Félix Seijas Rodríguez
Una pregunta recurrente en
la población es cómo un gobierno que en menos de tres años ha visto reducir su
apoyo popular de 55% a 25%, con un presidente en quien 80% de la gente
desconfía y gran parte de ellos quieren, desde el fondo de sus almas, que deje
el cargo de inmediato, puede mantenerse en el poder. Estas cifras suenan
devastadoras, y sin lugar a dudas colocan al oficialismo en una posición de
franca minoría ante la alternativa visible, es decir, la Mesa de la Unidad
Democrática. Y aquí no hablamos de hipótesis. Las elecciones del pasado 6 de
diciembre así lo demostraron y todos los estudios serios de opinión, día a día,
lo confirman.
Entonces, ¿por qué no se produce el cambio esperado?
Lamentablemente, la
situación que vive el país es compleja y no existe la solución mágica que
muchos desean. La gravedad de la crisis económica y social crea un sentido de
urgencia que contrasta con la velocidad real con la que se pueden mover las
cosas. En primer lugar, aunque el 25% que apoya al gobierno es minoría y puede
percibirse como algo pequeño, esto representa 7 millones de venezolanos.
Repito, ¡7 millones! Esto no son 4 gatos. Hablamos de un capital importante que
aún respalda al régimen y que este puede mostrar en diferentes circunstancias.
Ahora bien, 23 millones es 3 veces 7 millones, y por supuesto que representa
una mayoría aplastante en cualquier escenario electoral. El asunto es que el
gobierno, consciente de ello y en su carácter autoritario, ha cerrado toda
posibilidad constitucional basada en el voto. ¿Cómo lo hace? Echando mano de
una mayoría con la que sí cuenta: el control de las instituciones del Estado.
¿Que lo hace de manera ilegal e inconstitucional? Es cierto, pero, ¿quién juzga
y sentencia aquello? Las mismas instituciones que la mano autocrática controla.
Entonces fluye la rabia y alguien grita que hay que obligarlos a cumplir.
¿Cómo? ¿Por la fuerza a trancazos? Para eso no solo hay que tener mayoría
popular, sino poder de fuego, y ese no está del lado opositor -además de
representar el escenario menos deseable para el país–. ¿Que los militares
pueden obligar al gobierno a cumplir las reglas? Aunque el estamento militar es
una caja negra que pocos conocen a profundidad, lo visible es que su directiva
apoya los excesos del gobierno. Entonces se piensa en la comunidad
internacional, y algunos parecen creer que Almagro puede venir al país y sacar
de Miraflores a Maduro por las orejas. Pues, resulta que en este plano el
oficialismo tampoco está solo: cuenta con países aliados. Además, el juego
internacional es complejísimo. Solo piensen en Cuba y sus verdes olivos; estos
llevan 60 años ahí.
¿Quiere decir esto que
ninguna acción que ejecute la oposición puede producir un cambio político? No.
Lo que esto quiere decir es que ninguna acción por sí sola lo lograría. Una
pared no se derriba de un solo golpe, al menos de que esta sea pequeña y débil
y usted tenga una bola gigante de demolición. Es el golpeteo constante por
diferentes ángulos lo que eventualmente darán al traste con ella. Una marcha a
Miraflores no sacará a Maduro del poder, pero sí le obligará a reprimir ante
las cámaras -y a pedirle a la institución militar que comparta tal
responsabilidad–. Sentarse a dialogar con la comunidad internacional como
testigo no hará que se respeten los acuerdos, pero sí colocará al gobierno en
la situación de tener que incumplirle no solo al país, sino al mundo. Haber
pujado meses por el referendo revocatorio, aun sospechando que este sería
bloqueado, no acabó con el gobierno, pero sí lo obligó a transgredir una línea
que prendió las alarmas dentro y fuera del país. Cada acción que se adelanta
desde la Asamblea Nacional no hará salir corriendo a quienes gobiernan, pero sí
les obliga a quebrantar las leyes una y otra vez.
La complejidad de la
realidad es lo que hace que las aguas se muevan a un ritmo lento en comparación
con el sentido de urgencia de la población. Sin lugar a dudas es difícil
mantener la calma ante la gravedad de la crisis por la que día a día
atravesamos los venezolanos. Pero hay que ser conscientes del terreno que se
pisa. A quienes desde la MUD trabajan por el cambio hay que advertirles de las
fallas en las que puedan estar incurriendo, pero esto debe hacerse desde la
cordura y la consciencia de las condiciones en la que se lucha. Y también hay
que reconocer los logros, que bastante los ha habido.
Un vaso no se llena con una
sola chispa de agua. Es el goteo sostenido lo que eventualmente lo llevará
hasta el tope. Y solo entonces, llegará esa gota que lo desborde.
01-12-16
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