Por Luis Ugalde S.J.
La conciencia tiende a
domesticarse con la rutina y a adormecerse recostada en la resignación. Los
pájaros largamente enjaulados aprenden a no volar, aunque se les abra la jaula.
Pero hay momentos en la historia y en las personas en los que la conciencia se
enciende e irrumpe con fuerza inesperada, volando alto e indetenible. Donde
había fragilidad, rutina y miedo, la conciencia renacida levanta vuelo
indomable, como ocurre hoy en millones de venezolanos, jóvenes y viejos. El
poder acostumbrado a la servidumbre domesticada trata de frenar esta
insurgencia masiva y ahogarla con armas, leyes tramposas, hambre y
manipulación, pero no puede pues su represión enciende nuevas
conciencias.
Con la irrupción del Espíritu
todo se vuelve nuevo: las establecidas disputas de partidos, de religiones y de
parcelas se vuelven ridículas. Como le dijo Jesús a la Samaritana, ha llegado
la hora en que no importa el templo o la montaña para el culto religioso, ahora
a Dios se le adorará en espíritu y en verdad en cualquier lugar. Al sabio judío
Nicodemo que lo visitó a escondidas y de noche, Jesús le dijo: para caminar los
caminos misteriosos del Dios de la vida “hay que nacer de nuevo”; nacer del
Espíritu y volar libre como el viento. Nacer de nuevo, aunque seamos viejos.
“A Dios nadie lo ha
visto nunca, pero si se aman unos a otros ahí está Dios porque Dios es amor”
(carta de Juan) que invita a cada conciencia a caminar juntos hacia la vida.
Aunque les prohíban hablar, les lleven a la cárcel y ante tribunales militares,
no se rinden. El poder creyó que la conciencia democrática era aplastable
porque no tenía tanques, ni bombas, ni cascos y escudos y eran débiles sus
manos limpias y sin armas. Ahora el poder tiembla y se pregunta ¿cuántas
conciencias ocultas y deseosas de rebelarse hay dentro de esos cascos y
chalecos represores o entre los jefes que los ordenan? Es la misma
conciencia que derrumbó el muro de Berlín, derritió el estado policíaco mejor
blindado del comunismo de Alemania Oriental. Los alemanes oprimidos por el
comunismo renacieron -sin paredones de fusilamiento- a la reconciliación
y a la nueva vida; incluso quienes hasta la víspera eran espías de “la vida del
otro”, de todos los otros por el delito de querer la libertad.
Es también la hora de la
tentación de la venganza y de la furia que llama a matar. Ellas son el veneno
del opresor inoculado en nosotros y que pueden desviarnos hacia el camino de la
muerte. Nuestro reto por el contrario es inventar el camino de vida y hacerlo
realidad superando las enormes dificultades. No olvidemos que las “guerras
santas” en nombre de Dios son tan criminales y destructivas como las no santas.
Venezuela estalla en rabia, pero sólo tiene futuro si levanta el vuelo para
transformar la muerte en vida, el odio en amor y la desesperación en esperanza.
Cuanto más alto vuele la conciencia, menos la alcanzan las alambradas, los
muros, los escudos y las rastreras bombas lacrimógenas. A esa altura solo
vuelan el encuentro, el abrazo, el perdón y el esfuerzo común, imprescindibles
para que haya vida para todos. Democracia antes que nada es un espíritu de
reconocimiento, de libertad y de gobierno para la vida compartida. El
debido y necesario castigo de los crímenes debe marchar por el cauce de la
serena acción de la justicia con pruebas en tribunales dignos.
Conciencia y
construcción Es la hora de que la conciencia avance a la construcción de
lo nuevo, a la sustitución de esta cárcel, a la siembra de campos
abandonados. Ahora, cuando el fracaso del régimen actual es evidente e
indiscutible, nuestro reto es convertir el mal en bien y hacernos capaces de
tejer lo nuevo, combinando conciencia y utopía sin límites con el realismo racional
y programático para que lo necesario se haga posible y convertirlo en
realidad. Tenemos que llegar al momento constructivo con condiciones de
gobernabilidad, de lo contrario el fracaso y la frustración serán
inevitables. Las emociones deben ser discernidas y guiadas ante la
comprensible tentación de la violencia y convertir la conciencia en nueva
política, nueva economía, nueva educación… no como deseos vaporosos e
ilusiones, sino como realidad real que florece en una primavera de vida y de
creatividad con iniciativas constructivas.
El talento que saca lo mejor
de cada uno suplirá la falta de dinero abundante y de la renta que nos enfermó
de muerte, y sacará lo mejor de cada uno como ciudadano y como productor.
Demostrar que de verdad creemos más en el “talento y la virtud” (como decían
nuestros próceres civiles en la aurora de la República) de los millones de
venezolanos que en la lotería minera que convierte en fiesta lo que no cuesta.
Renta petrolera que, usada para el reparto y sumisión clientelar, corrompió el
poder y envileció a los seguidores, sin confiar en su talento, ni educar sus
potencialidades. La hora de la conciencia no se acabará con la caída
irremediable del régimen, sino que alimentará las virtudes ciudadanas y
productivas para el éxito de la nueva democracia.
24-05-17
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