Por Félix Seijas Rodríguez
El martes pasado el
presidente Maduro dijo que las únicas elecciones impostergable son las de la
Asamblea Nacional y las presidenciales. En reiteradas ocasiones voceros del
oficialismo han asegurado que el referendo revocatorio no se realizará este
año. Mientras tanto, sobre las regionales poco se habla.
Desde que Hugo Chávez llegó
al poder en Venezuela no se ha realizado ninguna elección en la que el puesto
del presidente se vea comprometido. En cada elección a la que acudió, el ex
mandatario contó con el apoyo popular necesario para vencer de manera holgada.
Cuando en 2003 se planteó el referendo revocatorio, Chávez atravesaba la única
crisis de apoyo que experimentaría en sus quince años de gobierno. Así que
procedió a bloquear la activación de la consulta, inició la implementación del
plan misiones sociales, y una vez revertida la tendencia negativa dio luz verde
al referendo. La elección de Maduro en 2013 se realizó en un ambiente rodeado
de confusión y nerviosismo. Acababa de fallecer el presidente y al momento de
convocar a elecciones, el hoy primer mandatario contaba con una ventaja
superior a 22% con respecto a cualquier candidato opositor. El PSUV dejó correr
el proceso y en un mes vio desvanecer buena parte del apoyo electoral,
venciendo al final por un estrecho margen. La realidad del mercado electoral
desde entonces indica que el gobierno perdería cualquier consulta popular que
involucre la presidencia o instancias cercanas. Así sucedió en diciembre con la
Asamblea Nacional. Pero esta es una instancia de marcada relevancia a los ojos
de la comunidad internacional que el oficialismo sabía que podía enfrentar con
éxito para minimizar su radio de acción. Así que decidió dejar que el 6-D
ocurriera.
Con el referendo revocatorio
impulsado en la actualidad por la oposición la situación es distinta. Activarlo
significa para la tolda roja perder el poder con las consecuencias que ello
representa, algo que no están dispuestos a permitir, y que en realidad no les
será difícil evitarlo. Así que las posibilidades de ver tal elección
materializarse este año son remotas, y en el camino se llevarán por delante las
regionales, o al menos así lo sugieren las palabras de Maduro. Y es que, ¿para
qué contarse y perder espacios de poder si evitarlo genera menos costos que no
hacerlo? Sí se realizaran las regionales este año el PSUV perdería sin duda la mayoría
de las gobernaciones.
Desde el oficialismo
seguiremos escuchando negativas para realizar el revocatorio, mientras que
desde el CNE observaremos medidas dilatorias para su activación. Sucede que, al
menos por los momentos, el ente electoral no revelará de manera explícita que
la consulta no se efectuará este año. El gobierno puede gritarlo a los cuatro
vientos y aquello es tomado como la reacción esperable de ese bando, que además
va preparando el terreno anímico de las percepciones para cuando el bloqueo se
haga tangible. El CNE por su parte no puede manifestarse en esos términos, ya
que está en juego el mantener dentro de niveles aceptables el termómetro de la
tensión social. El año pasado la válvula de escape que regulaba la tensión era
la proximidad de las parlamentarias y la esperanza de cambio que ella
representaba. Con el resultado de la elección la válvula se transformó en la
expectativa que generaba la llegada de la oposición a la Asamblea y lo que esta
pudiese hacer desde allí. Ahora que se ha hecho evidente el acorralamiento que
desde el Ejecutivo se ha ejercido sobre el Parlamento, la válvula de escape la
representan las expectativas que produce la posibilidad de una consulta para
producir un cambio de gobierno. Por lo tanto, podemos suponer que el CNE
mantendrá viva tal esperanza mientras pueda, y que el momento de sincerar las
cosas será estudiado para que sea el más propicio para los intereses
oficialistas.
Pero la oposición también
juega. A la luz de estas realidades ella deberá definir sus estrategias y
adelantarse para marcar la agenda en un terreno con reglas bien definidas, pero
que su rival no respeta. Arriba hay un bravucón que utiliza el poder de las
instituciones para imponer sus deseos ignorando la voluntad de no menos de 60%
de venezolanos que le adversan. Por lo tanto, a la final no se trata solo de
gobierno contra oposición, sino de gobierno contra el soberano. En un escenario
así, la única variable que puede desencadenar cambios de rumbo es la de la
presión social.
19-05-16
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