Por Luisa Pernalete
“Que canten los niños
que alcen su voz/ que hagan al mundo escuchar/ que unan sus voces, que lleguen
al sol/ que en ellos está la verdad”, dice uno de los versos de esa linda
canción de José Luis Perales, titula Que canten los niños. La traigo a colación
porque el domingo se celebra el Día del Niño y la Niña, y me pareció que era
una buena oportunidad para escuchar a algunos de ellos. Así que pude conversar
con 4 niñas y dos niños, de entre 8 y 11 años. Dos que viven en Maracaibo, 1 en
Caracas, y 3 en la vía a El Junquito. Comparto lo que me dijeron.
Les pregunté a todos,
por separado, cómo se sentían en este tiempo de cuarentena, qué era lo mejor
que les había pasado. Todos contestaron que lo mejor había sido poder compartir
con sus padres y su familia. “Jugué con mi hermanita también”, comentó Susana
(11 años). “Pasé más tiempo con mi mamá y mi papá”, dijeron los 6 de diferente
manera. Claro, también una apuntó que había tenido tiempo de jugar más con su
perro, Oso: Beatriz, de 8 años), quien dice que “Es muy juguetón” y hasta mandó
una foto de su perro. Llama la atención que es posible que la sociedad no se
haya dado cuenta antes de la importancia de los tiempos dedicados a los hijos…
el corre y corre de este tiempo acelerado no se ha percatado de que los hijos
valoran esos tiempos en familia. También llama la atención que ninguno dijo que
era bueno “no tener que ir a clases”, o levantarse más tarde…
Susana (11 años) vive
en Maracaibo, estudia en un colegio afiliado a la AVEC. Me dijo que sí había
sido un período difícil, pero “esto va a pasar”. Me lo dijo varias veces, en
tono reflexivo. Casi que me dio pena la angustia que a veces siento de esta
larga cuarentena… “En ellos está la verdad”, dice la canción.
Tres niñas dijeron que
también había sido bueno haber hecho todas sus tareas. Beatriz, Ohana y Susana.
Esta última me dijo que había sido muy constante: “Ahora paso a sexto grado”,
me comentó con cierto tono de satisfacción. Beatriz, que estudia en el
Municipio San Francisco, en una escuela pública y que nunca vio el programa de
VTV Cada familia, una escuela, porque en su sector por los apagones eléctricos
no se ve el canal, fue atendida por su maestra por Whatsapp. “Eran muchas
tareas, pero yo las hice todas”, me dijo, y su mamá me contó que la maestra,
muy dedicada, le había mandado a cada alumno un diploma por mensaje. El trabajo
cumplido es entonces importante.
Todos también dijeron
que jugarían con sus amigos…o sea, que la función socializadora de la escuela
no se sustituye por teléfonos inteligentes. La relación hace falta. Hay que
decir que los 6 niños han sido atendidos por Whatsapp por sus maestras. Una
estudia en una escuela pública, como lo apunté antes; 3 en una de Fe y Alegría,
una en una escuela católica subsidiada y una en una privada.
Es verdad que no todo
fue bueno. A todos les afectó el encierro y no ver a sus compañeritos. Por eso
cuando les preguntamos qué harán cuando vuelvan a las clases presenciales,
todos dijeron, palabras más palabras menos, abrazar a sus amiguitos, a su
maestra, decirles que la han extrañado. ¡Todos han extrañado a sus maestras!
¡Eso es muy bonito! Parece que ese estereotipo de la maestra regañona y gritona
no encaja con las que tienen estos niños. Y usaron esa expresión: “la
extrañamos”. Conozco a una de ellas, la de los tres que estudian en una escuela
de Fe y Alegría vía a El Junquito, es muy cariñosa, creativa y nunca perdió el
contacto afectivo con sus alumnos. Les llamaba al menos una vez al mes para ver
cómo estaban, no solo se trataba de mandar tareas. Así que no me sorprenda que
quieran verla.
Y cuando les pregunté
qué les gustaría hacer o tener para el Día del Niño, miren qué cosas tan lindas
dijeron: “Si no estuviéramos en cuarentena, me gustaría ir al parque, pero mi
mamá dice que hay mucha gente en la calle… Que por ahora no podemos, pero me
encantaría entonces hacer una torta en la casa, no sé si tenemos todos los
ingredientes, y pasarla bien con mis papás”, dijo la pequeña Ohana. Beatriz,
con rapidez, dijo que le gustaría ir a un parque, pero si no se puede, quisiera
comerse un helado. Susana le gustaría festejar con sus amigos, pero no se
podrá. “Me gustaría comer algo sabroso, algo así como pastelitos”. La otra
niña, Gabrielis, también quiere comer helados y hamburguesa pero “fuera de la
casa. Ya estoy cansada de comer aquí”. Y los varones, Dayoni y Xavi, el
primero, si no hubiera cuarentena, le gustaría salir a jugar con sus amigos, y
el segundo, ir a la playa
Como verán, no hablan
cosas del otro mundo: estar son sus padres, comer un dulce, algo así como “Yo
canto para que sonría mamá/ yo canto por el cielo azul”, como dice la canción
que nos guía.
“Que canten los niños,
que viven en paz”, podría ser el otro título de estas líneas.
Es verdad que en este
país no todos los niños “viven en paz”, pero necesitamos saber que también hay
familias pacientes, maestras cariñosas, niños y niñas que han visto como bueno
poder estar más tiempo con sus padres. Ese país también existe y nuestro deber
es seguir trabajando para que este canto sea el de todos, y “cantar porque el
mundo sea feliz”. Cada quien que haga lo suyo para que los niños sean
importantes y para que formemos un coro multitudinario y cantemos por los que
no se les escucha su voz.
17-07-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico