Víctor Jimenez Ures 20 de noviembre de 2019
@VJimenezUres
Los
tiempos cambian y las cosas cambian; las guerras convencionales, salvo en casos
extremos, están pasando de moda. Ya no hacen falta las bombas y los misiles
para poner naciones enteras de rodillas, ni para derrocar regímenes
totalitarios. La beligerancia se ha reinventado en modos igual de efectivos,
pero menos costosos en términos económicos y muchísimo menos traumáticos en
costos humanos. Por un lado, aquello se reconoce y saluda como un importante
avance en las técnicas de resolución de conflictos (pues sí, la guerra también
es un modo de resolver conflictos) en tanto la conservación de la vida humana
debe estar por encima de absolutamente cualquier otro interés; pero también
permite a quienes no poseen el control sobre el monopolio de las armas y el
Poder (concebido a la manera antigua) integrarse plenamente a los teatros de
operaciones en que se dirimen los conflictos políticos. ¿Los requisitos
indispensables? organización, inteligencia, disciplina y una buena dosis de
paciencia.
Aquello
de la organización y la disciplina salta a la vista, toda vez que al no poseer
armas y depender del voluntariado, los grupos de presión que practican los
mecanismos de resolución de conflictos no violentos dependen casi en forma
exclusiva de una buena organización cimentada en una admirable disciplina, sin
la cual ninguna de las actividades que se llevan a cabo tendrán los resultados
esperados. Los activistas en pro de la democracia hemos implementado desde el
año 2014 diversas étnicas de Lucha No Violenta encaminadas al desmantelamiento
progresivo de la Dictadura.
¿Hemos
tenido logros? Sin dudas, podemos decir que, en resumidas cuentas, a nuestra
lucha pacífica se debe la precaria situación internacional de la dictadura, así
como el reconocimiento y apoyos que en plano internacional ha recibido el
Presidente (E) de la República, pasando además por el quiebre de los pilares
que sostienen al cada vez más debilitado régimen terrorista de Nicolás Maduro.
Ahora
bien, nunca faltan quienes aseguren que la salida de Nicolás Maduro y el fin
del Régimen Dictatorial solo llegará con la intervención de un ejército
extranjero (EEUU) o con una guerra civil. No se niega que aquella habría sido
la más rápida de todas las opciones, y quizá la mejor (aunque tal aseveración
no escapa de críticas bastante razonables) toda vez que nos habría quitado de
encima la molesta sombra de un ejercito mañoso, mal acostumbrado a las cuotas
de poder y al dinero fácil, así como a los grupos terroristas que andan a sus
anchas en nuestro territorio sin que podamos hacer algo para impedirlo, pero…
la verdad sea dicha… nadie mandará a sus hijos a morir en defensa de los hijos
de alguien más. Además, hay que decirlo también, nadie en la comunidad
internacional apuesta por la sobrevivencia del régimen chavista por un periodo
de tiempo demasiado largo.
Al
final, tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo, la opción
militar es demasiado costosa para derrocar a un dictador que está a punto de
caerse solo; para ellos es más rentable sentarse a esperar, y coadyuvar con
sanciones económicas personalizadas a los funcionarios del régimen, que, al fin
y al cabo, son quienes le sostienen.
Recordemos
algo, el objetivo de nuestra Lucha No Violenta (a la cual se sumó EEUU) no es
conmover al dictador ni a sus acólitos, sino aumentarles el costo moral,
económico y político de permanecer aferrados al poder.
¿Nos
acompañan?
Dios
bendiga a Venezuela.
Víctor
Jimenez Ures
@VJimenezUres
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