José Luis Farías 23 de marzo de 2020
@fariasjoseluis
La
otra cara:
La
pandemia del COVID-19 ha rasgado el velo de la Globalización descubriendo que
la interconexión alcanzada por el hombre, además de indiscutibles ventajas,
también entraña terribles peligros para la humanidad.
Las
naciones más interconectadas (Comunidad Europea , Reino Unido y EE.UU) han sido
las más afectadas en una primera fase de la pandemia surgida en Wuhan, región
de China.
El
virus ha podido viajar más fácil, rápida y abundantemente hacia esos países
gracias a la globalización que a sitios más recónditos de Africa o más aislados
política y comercialmente como Venezuela.
Se expande el miedo
El
crecimiento del número de contagiados es vertiginoso, Europa se ha convertido
en el epicentro de la epidemia, las cifras de muertos en Italia ya superan las
de China, la angustia consume a Francia, en España el terror ha seguido a
cierta conducta irresponsable inicial, la alemanes no están a salvo y el pánico
se apodera de los estadounidenses.
Los
países latinoamericanos están en un cuadro desventajoso por sus deficientes
servicios públicos de salud. No hablemos de Africa. En Venezuela la precariedad
en todos los órdenes de la vida, con servicios públicos caotizados y un 90% de
pobres es alarmante, la irresponsabilidad del régimen político instaurado
presagia una tragedia.
La
conmoción mundial producida por la letal pandemia no registra antecedentes de
la misma envergadura, ninguna epidemia previa se ha expandido con tanta rapidez
ni ha producido tanto impacto emocional sobre todos los ámbitos de la vida
humana.
En
las sociedades del mundo entero el confinamiento masivo de cientos de millones
de personas es la primera medida para intentar aislar el virus. El terror
despertado por el enemigo invisible que acecha ha tendido un manto de
incertidumbre cubriendo al mundo entero.
Todo se detiene
La
paralización de la economía ha alcanzado proporciones impensables, el Banco
Mundial alerta sobre una recesión global coincidiendo con las apreciaciones de
entes financieros multinacionales como JP Morgan, Goldman Sachs y Bank of
America.
Por
ahora, las proyecciones adelantan que China y Europa sufrirán los mayores
daños, aunque todavía pudiera ser temprano para tal afirmación.
América
Latina tiene pronóstico negativo de crecimiento económico y el de Venezuela,
sin duda, es catastrófico. Se acentuará el rezago económico frente a las
naciones más desarrolladas.
Las
agencias internacionales de noticias CNN, BBC de Londres y France Presee al
igual que cualquiera de las innumerables fuentes noticiosas del mundo compiten
en el despliegue informativo sobre la marcha mundial de la pandemia, desde hace
semanas el COVID-19 domina los titulares de la prensa escrita y de los
noticieros de radio, TV e Internet.
La
circulación de vehículos y el tránsito peatonal se redujeron al mínimo
necesario, calles y avenidas del mundo están desoladas. Populosas ciudades como
Nueva York, París, Roma o Madrid detuvieron su marcha súbitamente. Igual
sucedió en las metrópolis latinoamericanas, Ciudad de México, Caracas, Bogotà,
Lima, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Buenos Aires muestran su soledad.
¿La antidemocracia toma cuerpo?
Las
actividades gregarias de los humanos se han restringido. Mítines políticos,
protestas públicas, actividades religiosas, culturales y deportivas se
postergan. La vida en sociedad ha quedado suspendida. Las imágenes de
multitudes se han desvanecido.
Los
Estados modernos cualquiera sea su signo ideológico, estructura política o
dimensiones recurren a drásticas medidas restrictivas de las libertades
públicas en su lucha contra el contagioso y letal virus.
Las
imágenes represivas en China para con aquellos que estando contagiados se
resistieron a ser aislados. Los excesos policiales en las playas de Brasil
contra quienes no acataron las prohibiciones de concentraciones. El ejército
norteamericano desplegado en las calles de Nueva York. O los abusos criminales
de grupos de "Colectivos" en nombre del régimen que masacraron
ciudadanos en un barrio de Caracas presuntamente por no acatar la
"cuarentena", presentados por el régimen imperante como producto de
“ajustes de cuenta" entre delincuentes, es la punta de un iceberg
gigantesco que nos habla de hasta dónde pueden llegar las cosas.
