Por Luisa Pernalete
Hace unos días hablé
con una compañera de Mérida. A la pregunta de cómo estás me respondió: “Ya
cansada de esta cuarentena y aplicándome los consejos que yo le doy a mis
colegas de las escuelas. Me estaba poniendo muy triste y mi hija me necesita”.
Y tiene razón mi amiga. Yo voy a compartir lo que a mí me resulta, aclarando
que no soy ninguna terapeuta, ni psicóloga. Sólo leo, ensayo, saco mis
conclusiones.
Primero recordar algo
que aprendí hace mucho tiempo: hay una relación entre percepción, pensamiento,
sentimientos y acción. Nosotros actuamos como sentimos, sentimos como pensamos,
pensamos como percibimos.
Entonces, cuide usted
sus percepciones: mire con ambos ojos, no puede dejar de ver lo mal que están
las cosas en el país -ya estaban muy mal antes de la emergencia sanitaria por
la pandemia y muchas cosas se han agravado- pero tampoco puede solo ver los
dramas de este país. Vea también eso que yo llamo “las velitas en medio del
apagón”. Signos de solidaridad, que van desde esa llamada de la compañera a la
otra que sabe que vive sola, por ejemplo. Esos gestos de otros que nos ofrecen
una dosis diaria de risa -con el valor terapéutico que tiene el sentido del
humor-, hasta las muestras de heroísmo de venezolanos y venezolanas que surgen
o se mantienen en muchas partes. Conozco gente que se rodea de un pantano,
rumia las malas noticias, no sale de una queja. Piense más bien como un río, en
donde el agua se oxigena y alimenta la vida. A mí me ayuda mucho eso. Recojo
cosas buenas que hacen los demás, como esas historias de maestros haciendo
malabarismos para atender a sus alumnos, sin que por eso les paguen más. Solo
por amor a los niños.
Cuide sus pensamientos.
Ligado a lo anterior. Evite entonces estar rumiando pensamientos catastróficos.
Hay que tener realismo, nada de “yo estoy bien, tú estás bien”. Pero no se
quede anclado en la queja. Recuerde cosas buenas que le hayan pasado -demasiado
presente tampoco ayuda-, sueñe lo que hará cuando esta cuarentena termine,
aunque con ello no terminen todos nuestros problemas. Imagine lo que se reirá
cuando pueda volver a reunirse con sus amigas del alma. Ya esa imagen nada más
le entra a una como una brisa en medio de un día caluroso.
No se trata de
disfrazar las emociones. Póngale nombre, reconozca lo que está sintiendo: ¿Es
rabia? ¿Es angustia? ¿Es miedo? Mírese en el espejo y dígase sus verdades. Eso
evitará que pague rabias y angustias con los que lo rodean. He leído que con la
cuarentena ha crecido la violencia intrafamiliar. En parte tiene que ver con la
mala administración de las emociones. Los hijos no tienen la culpa de la
pandemia, la pareja tampoco.
No olvide esos
ejercicios de relajamiento que serenan, que pacifican sus angustias, son
gratis, no tiene que hacer cola para aplicarlos: respire profundo varias veces,
por ejemplo; medite un rato todos los días; rece algo en la mañana y luego en
la noche recoja el día… piense en otros y pida por el bienestar de ellos, y en
la noche dé gracias por ese día: qué logró, de quién tuvo noticias…
Todos los expertos
coinciden en que el ejercicio físico ayuda mucho. Algo de estiramiento
temprano, si se sabe ejercicios de gimnasia cerebral estimulará su cerebro
creativo, entre otras bondades, y si tiene dónde, camine unos 20 minutos todos
los días. Si lo hace un solo día, no conseguirá más que dolores al día
siguiente, pero si lo hace todos los días, verá sus resultados positivos. Si
tiene la suerte de contar con internet, aunque no sea todo el tiempo, le
comento que hay en esta coyuntura muchos consejos para hacer gimnasia en su
casa No se olvide de bailar un rato, no es para un casting, es solo para
moverse y hacerlo con agrado. No pase el día frente a la computadora, por mucho
trabajo que tenga. Párese cada hora y de una vuelta, ayuda a la circulación y a
la concentración también.
Haga algo de
risoterapia, ya sea viendo videos graciosos -no sólo noticias hay en YouTube.
Hay uno fácil que a mí me ayuda: póngase frente al espejo y sonría, verá que a
los 3 o 4 segundos mayor dosis, unos 5 o 6 segundos, y si no le basta, busque
un especialista porque está mal (chiste malo).
Y fuera de broma, si
usted considera que está entrando en depresión, le comento que hoy en Venezuela
hay profesionales de la salud mental que están atendiendo por teléfono a gente
que los necesite y de manera gratuita.
Si tiene hijos, ahora
que ya terminaron las clases a distancia para los de primaria y bachillerato,
se acabaron las tareas, pero puede crecer el aburrimiento, entonces haga con
ellos una rutina consensuada con las actividades que se pueden hacer en casa.
De paso, sepa que los escolares parece que están llevando el confinamiento
mejor que los adultos, puesto que en la escuela están “confinados” a un salón a
un pupitre. Eso se lo escuché a mi amigo Elvis, de Fe y Alegría de República
Dominicana.
Si es de los que hace
teletrabajo, dos cosas: no abuse, tenga su horario también, y ayuda arreglarse
uno como que si fuera a su oficina. Yo, cuando tengo reunión virtual o alguna
videoconferencia, me pongo “ropa de salir”, me cambio los zarcillos, me pinto
los labios… Y si la actividad me sale bien, me echo mis piropos: “¡Me gusté!”,
me digo.
Haga algo bueno por los
demás. Usted no será ministro, ni funcionario de la ONU, pero seguro que conoce
gente que necesita una sonrisa suya, tal vez puede cooperar con la gente que
mantiene ollas solidarias, o con alguna Casa Hogar o algún ancianato, ayude a
que alguien pueda comer hoy... Llame a esa compañera que vive sola, mande un
audio o un saludo bonito a esa otra persona que tiende a la depresión,
recárguele el teléfono a alguien… Ser bondadoso es bueno para la salud.
Finalmente, tómese en
serio lo de la cuarentena. No salga si no es necesario. Mantenga el
distanciamiento físico, use su mascarilla -póngasela bien, por favor. El
COVID-19 mata.
Nada de esto detiene la
pandemia, pero con mejor ánimo, usted podrá resistir mejor. Cuidar es amar,
quiérase a usted y quiera a los que necesitan de usted.
24-07-20
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