Por Ismael Pérez Vigil, 02/12/2016
En
el momento en que la MUD se dispone, probablemente, a levantarse de la Mesa de
Diálogo, ¿Cómo se recoge el agua derramada? Esa es la pregunta política, sí,
política, más difícil de responder. Una demostración de ello lo tenemos en
nuestro país, a raíz de lo ocurrido tras la segunda ronda del diálogo entre el
Gobierno y la Oposición.
No
dudo de la buena intención de muchas de las críticas que se hicieron y hacen a
los negociadores de la MUD, por parte de particulares, dirigentes de partidos
políticos, periodistas o formadores de opinión en general. Quien está en la
función pública, está expuesto a cometer errores y a ser criticado por ello, y
estar en una organización política como la MUD o ser representante de la
oposición en la Mesa de Diálogo, es una función pública.
Sí,
en efecto se cometieron errores objetivos, que debieron ser señalados. La
debilidad en la comunicación, fue uno de ellos y otros –sin
hacer una lista exhaustiva ni definitiva– fueron: El no asegurarse de que los objetivos a
alcanzar en la negociación habían sido entendidos, previamente, por todo el
país. Los términos utilizados para referirse a algunas realidades del país y la
política y la adopción de lo que algunos han llamado el neo lenguaje del
oficialismo. El no percatarse de las diferencias entre los documentos que se
leyeron, o no advertirlo de manera clara. Y pudiéramos seguir señalando fallas
en el proceso, que dejaron una sensación de improvisación, inexperiencia o
falta de preparación del proceso negociador.
Pero,
así como quienes criticaron exigen que no se dude de sus intenciones y buena
fe, los negociadores y quienes los apoyamos podemos exigir también que no se
dude de la nuestra. Pero ese no es el problema.
El
problema que debemos evaluar es si se le hizo
daño o no, a lo que considero es el activo más importante de la oposición, el
que nos garantizó haber llegado hasta aquí y que nos puede garantizar que
finalmente salgamos de este régimen: la unidad de la oposición.
No
resulta fácil afirmar que la unidad salió incólume de este proceso, tras las
diatribas y calificativos, muchos de ellos, sobre todo en las redes sociales,
excesivos y despiadados, contra los negociadores y contra la MUD. 140 caracteres
pueden ser muy eficaces para comunicarse, para comunicar una idea, pero sobre
todo para denigrar, insultar, descalificar; rara vez lo son para argumentar a
fondo y el problema es que ya muchos no solo escriben en 140 caracteres, sino
que ya solo piensan en 140 caracteres y algunos ya ni siquiera escriben,
simplemente retuitean.
Afortunadamente
el daño provocado desde las redes
sociales es relativo; las críticas allí son muy “ruidosas”, realmente duras y
resultan muy irritantes, pero su poder de penetración en la población general
es muy escaso. Esto no suele gustar a quienes han hecho de las redes sociales
su principal medio de discusión y comunicación, pero es así. Y hasta da pena
reconocerlo, pero la verdad es que en ellas, solo nos cocinamos en nuestra propia
salsa.
Esos
mensajes, de poca trascendencia hacia el público en general, a quienes le hacen
daño es a nosotros mismos, que los recirculamos, nos respondemos y engarzamos
en discusiones y contra-argumentaciones y nos desgastamos en una pelea, que
no trasciende más allá de unos pocos cientos de personas.
Pero
hay un impacto que sí debemos medir y prever: las críticas por algunos medios –mediante
artículos de prensa, radio y TV y en algunas reuniones y foros–, al sector dirigente de la
oposición y los que nos movemos en ambientes cercanos a ese medio y el llamado
sector de la sociedad civil, intelectual, profesional y universitario. Es allí
donde el daño puede que haya resultado algo más considerable.
Por
la rapidez con que surgieron algunas críticas, su virulencia, daba la impresión
de que algo se le estaba “cobrando” a los negociadores y sobre todo a la MUD.
Daba la impresión de que el objetivo final u oculto –y
en algunos casos explícito–
de algunas críticas era o es “desmontar” a la MUD o por lo menos su
organización directiva, el G4 (AD, PJ, UNT y VP).
Hay
quienes parece que están siempre a la búsqueda de un espacio propio en la
oposición, que les permita ejercer algún papel directivo del que se sienten
relegados por los partidos tradicionales de la MUD. Algunos piensan que es más
fácil arrebatar un espacio –a partir del tremendismo y
radicalismo, que tanto gusta a algunos medios noticiosos– que construirlo y ganarlo a pulso
con el trabajo político.
La
lucha política, a pesar de las alianzas circunstanciales –por
un fin compartido, como lo es recuperar la democracia y salir de esta dictadura– no debe cesar. La discusión de
ideas debe ser permanente y el más asertivo, el que mejor exprese el sentir y
deseos del pueblo, ese debe obtener los mejores dividendos políticos y
electorales y no tiene porque hacer falsas concesiones.
Es
también posible y legítimo que el escenario de disputa política y por el
liderazgo entre las organizaciones políticas, todas ellas, que “hacen vida” en
la MUD, se traslade a cualquier actividad o acción que emprenda la oposición,
–como paso con el diálogo– pero no sin medir las consecuencias que eso podría
traer. En este momento hay un objetivo que está por encima de las diferencias y
la lucha política, al menos entre las fuerzas democráticas, que es restituir la
democracia en nuestro país y salir de este régimen dictatorial.
No
hay duda de que el sector del país que sacó mayor partido a esta discusión y
diatriba, tratando de pescar en río revuelto, fue el Gobierno, que sabiendo muy
bien cómo nos cocinamos en nuestra propia salsa fue el primero en estimular la
“discusión” y crítica a los negociadores y la MUD, haciendo correr rumores,
información falsa, haciéndose eco de algunos análisis y fomentando la división
de la oposición, que es su objetivo fundamental.
En
muchos casos, de las críticas, me refiero, nos quedamos esperando la propuesta
constructiva; nos quedamos esperando las alternativas coherentes, más allá del lugar común
de criticar el diálogo como única arma de lucha, o de criticar que no se haya
obtenido una fecha para el RR.
Cuando
aun no es definitivo el desenlace del diálogo, ¿Dónde está, claramente
señalado, el camino alternativo –viable– que algunos proponen? ¿En qué se
concreta, en qué acciones, que sean más eficaces que las que se están llevando
adelante, sobre todo si se ha dicho hasta el cansancio, que el diálogo no
excluye otras alternativas? Efectivamente
hay muchas acciones que pueden y deben acompañar al diálogo para fortalecerlo,
y que se han planteado para hacer valer nuestra mayoría en la ruta democrática
y electoral, pero no es precisamente mermando la unidad y demoliendo a sus
líderes como vamos a lograrlo.
El
que esas alternativas no aparezcan es lo que me autoriza a decir que el precio
pagado por la discusión en estas tres semanas puede estar resultando
demasiado alto, en el ánimo y disposición hacia la unidad, necesaria e indispensable,
para salir de este régimen de oprobio.
No podemos hacer como en el oficialismo donde toda
disidencia es acallada, “asimilada” o purgada, – ¿resabios del estalinismo o
del centralismo democrático?– pero debemos estar conscientes de que nos estamos
jugando mucho, nos lo estamos jugando todo. Eso sí lo ha entendido bien el
oficialismo.
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