Paradójicamente,
un virus trocado en pandemia a causa de la falta de democracia que restringió
la información sobre el mismo en China pudiendo evitar su expansión hacia el
mundo, ahora pareciera encontrar su abatimiento en la misma restricción de la
libertades democráticas, sometiendo multitudes al cautiverio e invadiendo la
intimidad ciudadana con el Big Data proporcionado por el control absoluto de la
vida a través de la digitalización de todas las actividades humanas que
proporcionan información suficiente para el control de la enfermedad.
En
defensa de la vida, el principal derecho humano, se restringen el resto de los
derechos.
Los chinos recogen el guante
Los
chinos nunca han dejado de hacer política y mucho menos durante esta crisis, la
difusión propagandística de vídeos de la construcción de media docena de
gigantescos hospitales en pocos días para combatir el COVID-19 fue demasiado
emblemática de su intención.
Ahora
se ufanan de haber frenado el pico de la curva de contagios, de detener el
"pico" de la misma, del supuesto control definitivo del virus y
llevan ayuda a Italia y España con claros fines políticos. Recogen con hábil
política el guante lanzado por Donald Trump del "virus chino" para
estigmatizarlos como los responsables de la pandemia que asola al mundo.
Sin
duda, la ciencia y la tecnología puesta al servicio de la vida le pondrá fin
más temprano que tarde al mal llamado coronavirus. Es probable que en seis
meses, dicen que máximo un año, el mundo tendrá la vacuna que le pondrá fin.
Sin
embargo, ya nada será igual.
Las
consecuencias últimas de la inesperada crisis todavía están por verse y la
opinión general se adelanta a advertir que concluido el dramático trance ya
nada será igual, que el mundo será otro y cada uno de nosotros también.
Pese
a la seguridad existente de que los cambios serán inevitables y aunque nadie
pueda determinar cuál será el alcance de los mismos, arrojando más dudas que
certezas sobre el porvenir, no podemos resistirnos a la tentación de aventurar
una idea sobre lo que sucederá en Venezuela una vez concluida la crisis.
Voy
Las
acciones del régimen usurpador del poder en Venezuela sugieren la deriva de un
desenlace que pudiera modificar en cualquier momento las relaciones de poder
existentes. Un posible cambio, pues.
La
pandemia sorprendió al país en medio del punto más álgido de la crisis que
vivía, en el momento en el cual las presiones internacionales comenzaban a
sentirse con todo rigor, siendo la escasez de gasolina el signo más evidente.
Tal
vez Nicolás Maduro sintió que la llegada del coronavirus le había venido como
anillo al dedo para esconder la falta del combustible en el país y las
consecuencias de la misma en el abastecimiento de alimentos a los venezolanos,
tomando rápidas medidas de aislamiento sentidas como razonables por muchos
sectores pensantes ante la amenaza del virus.
El tirano desnudo
Pero
lo cierto es que a los pocos días quedó en cueros cuando fue a tocar las
puertas del denostado Fondo Monetario Internacional a pedir primero 5.000
millones de dólares para presuntamente enfrentar la crisis del coronavirus y
que una vez recibido el primer portazo del ente internacional tuviera la
desfachatez de ir una segunda vez, ahora por 1.000 millones.
La
concurrencia al FMI solo confirma la quiebra absoluta de la dictadura, el país
se ha quedado sin dinero, Maduro nos ha dejado en la carraplana.
En
su desespero trata de surfear la ola apretando por un lado el cautiverio
general y relajándolo en sectores humildes de Caracas como Catia, Petare o en
el mercado de "Las Pulgas" de Maracaibo. El temor a la ira popular es
inocultable. En el mundo castrense se respira el descontento. Los desacuerdos
pueden estallar.
Aunque
seguramente su cultura no va más allá de las tiras cómicas o algún manual
marxista de ocasión, muy posiblemente Maduro está pensando en algo similar a
aquella perturbadora y sugestiva frase de Goethe: <>.
Corresponde
a Guaidó y a la Asamblea Nacional aumentar la presión para forzar la
negociación que lleve a la partida del déspota. No hay solución distinta a la
salida de Maduro.
José
Luis Farías
@fariasjoseluis
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