Por Carlos Romero Mendoza,
03/08/2017
El 26 de agosto de 1999, El
Universal, informó sobre la aprobación, por parte de la Asamblea Nacional
Constituyente, de un Decreto mediante el cual se suspendieron las sesiones del
Congreso de la República de Venezuela y las actividades de casi todas sus
comisiones parlamentarias. Esa nota de prensa, firmada por Taynen
Hernández y Ernesto Villegas, se tituló: ANC se enfrentó y reguló al
Legislativo.
En esa nota se cita al Dr. Allan
Brewer Carías cuando, en su condición de constituyente, reclamó que tal medida
violentaba las bases comiciales y los propios tratados internacionales
vigentes. En ese mismo sentido, Virgilio Ávila Vivas, advirtió que tal medida
lo que claramente buscaba era reducir a “cero” al entonces Congreso de la
República de Venezuela.
Para Aristóbulo Istúriz, el
Congreso de la República, como foro político del país, peligrosamente se
convertía en una trinchera para enfrentar las decisiones de la Asamblea
Nacional Constituyente y en tal sentido eso no se podía permitir.
El clima de conflictividad
aumentó y ello llevó a una reforma de ese Decreto mediante el cual se permitió
que la misma Asamblea Nacional Constituyente asumiera todas las funciones del
Congreso Nacional, cuando éste, en el marco de sus funciones reguladas, se
negare, retardare o intentare incumplir con su tarea. El Universal,
en una nota de prensa firmada por Yolanda Valery el 30 de septiembre de 1999,
informó de esta reforma bajo el siguiente titular: ANC asumirá toda la
función legislativa.
En ese momento, cuando de manera
definitiva se concretaba el cierre técnico del Congreso Nacional, éste no había
logrado sesionar fuera de la sede parlamentaria, impedido por la formalidad
legal y la imposibilidad de acceder a las instalaciones físicas a los fines de
autorizar la realización de sesiones fuera de la sede del parlamento.
Para Daniel Córdoba Zerpa, en una
crónica publicada en El Universal y fechada el 30 de septiembre, la
ciudadanía demostró en ese debate intenso y complejo una gran indiferencia
frente a esa situación.
Casi 20 años después, el Poder
Legislativo venezolano, ahora con una Asamblea Nacional unicameral, vuelve a
estar enfrentado a una Asamblea Nacional Constituyente a la cual ya desconoció
formalmente a través de un Acuerdo político aprobado el 1 de agosto de 2017.
Claramente volveremos a reeditar
el conflicto político de 1999, brevemente reseñado en las líneas previas, más
aún cuando Diosdado Cabello, en declaración registrada por El Nacional y
publicada el 12 de julio de 2017, anunció que la Constituyente tendría poderes
plenipotenciarios y que ello le permitiría sustituir y asumir las funciones de
la Asamblea Nacional, argumentando como excusa que la misma está en desacato.
Hoy no podemos, como sociedad
civil, responder ante esa amenaza cierta a que hace mención Diosdado Cabello
con la misma indiferencia que se evidenció ante el cierre técnico del Congreso
de la República de Venezuela en el año 1999; en especial, porque a
diferencia de aquélla experiencia constituyente, ésta no cuenta con la
legitimidad suficiente y, menos aún, con respaldo constitucional que valide su
existencia y actuación.
El gran desafío de la sociedad
civil en estos momentos es cómo asumir de manera concreta y pacífica la defensa
activa de la Asamblea Nacional, y cómo acompañar en esa labor cívica a sus
representantes políticos. Ellos no pueden quedarse solos, pero también
deben asumir que en estos momentos son indispensables en la defensa de la
institucionalidad política del país.
Si no somos capaces de defender
la institucionalidad política, inspirándonos en los valores, principios y
garantías constitucionales, no vamos a poder asumir con éxito cualquier otro
reto que se imponga en el campo electoral.
Pero como sociedad no podemos
asumir de manera efectiva la defensa activa de la Asamblea Nacional, si no
valoramos con objetividad y de manera justa la labor que este Parlamento ha
cumplido desde su instalación, en enero 2016, pese a los obstáculos que el
régimen desde un inicio le ha impuesto para su efectivo funcionamiento a través
de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.
Es el momento de valorar que
desde enero 2016 la Asamblea Nacional ha debatido políticamente y de manera
abierta una cantidad de proyectos de ley que supera a la labor legislativa de
los anteriores parlamentos desde el año 2000.
Así mismo, es importante destacar
que la Asamblea Nacional ha respetado el orden constitucional y ha logrado
sancionar varios de esos proyectos de ley, encontrándose en esa etapa con el
obstáculo que el régimen le ha impuesto a través de la Sala Constitucional a
los fines de evitar la obligación del Ejecutivo de hacer observaciones o
simplemente promulgar la ley sancionada.
Desde el punto de vista político,
el régimen inventó el desacato para arrebatarle a la Asamblea Nacional su
función de control sobre el presupuesto público y la gestión de gobierno; pero
ello no ha impedido que desde el 10 de mayo de 2016, a través de múltiples y
diversos Acuerdos, el Parlamento haya asumido su función de representación
política a través del rechazo y la denuncia sistemática de la ruptura del orden
constitucional y democrático venezolano por parte del Ejecutivo Nacional,
Tribunal Supremo de Justicia y Consejo Nacional Electoral.
No hay que perder de vista en la
reflexión, que no hay desde el año 2000 una Asamblea Nacional que haya cumplido
su función parlamentaria al servicio del país como ésta. El logro de las elecciones
parlamentarias del 2015, fue precisamente recuperar al Poder Legislativo, para
ponerlo al servicio del país como foro político natural de los asuntos
nacionales.
Precisamente como ha sucedido con
el intento de solicitar el referendo revocatorio y con la misma elección de
gobernadores y legisladores estadales, cada vez que el régimen de Maduro, se
enfrenta a la voluntad de un pueblo que responde con su participación efectiva,
constitucional y legítima, éste reacciona desconociendo e ignorando la voluntad
del pueblo.
Hoy no podemos ser indiferentes
ante una realidad que pretende ignorar el voto popular y simplemente anular a
través de una ilegítima e inconstitucional Constituyente al único poder
político con suficiente legitimidad para enfrentar el desafío que supone el
rescate del orden constitucional y democrático en Venezuela.
Frente a esta realidad, es
oportuno no olvidar el Acuerdo de la Asamblea Nacional del 25 de octubre de
2016, mediante el cual se declararon en sesión permanente de consulta popular,
bien en la sede del propio Parlamento, a través de sus comisiones permanentes o
incluso en las comunidades, con la finalidad de impulsar asambleas de
ciudadanos, movilizaciones y otras formas de deliberaciones y manifestaciones
públicas, que permita junta al pueblo evaluar decisiones que deben ser asumidas
ante la ruptura definitiva del orden constitucional concretada con la
fraudulenta constituyente.
Pareciera que es el momento para
que esas sesiones se efectúen a los fines de articular el esfuerzo necesario en
defensa de la institucionalidad y legitimidad de la Asamblea Nacional, y de los
principios, valores y garantías constitucionales.
Escrito para Polítika UCAB
https://politikaucab.net/2017/08/03/la-defensa-de-la-asamblea-nacional-un-reto-ciudadano/
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