Por Rafael Viloria
Un viejo amigo jesuita:
Alberto Dorremochea (El dorre) refería en sus conversaciones el viejo “Lema del
océano de confusiones en un desierto de ideas”. El señor presidente de la república
de Venezuela Nicolás Maduro Moros, en cadena nacional comunica a los
venezolanos, con frecuencia casi que a diario, que aquí nada malo pasa,
porque todo está resuelto para bien de todos los habitantes de este
país; sean estos del sesgo político que sean del país que vengan.
Cuando publica este mensaje,
suele indicarle a su equipo subalterno, que deben hacer lo propio, a los fines
de cuidar todo aquello del contenido coherente del mensaje; su origen y
destino.
En el contenido de los
discursos del señor presidente; en el fondo comenzamos a observar contrastes
que generan obligatoriamente controversia. El presidente indica la existencia
cierta de problemas sociales, económicos y políticos; que obligan a la
presencia de limitaciones en las funciones del estado como tal. Al presidente y
su equipo sería bueno preguntarles ¿Estamos bien, estamos mal?, el
señor presidente sin que le preguntemos responde, que el bien nos corresponde;
que lo malo es culpa del presidente de los EEUU que le tiene declarada una “guerra
económica a Venezuela“ que afecta el desarrollo integral del país.
La realidad visible y
tangible es que la crisis, no solo crece y se agudiza, si no que va
encaminando a convertirse en un incontenible “holocausto” imposible de contener
y controlar, así para ello haya que utilizar la fuerza civil y militar que se
disponga.
El gobierno nacional
pareciera no tener conciencia plena de la verdadera situación del país, por eso
no tenemos capacidad para entender, como es que mientras se hunde frente a nosotros;
el gobierno en su discurso se empeña en mostrar, la existencia imaginaria de un
país, lo más parecido a la octava maravilla del mundo.
El océano de confusiones en
el desierto de ideas; se hace realidad cuando observamos el desempeño de la
plataforma de las ciencias políticas. En ese orden, Venezuela pareciera ser un
barco con cuatro capitanes, cuatro timones, cuatro brújulas. Un barco donde
todos mandan, nadie obedece, nadie responde, nadie es responsable en una
anarquía total. En consecuencia la democracia es sustituida por
el totalitarismo.
Los últimos acontecimientos
ocurridos en América Latina nos indican claramente que la crisis cada día se
torna más complicada y difícil, la insistencia del despertar tiene como
propósito claro que hay que crear consciencia de lo que acontece, nos obliga a
tener que plantearnos con mucha seriedad la situación real existente, por
supuesto, que indicarle al país que nada está pasando resulta de obligatorio
análisis, porque eso no es cierto, aunque en paralelo se esté
indicando una situación en la que aparentemente nada está pasando resulta
improcedente.
Si están pasando cosas, no
es cierto que estemos preparados, no debe ser suficiente el discurso para
detener una situación que existe, por eso la insistencia, desde mi punto de
vista de que hay que despertar, accionar, y actuar como fórmula obligantemente
aplicable si queremos salir de la crisis, a ese efecto, contamos con una
constitución lo suficientemente valiosa y aplicable al propósito buscado.
Todos los venezolanos
sabemos, hacia donde se quiere conducir al país con eso de las alianzas
políticas y económicas de los rusos, con los chinos, los iranís, turcos, etc.
Por eso hay que despertar reaccionar y actuar de forma diligente; para no pasar
a ser serviles de un nuevo orden social, económico y político; contrario al que
hemos tenido y defendido a lo largo y ancho de nuestra historia, por eso hay
que despertar.
Ex presidente de CECONAVE
22-11-19
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