Trino Márquez 31 de marzo de 2016
@trinomarquezc
Nicolás
Maduro, siempre extraviado y desacertado, escogió un mal momento y una pésima
estrategia para oponerse a la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional. Continúa
arrastrando al país por el camino de la colisión y la crisis sin salida. No
comprende el mensaje del papa Francisco cuando en el pasado Urbi et Orbi, el
discurso más trascendente y profundo que pronuncia cada año, le dedica unos
párrafos a la situación del país, llama al dialogo y a la reconciliación entre
los venezolanos, y sugiere que la iniciativa debe tomarla el Gobierno,
conductor de la Nación.
No
entiende que los tiempos cambiaron. Que la Guerra Fría quedó sepultada, no
porque los misiles capitalistas destruyeran a la URSS, sino porque la ineptitud
de los comunistas hizo implotar un sistema que fue capaz de arrebatarles la
libertad a los ciudadanos, pero fue incapaz de darles suficiente comida,
electricidad, agua, medios de transporte, hospitales y autopistas.
La
visita de Barak Obama a Cuba, aliado histórico del chavismo, es un claro
reflejo de los vientos que soplan en este lado del planeta, muy distintos a las
persecuciones y atrocidades que asolan a buena parte de África y el cercano
Oriente, trasladadas por el integrismo islámico a la civilizada Europa.
El
acercamiento entre los dos archirrivales, en especial el magistral discurso
central del Presidente norteamericano, puso de relieve el despropósito de un
régimen que basa su poder y su continuidad, no en la eficiencia del Estado para
mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, sino en la eficacia del aparato
represivo diseñado para perseguir, amenazar y eliminar sus oponentes. Raúl
Castro tuvo que aceptar que Obama se
reuniera con los opositores seleccionados por el gobernante estadounidense, a
pesar de que en la isla está prohibida toda actividad divergente con el dogma
establcido por las directrices del Partido Comunista. Ese encuentro podría
alcanzar la fuerza de un maremoto, si los grupos democráticos persisten. Obama
apuesta a que el Estado ideocrático cubano vaya perdiendo su perfil confesional
y termine aceptando la existencia de formas laicas de pensar, actuar y
organizarse diferentes a las proclamadas por los comunistas. En otras palabras:
admita el diálogo y la reconciliación en una sociedad que se fracturó sin
posibilidades de reconstitución hace casi sesenta años. Esta jugada no es
caprichosa. La calidez con la que el pueblo cubano recibió al mandatario
norteamericano mostró que seis décadas de discurso incendiario no mellaron la
visión de ese pueblo, que prefiere ver hacia el Norte próspero que hacia los
empobrecidos países del Sur donde el fidelismo
ejerce o ejerció una poderosa influencia. La faena fue rematada con la
apoteósica presencia de The Rolling Stones, íconos de la rebeldía democrática,
librepensadora, antidogmática.
Maduro
argumenta que la Ley de Amnistía es impopular. Pero, ¿cómo?, ¿acaso el pueblo
no les dio una amplia ventaja a los candidatos que prometieron presentar ese
ley ante la Asamblea Nacional en las elecciones de diciembre? Las encuestas,
además, muestran un amplio apoyo a la iniciativa. Entonces: la gente quiere la
liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados, pasos
primarios para que se restablezcan los equilibrios democráticos. Para colmo,
coloca como ariete de su ataque a Pedro Carreño y a Diosdado Cabello, dos de
las figuras más desprestigiadas del chavismo.
Al
lado de estos desatinos, presta la Cancillería para mediar entre el Ejército de
Liberación Nacional (ELN) y el legítimo gobierno de Colombia. Antes propició el
diálogo entre las FARC y la Casa de Nariño. El ELN y las FARC son grupos
terroristas, ligados al narcotráfico, rechazados por los colombianos y
responsables de algunos de los crímenes y atentados más crueles cometidos en la historia colombiana.
No puede entenderse cómo Maduro internamente enfrenta la Ley de Amnistía, y en
cambio hacia afuera fomenta los nexos entre un gobierno democrático y unas pandillas de criminales barnizados con una
ideología arcaísta que postula la “justicia social”, con el único fin de darle
cierta dignidad a los desafueros que cometen.
La
mayoría de la Asamblea Nacional tiene que sancionar la Ley, publicarla y tratar
de que se cumpla. Cada Poder y cada
institución que asuma su responsabilidad constitucional. Esto incluye a los
militares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico