Por Roberto Patiño
El país atraviesa una etapa de
agudización de la crisis como parte del proceso de afianzamiento de la dictadura,
agravada ahora con el secuestro del sistema electoral. Si queremos enfrentar
efectivamente al régimen, debemos reflexionar sobre cuál es su naturaleza y las
formas de opresión que ejerce, tanto para darle respuesta en lo inmediato como
para establecer elementos que ayuden a la elaboración de un proyecto
alternativo e incluyente de país, necesario para superarlo.
Es importante reconocer cómo,
en este proceso de consolidar la dictadura, el régimen manipula a sectores de
la población a través del fomento, utilización e instrumentalización de
necesidades y problemas. Así, por ejemplo, políticas del Estado de distribución
de alimentos o de entrega de viviendas se implementan con criterios de
exclusión social y política, con el objetivo de establecer sistemas de control
y dependencia.
Esta perversión de las
relaciones entre Estado y sociedad es justificada por un discurso oficial de
propaganda que exalta las acciones gubernamentales y genera informaciones
falsas, repitiéndolas hasta producir percepciones distorsionadas de la
realidad, posverdades. Pero también, este discurso coopta valores universales
como exclusivos del poder y de los grupos asociados a este, cuestionándolos
cuando provienen de organizaciones o individuos independientes, donde los atribuye
a intereses ocultos de grupos malintencionados.
Temas como el empoderamiento,
la organización y la participación social, la solidaridad y la convivencia, han
sido tergiversados o desprestigiados por el régimen, buscando limitarlos
únicamente a sus políticas o asociarlos a ideologías o modelos de gobiernos
afines. De esta manera ha condicionado negativamente la conversación sobre
estos temas y su pertinencia en la búsqueda de soluciones a la actual situación
del país.
Esto ha afectado su discusión,
por ejemplo, en foros públicos y redes sociales. Se cuestionan objetivos y
logros de iniciativas de organizaciones religiosas, humanitarias o que realizan
alguna forma de trabajo social, al igualarlas y compararlas con planes
gubernamentales. En nuestro caso particular, programas como Alimenta la
Solidaridad, llevados a cabo por nuestra organización junto a comunidades de
Caracas, han sido comparados con iniciativas gubernamentales como el CLAP, al
estar enmarcados dentro de la problemática de la crisis alimentaria. Un
programa como Alimenta la Solidaridad estimula el empoderamiento local y los
procesos convivenciales: organiza comedores para niños en situación de
vulnerabilidad, a partir del trabajo conjunto de miembros de la comunidad,
voluntariado y organizaciones. Por el contrario, los CLAP son un mecanismo de
control y presión social: condiciona la distribución y entrega de alimentos con
criterios sectarios, siendo utilizado como herramienta coercitiva y haciendo
dependientes del Estado a cada vez más sectores de la población.
Visibilizar las diferencias
entre esta iniciativa independiente y el plan de gobierno, nos permite mostrar
con claridad el aprovechamiento que el régimen hace de los graves problemas que
afectan a la población y del discurso que desvirtúa y estigmatiza vías de
solución que pueden ser implementadas desde la colectividad. Es necesario
considerar los temas de organización social y convivencia, solidaridad y
participación, en la búsqueda de salidas a la crisis y la superación de la
dictadura, como elementos para la reconfiguración de estrategias y el
desarrollo de nuevas formas de acción política.
Solidaridad y convivencia
opuestas a la exclusión y opresión, pero también como base para un nuevo
programa político. Una vía que posibilite el involucramiento real y activo de
diversos sectores sociales y nos permita la superación del régimen y la
reconstrucción del país.
robertopatino.com
02-11-17
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