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sábado, 20 de mayo de 2017

Escrache desnudo por @cgomezavila


Por Carolina Gómez-Ávila


Estas son mis obediencias y mis motivos de rebelión republicana: al imperio de la ley, a los poderes públicos independientes que se controlan recíprocamente, a la idoneidad como única condición para acceder a cargos públicos; por la tolerancia con las ideas opuestas hasta el límite que marque la ley, por la rendición de cuentas de los funcionarios, por la publicidad –que no propaganda- de los actos de Gobierno, por el ejercicio de la ciudadanía.

Estos principios también sirven para discernir lo que pasa fuera de nuestras fronteras. Evito condenar públicamente las leyes que se han dado otros pueblos sobre todo si con tales leyes se manifiestan conformes, es decir, si con ellas han vivido y siguen viviendo en paz social; sin obviar que mi condena pública sería, además de insolente, inútil.  Pero quiero decir lo que observo, aunque sean generalidades y por ello imprecisas o incompletas:

Observo pobreza de léxico. Necesitamos consultar diccionarios de uso común, glosarios políticos y militares, documentos y reseñas, para diferenciar escrache -novísimo para venezolanos- de manifestación, protesta, asedio, acoso (que no es lo mismo que bullying), hostigamiento, agresión, violencia y otros relacionados como plantón, guarimba y barricada. Conviene hacerlo con las leyes de cada país a mano para decidir el comportamiento a adoptar.

Observo indisciplina cuando un escrache se convierte en asedio, igual que cuando una protesta pacífica lo hace en vandalismo. En ambos casos también observo resentimiento convertido en violencia y lo veo echar por tierra el objetivo de la manifestación.  Eso, excepto cuando lo miro con la confianza herida por los intereses que ya se asoman sin pudor; entonces, observo infiltrados.  Espero que noten que se nos han convertido en un problema porque devinieron en inconvenientes embajadores y lograrán exactamente lo contrario de lo que se proponen y necesitamos –si están fuera de Venezuela- o en tontos útiles de los opresores o de los perros de la guerra, si están adentro.


Claro que observo igualmente la crispación de quienes ostentan el poder, sus represalias, sus amenazas directas y veladas. Pero lo que más observo es un problema estratégico:

Cualquier tipo de protesta en el exterior está fuera del alcance del liderazgo político opositor, no así de los extremistas de la antipolítica a través de su trampa favorita: “autoconvocados”. Mientras nuestros diputados y líderes políticos están volcados en las calles y denunciando la ruptura del orden constitucional en cuantas instancias internacionales les sea posible, el escrache comporta graves riesgos en la percepción y consiguientes apoyos que se puedan obtener legítimamente. Por esto desestimo que los políticos apelen a la moral y atiendo más a la necesidad de no empañar el ánimo que ayudaría a las necesarias reuniones para dirimir nuestro problema. Y es por este mismo motivo que pienso que tras ese velo se oculta una deficiencia en el manejo de la indignación.

Me refiero a la que todos los pueblos depositan en los políticos justo al lado de la esperanza. En ustedes, políticos, ciframos nuestra aspiración de justicia y debemos sentir que a través de ustedes quedará satisfecha. Solo a ustedes corresponde estabilizar la rabia –dolor con impotencia-  y enlazarla con la confianza para evitar que la antipolítica lo haga. Sólo ustedes pueden canalizar el sentimiento de las masas, unir las corrientes emocionales con un discurso que encauce la ira y estimule el afecto por la política y el sistema de partidos.

Su misión es ocupar nuestras mentes, manos y corazones con todo lo que pretenden de nosotros. ¿Cómo es posible que estando llenos de razones republicanas, cargados de motivos legítimos, nuestras manifestaciones sigan huérfanas de consignas y significados que expulsen las pretensiones antidemocráticas? ¿Cómo es que no han organizado a sus militantes en grupos que vigilen el orden y el terreno de modo que puedan prevenir o repeler actos vandálicos? ¿Cómo es que no logran que este ejercicio heroico de resistencia pacífica no haya conquistado aún el terreno que abonan los poderes fácticos? ¿Cómo, finalmente, es que los ciudadanos podemos ayudarlos si ustedes mismos no se ayudan?

Esto es lo que observo en un escrache desnudo.

20-05-17




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