Carlos Zapata 05 de agosto de 2017
La
aceitada maquinaria de la Santa Sede juega un rol fundamental en el proceso que
conduce al desplome de muros y al desmantelamiento de las dictaduras. La
historia lo confirma, y el caso venezolano no parece ser la excepción.
Aunque
muchos hablan de fracaso, el mismo Secretario de Estado, cardenal Pietro
Parolin, reaccionó en las últimas horas para recordar que su accionar en la
geopolítica internacional no es con personal de guerra, sino con una
“diplomacia de paz”.
Su
carta, desnudando los incumplimientos por parte del gobierno de Nicolás Maduro,
en la que además pone en evidencia los cuatro puntos fundamentales para el
proceso de diálogo y negociación en Venezuela causaron en su momento una
enérgica reacción.
Una
vez más la comunidad internacional pone los ojos en el Vaticano. La razón es su
más reciente documento contra las dictatoriales acciones del mandatario
sudamericano. Y para analizar el impacto real de esta acción, Aleteia conversó
con Milos Alcalay, uno de los más respetados diplomáticos de carrera de América
Latina.
Tras
desempeñarse como embajador en Brasil, Israel y Rumania, fue representante de
Venezuela ante distintas instancias internacionales hasta acumular más de tres
décadas de experiencia en el ramo. Fungió además como la voz de su país ante el
Parlamento Andino, el Latinoamericano y el Europeo, escenarios en los que es
mundialmente reconocido como analista.
“Una
cosa muy importante de este comunicado es la reacción a la cizaña que con su
maquinaria mediática ha intentado crear Maduro al decir que el Papa y los
obispos no están en la misma línea. Cosa que es absurda y que queda muy clara
en esta última declaración: no hay diferencia alguna entre el Papa Francisco,
la Secretaría de Estado y la posición de la Iglesia”, explica.
¿Qué otros elementos tiene de
particular este comunicado?
Es
sumamente importante porque constata la radicalización en cuanto al aumento de
los muertos, heridos y detenidos. Y exige soluciones inmediatas a la gravísima
crisis que afecta incluso a nivel espiritual. Además, señala al Gobierno de
violar las libertades y la vigencia de la Constitución.
En
estos momentos cuando cínicamente acaban de atropellar a la Asamblea Nacional
electa con 75% de los votos, imponen una Constituyente ilegal, no solamente en
cuanto a su origen, sino tras un proceso de elecciones demostradamente
fraudulento.
¿Cuál es la lectura que debe
hacerse del mensaje?
Este
llamado del Santo Padre, de la Secretaría de Estado y de la Iglesia en conjunto
es un clamor a la comunidad internacional para que se detenga esta gravísima
situación, un pedido que ya es acompañado por más de medio centenar de Estados.
El peso de la diplomacia vaticana es extraordinariamente importante en este
momento. Ya lo ha tenido en el pasado y adquiere un protagonismo especial en
esta ocasión.
La prensa argentina y parte de
la latinoamericana ha reclamado con dureza que el pronunciamiento es tardío…
¿Es así?
La
gravedad de Venezuela ha hecho que este comunicado surja en momentos sumamente
graves, en momentos cuando hay un incendio en el país. Está señalando la
urgente necesidad de suspender el fraude constituyente, pero además destaca que
no es solamente la diplomacia vaticana sino el mundo entero.
La
Santa Sede ha sido contundente cuando ha tenido que serlo. Otras veces ha sido
más discreta. Pero la gravedad del asunto ha llevado a que se evite todo tipo
de especulación con respecto a dos posiciones: ¡no hay dos pensamientos, sino
uno! Incluso, más allá del válido pluralismo que puede haber dentro de la Iglesia,
su posición conjunta es unánime y absolutamente contundente, tajante y muy
clara.
La carta del cardenal Parolin
empleó términos nunca vistos en la diplomacia vaticana. ¿Es un giro o hay
precedentes en procesos de acercamiento con regímenes totalitarios y
comunistas, como los que él encabezó en conversaciones con China y Vietnam?
El
arte de la negociación, que el Vaticano tiene muy clara, siempre busca puntos
de unión cuando hay buena fe en las dos partes. Como facilitador, lo que hace
es impulsar una solución pacífica de la controversia. Pero esa buena fe nunca
existió en el gobierno de Maduro, aunque el Vaticano le dio inicialmente el
beneficio de la duda.
