Por Daniel Fermín
El presidente Nicolás Maduro
avanza tercamente en el diseño de lo que ha llamado Asamblea Constituyente sin
serlo. Lejos de representar una oportunidad para el encuentro y para la
resolución de la grave crisis política, económica y social, la “Constituyente”
de Maduro promete agudizar el conflicto.
Esta “Constituyente” es la
respuesta más reciente del chavismo a una realidad muy concreta: la incomodidad
que le genera al régimen la Constitución Bolivariana y el Estado de Derecho.
Esto no es nuevo. Ya a Hugo Chávez le había “quedado chiquita” la Carta Magna
en su intento por concentrar más poder y ejercerlo de manera ilimitada. Así,
propuso una serie de reformas a la “mejor constitución del mundo” en 2007 y fue
derrotado por el pueblo. En 2009 pretendió eternizarse, él y solo él, en el
poder, y tuvo que reformular el planteamiento ante el revuelo causado por las
ansias compartidas de gobernadores, alcaldes y demás funcionarios electos del
chavismo, quienes, como el comandante, también querían gobernar para siempre.
Luego, Chávez simplemente desoyó la voluntad popular e impulsó, a juro, lo que
los ciudadanos rechazaron con su voto en 2007.
Aunque no respeten la
Constitución, aunque el ministro de la defensa firme sus misivas con un
“¡Chávez Vive… la Patria Sigue! ¡Independencia y Patria Socialista!” que viola
flagrantemente su artículo 328, la coyuntura le pide a la dictadura una nueva, que
legitime el tránsito al comunismo y acabe con la acusación, dolorosa por
cierta, de que no respetan la Ley. Todo esto va en el marco de la
autocratización evidente del régimen, producto de la pérdida de competitividad.
La “Constituyente” es, por supuesto,
un fraude. No solo ha sido convocada de manera ilegal, recibiendo el
beneplácito de la presidenta del CNE en un acto bochornoso que deja la mancha
indeleble de la vergüenza en su paso a la historia, sino que las bases
comiciales que propone, además de violar la Constitución que, recordamos, sigue
vigente, representan un retroceso descomunal. Al corporativizar el voto, Maduro
se sirve del instrumento de viejas elites y oligarquías, y continúa su marcha
galopante al siglo XIX.
La “Constituyente” no tendrá
éxito. El régimen insistirá, tercamente. Se organizará la “elección” donde ya
Maduro eligió. “Votarán” muy pocas personas y el CNE de la dictadura pretenderá
validar todo aquello. Será en vano. La crisis se incrementará, el conflicto
subirá de tono y, lejos de lograr la legitimidad ansiada, el régimen quedará
más desnudo que nunca como una casta enfocada en los privilegios y rehén de la
acción criminal de sus cabecillas. Actuarán a lo cubano, y el pueblo responderá
a lo venezolano.
La “Constituyente” de Maduro
es insostenible. Representa un gigantesco engaño y, más aun, un autoengaño
evidente para quienes creen, desde el gobierno, que logrará legitimar la
militarización de la sociedad, o la legalización del abuso, o el exterminio del
contrario. Esta “Constituyente” es una torpeza, la más grande quizás, que
acelerará lo inevitable: la salida de un régimen que se ha manchado las manos
de sangre combatiendo al pueblo que juró servir.
Publicado en PolítiKa UCAB el 26 de mayo de 2017.
26-05-17
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