Por Antonio Pérez Esclarín
Hugo Chávez se montó en el
poder con un discurso anticorrupción, inclusivo, anti clientelar,
reivindicativo de los pobres y excluidos, refundador del país, opuesto a ese
modo de entender la política como medio de acceder al botín del Estado, y
superador de una economía excesivamente dependiente del petróleo.
Casi 20 años después, y a
pesar de que durante años el Gobierno disfrutó de elevados precios del
petróleo, Venezuela es el país con la mayor inflación en el mundo que ha
devorado los ahorros, y vuelve sal y agua los repetidos aumentos de sueldo. El
tan promovido bolívar fuerte no vale nada lo que resulta una verdadera deshonra
para Bolívar. Estamos, además, entre los países más violentos e
inseguros del mundo, y a la violencia de la delincuencia desatada, se está
sumando la violencia policial y militar pues cada día se filtran nuevas
noticias de detenciones arbitrarias, ajusticiamientos, torturas y hasta
masacres. Campea soberana la corrupción, crece incontenible el bachaqueo
y la especulación más inhumana, el aparato productivo está destruido, aumenta
la desnutrición y el hambre, cada día son más generalizadas las imágenes de
personas hurgando en los pipotes de basura en busca de comida, se roba en
las escuelas la comida de los niños, mueren las personas por falta de
medicinas, aumentan las colas para todo, y dos millones de
venezolanos, la mayoría profesionales jóvenes, se han marchado del país por no
ver aquí futuro. Están volviendo a aparecer en los anaqueles de los
supermercados los productos, pero a precios inalcanzables, y la tan cacareada
soberanía alimentaria y el milagro económico de la revolución ha concluido
dolarizando los precios y manteniendo los sueldos en bolívares sin valor.
Por ello, no comprendo cuál
es el modelo que los personeros del Gobierno siguen empeñados en mantener
contra viento y marea y hasta insisten en que en las mesas del diálogo no van a
ceder ni un milímetro si se trata de cambiar o corregir el modelo. Pero ¿no
habría que evaluar desprejuiciadamente los resultados y a la luz de ellos,
determinar si las políticas implantadas han tenido éxito o han resultado un
rotundo fracaso? Repiten que es un modelo inclusivo, que ha llevado la
educación a las mayorías, pero sin ponerme a juzgar la calidad, ¿para qué sirve
egresar batallones de profesionales que no van a poder vivir dignamente con su
sueldo y sólo tienen la alternativa de irse del país? Dicen que han construido
más de un millón de viviendas, pero ¿qué profesional puede hoy aspirar a tener
con su trabajo una vivienda? ¿No hubiera sido más conveniente, en vez de
regalarlas, fomentar el trabajo productivo bien remunerado para que cada
persona pudiera acceder a una vivienda digna con su esfuerzo? Se nos repite que
millones de ancianos disfrutan ahora de la pensión, pero ¿para qué les sirve la
pensión si no alcanza ni a mil bolívares al día que no sirven ni para comprar
un refresco, media arepa o un kilo de arroz? Además, el problema no está
en enumerar lo que se ha hecho, sino en evaluar todo lo que se podía haber
hecho con ese más de billón de dólares que han ingresado al país en los últimos
años.
¿No es verdad que con esa cantidad bien administrada se podía haber resuelto
la mayor parte de los problemas y todos podríamos vivir con seguridad y
dignidad?
02-12-16
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