En ese
contexto, cuando ve una mala fe de desconocer los acuerdos de la negociación,
no puede hacer caso omiso de los puntos que se han tratado y son los que
plantea Parolin, quien además conoce de forma excepcional la realidad
venezolana.
El
gobierno pretendió engañar a la opinión pública mundial ventilando elementos
absolutamente distintos a los que fueron planteados en la negociación:
reconocimiento de la Asamblea Nacional, canal humanitario, libertad de presos
políticos y elecciones generales. Y frente a esas mentiras, el cardenal Parolin
lo desmintió, algo que el régimen de Maduro no se esperaba.
No se
trata únicamente de una posición en contra del Gobierno, sino de una posición
completamente a favor de la verdad por parte de Parolin como máximo
representante vaticano.
¿Y por qué adquirió tanta
relevancia la Santa Sede en Venezuela, si otros organismos han intentado el
proceso de mediación?
Porque
es el único actor al que las partes en conflicto solicitaron expresamente su
intervención. En todos los demás, no. UNASUR fue rechazado por parte de la
oposición; los expresidentes de IDEA fueron propuestos por la oposición, pero
rechazados por el gobierno; la presencia de los cuatro facilitadores fue
descartado por la oposición. Incluso, la intervención de la OEA no contó con
beneplácito del Gobierno. Ha habido choque de trenes. Solamente a la diplomacia
vaticana le pidieron formalmente los dos actores intervenir.
Sugiere el comunicado vaticano
la necesidad de una “salida negociada”, algo que parte de la población rechaza.
¿Cuál es la lectura que debe hacerse de tales términos en el caso venezolano?
No
solamente el Vaticano, sino que todos los gobiernos en estas circunstancias
deben hacerlo. La Santa Sede sigue la carta de las Naciones Unidas, que es la
que norma en la búsqueda de soluciones pacíficas, y no está sino apegándose al
Derecho Internacional, el cual impulsa la búsqueda de mecanismos de creación de
confianza y aquellos que permitan a los actores cumplir con las reglas de juego
siguiendo los acuerdos internacionales.
Cuando
se habla de posición pacífica, el Vaticano va en la misma línea del derecho
internacional público con la carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU),
las convenciones regionales: la Convención Interamericana de Derechos Humanos,
de los tratados que signan la cláusula democrática en las subregiones.
¿Cómo se debe entender la
negociación de la que habla el Vaticano?
Todo
apunta a la necesidad de llevar adelante un proceso de negociación, pero
transparente; no un monólogo, no una Asamblea Nacional Constituyente monocolor.
Llama
mucho la atención que habiendo una Constitución que el gobierno ha promovido
como la mejor del mundo, y estando en ella los mecanismos de solución, pretenda
ahora cambiar las reglas de juego a través de una nueva carta magna. Por eso
expresa muy claramente el documento del Vaticano su rechazo, porque además no
puedes crear una regla de juego a tu conveniencia, además con un mecanismo
fraudulento de elección.
¿Debe
haber negociación? Sí, pero no con la mala fe en cuanto a las declaraciones,
como ya denunció Parolin, sino con acciones que eliminen la violencia y el uso
desproporcionado de la fuerza. Una negociación que conduzca a la paz y a una
verdadera justicia para el encuentro de las soluciones. Ese es el planteamiento
vaticano.
La Iglesia ha dejado claro que
el gobierno de Nicolás Maduro busca “institucionalizar la dictadura”. Y la
mayoría de la población sostiene que una “dictadura no sale con votos”. ¿Se
puede avanzar en situaciones como ésta, con presión como la vaticana para
lograr soluciones pacíficas?
Sí,
pero siempre y cuando las reglas de la democracia sean claras. Tú no puedes ir
a unas elecciones en medio de una trampa avisada: cuando hay un Consejo
Nacional Electoral que miente, un Tribunal de Justicia que inventa sentencias y
atropella a los electos, que tiene en las cárceles a gobernadores y alcaldes de
oposición y que amenaza a los ganadores.
¿Entonces, no hay salida
electoral…?
