utilizando el Poder Judicial, al
cual controlan, para impedir o minimizar el ejercicio pleno de sus facultades
al Poder Legislativo, que por excelencia representa la soberanía popular. Eso
está ocurriendo actualmente en nuestro país.
Esa
conducta del madurismo en Venezuela le agrega a la grave crisis que ya vivimos,
el ingrediente de la inestabilidad política que genera la pretensión del
Ejecutivo de desconocer la soberanía popular representada en la Asamblea
Nacional, violando así la Constitución vigente, lo cual erosiona su propia
legitimidad como gobierno, ya muy afectada popularmente por el fracaso de una
gestión que se caracteriza principalmente por la escasez, el alto costo de la
vida, la inseguridad ciudadana y la galopante corrupción con impunidad.
La
vocación totalitaria y el sectarismo de la “macolla” que hoy gobierna a nuestro
país, no les permite entender que la democracia es, por su propia naturaleza,
un sistema en el cual el poder está repartido, y ese hecho es el que genera el
equilibrio necesario para que las libertades ciudadanas se mantengan vigentes
sin que ningún derecho sea negado para complacer la voluntad arbitraria de
quien tenga el control de todas las decisiones.
Todas
las Constituciones democráticas del mundo están orientadas a evitar la
concentración del poder en pocas manos, y menos en una única mano o en un único
partido político, para así hacer posible el respeto a las opiniones de todos,
incluyendo la de las minorías, las que siempre tendrán garantizada la
posibilidad de llegar al ejercicio del gobierno democrático, para tratar de
hacer valer las ideas que defienden. De tal manera que ningún gobierno
democrático está autorizado por sus electores a comprometer a la colectividad
nacional con una vía irrevocable en lo ideológico o como modelo político,
puesto que ello sería igual a que la democracia estableciera un camino hacia su
desaparición en beneficio de una ideología única o de la voluntad de un tirano.
Por
todo ello es que se hace necesario comprender y practicar, sobre todo desde el
ejercicio del poder, que la democracia supone la posibilidad de armonizar los
intereses antagónicos de los individuos y de los diferentes sectores sociales.
Teniendo siempre presente que es deber del Estado, defender los derechos de
todos, y de manera especial los de los más débiles, de los más necesitados,
quienes son los que más requieren protección gubernamental para superar sus
dificultades, sin promover irresponsablemente la llamada lucha de clases que
tiende a dividir la sociedad, y que solo le sirve a los demagogos y populistas
para estimular la violencia entre hermanos de un mismo país, sin renunciar a
exigir a todos los ciudadanos las contribuciones necesarias para que la
justicia social avance sin liquidar el estado de derecho.
Los
supuestos revolucionarios que hoy se identifican con el madurismo, solo han
visto en la democracia una ventaja táctica que utilizaron para llegar al poder
en nombre del pueblo, no para gobernar en favor de una mejor calidad de vida
para los venezolanos, que hoy son la principal víctima del fracaso de la actual
gestión de gobierno.
Lo más
lamentable del cuadro que hoy observamos en el país, es la comprobación en los
hechos de que el interés principal en controlar todos los poderes públicos y en
resistirse a reconocer y aceptar que la Asamblea Nacional ejerza plenamente sus
atribuciones, es porque están conscientes de su complicidad y amparo a la más
grande corrupción en la historia de Venezuela que se ha cometido durante este
gobierno, y necesitan impedir que el Poder Legislativo investigue lo que ha
pasado y lo que está ocurriendo, porque de esa manera pueden garantizar
impunidad a los jerarcas del gobierno y a sus testaferros por el asalto a los
dineros públicos.
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