Ibis Leon 28 de julio de 2020
El Servicio Jesuita a Refugiados (SJR)
promueve una campaña de hospitalidad frente a la estigmatización y la discriminación de la que han sido víctimas los venezolanos
retornados.
El director nacional del SRJ, padre jesuita Eduardo Soto,
invitado en el Con la Luz de este martes 21 de julio, destacó
la importancia de las campañas informativas para contrarrestar el miedo en las
comunidades y fortalecer las medidas de prevención del COVID-19.
“El trato debe ser desde la humanidad y
desde la protección, no se puede justificar que se califique a estas personas
como trocheros o bioterroristas porque están en necesidad”, respondió a la
directora general de Efecto Cocuyo, Luz Mely Reyes.
Comunidad en acción
Desde el Servicio Jesuita a Refugiados se estimula la
participación activa de las comunidades siempre que se garanticen las
condiciones de protección, recomendadas por la Organización Mundial
de la Salud, como el distanciamiento físico, el uso del tapabocas y la higiene
frecuente de manos.
El padre Soto convocó a los ciudadanos a informarse y
crear mecanismos de validación de la información, a identificar las zonas de
mayor riesgo de contagio en su comunidad y crear redes de
apoyo.
“Esta es una oportunidad para construir humanidad, los
venezolanos que están regresando tienen todos sus derechos. El hecho de que
usen pasos irregulares no significa que son delincuentes o que están
contagiados de COVID-19, son personas que están desesperadas”,
reiteró.
Riesgos en la frontera con los venezolanos retornados
Los efectos de la pandemia impactan con más fuerza a los
migrantes venezolanos que dependían de trabajos informales y
perdieron sus ingresos para pagar alquileres, enviar remesas y
alimentarse.
Esto estimula el retorno masivo que queda “atrapado” por
tiempo indefinido en la frontera debido a las restricciones de
movilidad que impone la pandemia. “En Apure solamente permiten el paso de 100
personas los lunes, los miércoles y los viernes”, afirma el padre Soto.
“Lo primero es señalar que la respuesta a este fenómeno
es limitada porque son limitados los recursos que están
desplegados en la frontera”, expone.
Frente a este contexto, exhorta a las autoridades
gubernamentales a proveer de salvoconductos y gasolina a
los miembros del Servicio Jesuita a Refugiados para llevar ayuda a las
comunidades que lo necesitan.
También pide potenciar la distribución de tapabocas y
material de bioseguridad a través de los consejos comunales. “La gente quiere
protegerse, estar libre del COVID-19, se tienen que repartir más artículos de
limpieza”, expresa.
El SRJ no tiene acceso a los puntos de atención social
integral (Pasi) como son conocidos los albergues que instaló el gobierno
de Maduro en los estados fronterizos. La Cruz Roja es el único organismo
internacional que tiene acceso.
Por este motivo ha enfocado su ayuda en las comunidades
aledañas a los Pasi. “Hemos reforzado la ayuda en las comunidades con
apoyo psicosocial y dotación de material de bioseguridad.
También educamos para la prevención de la violencia de género que se ha
exacerbado y apoyamos con ollas comunitarias para paliar el hambre que
hay en la frontera. Lo que queremos es que no se sientan solos”, expresó.
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