Por Simón García
El país continúa el descenso
hacia su anulación. El régimen, ante la situación de destrucción del país y su
creciente aislamiento internacional, debería formular y codirigir una formula
viable de entendimiento nacional. Si no lo hace, aunque flote por algún tiempo
en una ilusión de permanencia que dañará a futuro su propio proyecto, sus
fracasos, terminarán por bajarlo de esa nube.
El poder pasaría a una fase
de estancamiento crónico, cuyas consecuencias las sufrirán, en mayor grado que
hoy, los venezolanos que ya no tienen como sobrevivir al choque entre el precio
de la canasta básica y el ingreso mínimo mensual.
El informe Encovi refleja
dramáticamente la aceleración de todas las crisis, un vendaval de problemas
sociales que arrasará con el residual apoyo popular que aún tiene Maduro. Los
diversos componentes de la macolla de poder están frente al dilema de dar un
viraje o sentarse sobre las bayonetas para dar otra vuelta de tuerca hacia una
dominación semi-totalitaria.
Pero, el desempeño de
las fuerzas democráticas no va bien. Hay un sector de la oposición que
mantiene una estrategia que se quedó en el pasado y otro que no se atreve a
encabezar el retorno a una vía pacífica y electoral, no solo para no entregar
posiciones y espacios al régimen, sino para elevar la capacidad de presión
interna, restablecer el vínculo de la política con las necesidades de vida de
la gente y construir condiciones para una gran coalición nacional que permita
formar un gobierno estable y capaz de acometer, entre todos los actores, la
reconstrucción del país.
Las preguntas que se hace la
gente que aún tiene tiempo de ocuparse de los asuntos públicos, son precisas:
¿Dónde esta la brecha para abrir el muro de la minoría dominante?; ¿Cómo llegar
hasta sectores que hoy están detrás del muro y unirlos a las visiones de país
que porta la resistencia cívica? ¿ Cuáles son los líderes que van a orientar la
organización y las políticas para luchar mejor y en otras condiciones el 6 de
diciembre y el día después?.
La ruta está clara: mejor
organización, más conciencia de cambio, volver a la gente, acuerdos en función
de soluciones concretas a problemas de la población y para los cambios
democráticos, gobierno de unidad e integración y elecciones presidenciales con
árbitro independiente, contención del ventajismo, voto sin coacciones, conteo
con auditoria social, protección a los testigos, observación internacional y un
Plan República imparcial.
Hay que exigir, hasta el
mismo día de las elecciones, el respeto a las leyes y a la voluntad del
ciudadano. Todo lo que se logre ahora abona para triunfos en las elecciones de
Gobernadores y Alcaldes el 2022. Son votaciones que acumulan el rechazo
democrático a Maduro para ir a un referendo revocatorio que el régimen no pueda
evitar ni sabotear.
En 1954, W.H. Auden,
escribió un poema cuyo primer verso decía: “No hace falta saber lo que alguien
hace/ para saber si es su vocación/ basta observarle los ojos”. El momento
actual es oportuno para mirar a los ojos a un liderazgo que no puede sumirse en
la confusión de los ciudadanos, desmotivados con razón a ir a votar sólo para
cumplir un rito.
Los líderes tienen que
romper la incertidumbre y arriesgarse a señalar y golpear con seguridad para
abrir más la brecha que proporciona una confrontación en los votos.
Si esto no ocurre, la
defensa real de la democracia quedará en los partidos cuya participación ha
sido objeto indiscriminado e inapropiado de la calificación, creada por Linz,
de leal oposición. O en la novedad de que emerja, con fuerte participación de
candidatos nominales de la sociedad civil y militantes de los partidos
despojados de su tarjeta, una opción diferente al bloque oficialista y al
atacado polo opositor de la MDN.
La aparición de nuevos
actores podrían convocar a una mayor participación y a concertar alianzas
ganadoras y confiables para sostener el empeño de vivir en un país mejor.
26-07-20
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