Fernando Mires 25 de marzo de 2020
@FernandoMiresOl
Mario
Vargas Llosa ha sido censurado en China. ¿La razón? Haberse referido al
gobierno de ese país en términos que a sus autoridades parecieron inaceptables.
Citemos el párrafo:
“Nadie
parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China
Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo
menos un médico prestigioso, y acaso fueran varios, detectó este virus con
mucha anticipación y, en vez de tomar las medidas correspondientes, el gobierno
intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de
impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras. Así,
como en Chernóbil, se perdió mucho tiempo en encontrar una vacuna. Sólo se
reconoció la aparición de la plaga cuando ésta ya se expandía. Es bueno que ocurra
esto ahora y el mundo se entere de que el verdadero progreso está lisiado
siempre que no vaya acompañado de la libertad. ¿Lo entenderán de una vez esos
insensatos que creen que el ejemplo de China, es decir, el mercado libre con
una dictadura política, es un buen modelo para el tercer mundo? No hay tal
cosa: lo ocurrido con el coronavirus debería abrir los ojos de los
ciegos”(¿Regeso al Medioevo? El País,14.03.2020)
Sin
duda las palabras de Vargas Llosa no son chocolate con guinda en el paladar de
los jerarcas chinos. Pero si ellos hubieran querido confirmar la opinión del
nobel, no podrían haberlo hecho mejor. De hecho tenían tres alternativas: La
más obvia: ignorar el artículo. La más política: responder y abrir un debate
público sobre el tema. La más dictatorial: extender censura no solo al
artículo, sino a toda la obra del escritor, hecha desaparecer de un día a otro
en todas las librerías de China.
Es
muy sabido, y los gobernantes chinos también lo saben, que China no es una
democracia. Hecho que no debe molestarles mucho pues la mayoría de los países
del orbe tampoco lo son. Con ellos, guste o no, las naciones democráticas deben
practicar relaciones diplomáticas y comerciales. Hay razones incluso que llevan
a suponer que no todos esos países están condicionados, ya sea por tradición,
cultura, historia, o religión, para adoptar la forma democrática-occidental. No
por eso han de ser criticados, sino solo cuando sus métodos alteran los
intereses de las naciones democráticas. Ese fue el caso de China frente al
coronavirus.
Toda
democracia tiene el derecho a defenderse de agresiones externas. Y, si es
cierto que el gobierno chino ocultó en una primera etapa la existencia y
desarrollo del coronavirus, también debe hacerse cargo de la crítica
internacional de la cual Vargas Llosa es solo uno de sus exponentes.
En
otras palabras, no fue el escritor peruano quien politizó Codiv-19, sino el
gobierno chino lo hizo cuando intentó silenciar una voz literaria por razones
políticas. O dicho a la inversa: el artículo de Vargas Llosa puede ser visto
como una protesta en contra de la politización nacional de un tema que
concierne a toda la humanidad. En ese sentido la analogía entre Codiv-19 y
Chernóbil es adecuada y por cierto, hecha pública por diversos comentaristas,
antes de que Vargas Llosa escribiera su artículo.
Chernóbil
en sí -en eso podríamos estar todos de acuerdo- no fue un hecho político. Solo
se convirtió en político desde el momento en que la autocracia rusa intentó
silenciarlo, poniendo en peligro la vida de muchísimos seres humanos. Ahí yace
el nudo del problema.
El
tema de la politización de Codiv-19 no solo es, por cierto, un peligro chino.
Por el contrario, es una posibilidad latente en diversos gobiernos de la
tierra, incluyendo a algunas naciones con larga tradición democrática. Contra
esa politización deben actuar las fuerzas políticas de cada nación. En el hecho
diversos gobernantes inescrupulosos no han dudado en usarlo como arma en contra
de otras naciones. Putin, al prohibir la entrada de chinos a Rusia, lo politizó
en contra de la propia China. Erdogan y Trump, el primero por razones
ideológicas, y el segundo por razones económicas y electorales, lo politizaron
al presentar a coronavirus como un agente europeo. Hay muchos otros ejemplos.
Un
peligro adicional en el que también han caído algunos gobernantes de naciones
democráticas reside en la manipulación populista de coronavirus. Por ello
entendemos la utilización del peligro viral como un medio de autopromoción de
esos gobernantes. La mayoría – sí, la mayoría - han visto en Codiv-19 una
posibilidad de presentarse ante las cámaras como ejecutores de planes
grandiosos y épicas gestas. Algunos aparecen todos los días en la televisión
dictando normas y decretos en una lucha que ellos suponen liderar en contra del
nefasto virus. En cierto modo, con la ayuda del coronavirus intentan lograr lo
que no pudieron con sus políticas, pasando incluso por sobre las opiniones de
prestigiosos institutos de investigación científica. Con ello intentan,
evidentemente, que Codiv-19 concentre en sí toda la política de sus naciones de
modo que cualquier crítica a sus gestiones debe ser acallada en nombre de la
lucha anti-viral. Dicho de modo breve: de lo que se trata, en nombre de la
absolutización de la política anti-virus, es de suprimir a la propia política
como campo de debate.
Incluso
un gobernante tan democrático como Emmanuel Macron no pudo resistir la
tentación populista al afirmar “estamos en guerra” contra Codiv-19. Y bien, si
entendemos que no hay negación más radical de la política que la guerra, la
guerra no sería solo en contra del virus sino en contra de la política.
Pensamiento del que, por supuesto, está muy lejos Macron. Pero sí puede estar
muy cerca de algunos gobernantes no-democráticos quienes, alentados por la
frase de Macron crean sentirse invitados a sustituir en sus respectivos países,
y sin que nadie se de cuenta, el estado de emergencia por el estado de sitio.
Esas
noches sin transeúntes y vigiladas por uniformados nos hacen recordar a muchos
(solo visualmente) escenas post-golpistas vividas en tantos países
sudamericanos. Las oposiciones de esos países harían bien en mantenerse alerta
frente a posibles intentos gubernamentales por subvertir las normas políticas.
No
obstante, tampoco está descartado que el peligro de politización del virus
pueda provenir de esas mismas oposiciones. Incapaces de separar al enemigo
viral del enemigo político, puede darse el caso que terminen por negar la sal y
el agua a los gobiernos en una lucha que no es política sino de todos los
ciudadanos frente a un peligro que no hace distinciones ideológicas, que no es
extranjero ni nacional, que no es de izquierda ni de derecha, que no es progre
ni facho.
La
lucha común en contra de Codiv-19 no significa suspender la lucha política.
Significa solamente no mezclarlas. Frase que en chino se escribe así: 与Codiv-19的共同斗争并不意味着暂停政治斗争。 只是不混在一起.
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