Lo que
plantea el gobierno de Maduro en este momento con los comicios regionales: eso
no es una elección, sino un sistema dictatorial y arbitrario.
¿Alguna opción al respecto?
Sería
necesario que se establecieran reglas de juego claras, con verdaderos
mecanismos de credibilidad, con observadores internacionales, con acciones que
conduzcan a una aceptación de parte y parte. Entonces sí se podría pensar en
unas elecciones. Pero ha habido casos de manipulaciones como ésta. Si van a ser
con las reglas actuales, será entonces una elección monocolor para darle más
oxígeno a la dictadura y para seguir atropellando al pueblo venezolano, que lo
que quiere es democracia, justicia y libertad.
¿Cuál es el impacto real de la
posición internacional del Vaticano con este comunicado de la Santa Sede?
Esto
es una bola de nieve. Creo que cada vez se irán sumando más Estados. Cuando ves
a naciones que hace dos años daban solidaridad automática al gobierno de
Chávez, y cómo hoy en nuestro hemisferio, en América Latina e incluso en los
mismos países caribeños que eran solidarios con este régimen, ahora se han
resquebrajado. Lo mismo viene ocurriendo con la posición europea, no solamente de
forma multilateral la Unión, sino las cancillerías individuales como la
alemana, la francesa, la italiana y la española; además del contexto integral
de Europa.
Algunos
de esos pronunciamientos tienen que ver con una acción silenciosa de la
Iglesia, y esta posición de la diplomacia vaticana sí va a ayudar y mucho a que
siga creciendo el respaldo mundial contra la dictadura. La de la Santa Sede,
para decirlo en sus propios términos: es una diplomacia admirada “urbi
et orbi”.
Algunas medidas internacionales
incluyen sanciones a funcionarios del gobierno venezolano, no sólo desde
Estados Unidos sino también intentadas desde el Parlamento Europeo…
Han
sido sanciones individuales: condenar a aquellos que han sido acusados de
narcotráfico; así como a quienes violan los derechos humanos o trasgreden la
democracia. Pero el gobierno reacciona de manera cínica: los promueve, les
regala la espada de Bolívar y los califica de héroes.
¿Es previsible que apliquen
otro tipo de acciones?
Sí.
Frente a la burla de un gobierno absolutamente forajido, se están contemplando
otras medidas a nivel subregional: la expulsión de Mercosur es una de ellas. La
reunión de cancilleres como la que está propiciando el presidente de Perú,
Pedro Pablo Kuczynski. La acción a nivel de la OEA y la Unión Europea.
Inclusive existe la posibilidad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas:
único organismo que tiene la facultad del uso legítimo de la fuerza para
remediar.
¿Qué ocurrirá una vez no estén
al mando los hoy sancionados y se restaure la democracia?
Habrá
un gobierno de transición que necesitará usar todos los mecanismos regionales y
mundiales para reconstruir un país devastado por un gobierno ineficaz y
absolutamente torpe.
Si prospera la denuncia contra
Nicolás Maduro en la Corte Penal Internacional, ¿podríamos pensar en verlo
juzgado y detenido?
Yo sí
creo. La carta lo que ha hecho es energizar algo que se hizo después de la
Segunda Guerra Mundial. Nadie creía que el juicio de Nuremberg o los juicios de
Tokio pudieran repetirse. Sin embargo, el Tratado de Roma volvió de nuevo a los
juicios de Nuremberg para procurar que aquellos seguidores de un Hitler o de un
Mussolini, o las dictaduras feroces pudieran también ser llevadas a un tribunal
penal internacional permanente. Esa posibilidad, desde 2004 está vigente.
Ha
habido muchas demandas que cada vez van configurando una situación en donde más
tarde o más temprano los violadores de lesa humanidad están con la espada de
Damocles encima.
Lo veo
posible, porque lo fue con Slobodan Milóshevich. Su gente nunca pensó que
podría morir en una prisión en La Haya. Y los seguidores de los dictadores en
África tampoco lo pensaron, pero sí se les aplicó. Entonces, ¿por qué
dictadores de América Latina habrían de quedar exentos?
La
Santa Sede es un actor excepcional en materia de diplomacia y confiamos en que
pronto se verán más frutos.
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