Por Gregorio Salazar
Como jefe de pista del
gran circo revolucionario, no se puede negar que Nicolás Maduro hace lo
imposible por cumplir a cabalidad la principal de las misiones que se le ha
encomendado: mantener el show televisivo con el que todos los días intentan
escamotearle la realidad a los venezolanos.
No importa que los
reveses se sucedan uno tras otro, que ya no haya industria petrolera ni CVG,
que el aislamiento y las sanciones contra los jerarcas lluevan de EEUU y Europa
o que les detengan a sus operadores económicos internacionales. Maduro siempre
se mostrará exultante, feliz y contento de sí mismo y de su obra, proclamando
lo infalible e invencible de la invicta revolución chavista.
Ese será el objetivo,
pero otra cosa es que la realidad resulte tan apabullante, tan cruelmente
desintegradora de las condiciones de vida de la población que difícilmente
alguien pueda tragarse el demencial discurso oficial sobre un país que marcha
“a paso de vencedores”, como decía la ya bien sepultada consigna que repitieron
hasta el cansancio durante años.
Insisten en invertir la
realidad en forma por demás obstinada, más si se está en una etapa
pre-electoral. El pasado miércoles por ejemplo, Maduro anunció el relanzamiento
de la Misión AgroVenezuela, algo de lo que nadie se acordaba en este país
hambriento, pese a que supuestamente viene operando desde el 2011.
Siendo así hay que
recordar que muchos años antes se produjo la estelar confrontación entre Chávez
y el BCV cuando el descocado caudillo exigía que se le entregara,
contraviniendo la ley, “un millardito” de dólares, astuta manera que encontró
para pedir ¡mil millones de dólares!, que él decía iba a dedicar un “gran plan
agrícola” con el cual se le abriría paso a la soberanía alimentaria.
Ya sabemos en qué paró
eso: se perdió la autonomía del BCV, le dieron el millardito y mucho más que
eso, liquidaron las reservas hasta llegar a esta etapa donde ya no queda ni
olla que raspar.
Sin embargo nos dicen que
este relanzamiento de la misión AgroVenezuela, obedece al mismo plan
“doctrinario, científico, político, estratégico, organizativo, para el
desarrollo del campo, de la tierra venezolana, lanzada en el 2011 por el
comandante Chávez”.
“Resume lo mejor de lo
mejor de la herencia del comandante Chávez”, nos dice Maduro, sin que le
tiemble una cerda del bigote, y agrega que será aplicado en forma “paulatina,
progresiva sostenida”. Caramba, ¿otros 20 años más para ver algún resultado?
Luego entrará en acción Willmar Castro Soteldo, quien viene a ser como el padre
del “milagro agrícola venezolano”, que es decir donde alguna gente siembra
todavía pero “de milagro”.
Sin recato, Maduro
ofrecerá bolívares, dólares y petros, que nadie sabe de dónde sacará para los
productores nacionales. A esos mismo que dejó sin acceso a financiamiento,
semillas, plaguicidas, asesoramiento, fertilizantes, maquinaria agrícola cuando
echaron mano de la eficiente Agroisleña para convertirla en la inútil
Agropatria.
Todos sabemos a qué
obedece el fulano “relanzamiento”. Maduro y su gente están declarados desde ya
en campaña electoral para las legislativas. Y mientras los opositores que ya
han anunciado su participación en esos comicios están inmovilizados,
silenciados y en la inopia, Maduro acapara los medios para operar como el gran
protector, el gran dispensador y, por consiguiente, el gran decisor de esas
votaciones, que de paso deberían ser desde ya suspendidas por el crecimiento
exponencial del covid-19.
El ventajismo brota por
todos los poros de régimen. Y lo triste es que nadie, ni el CNE ni los
opositores de toda laya se queja de esa abusivas cadenas, hechas en un canal
que no pertenece al partido de Maduro, son cotidianas y maratónicas y
abiertamente proselitistas y electoreras.
Nadie se pronuncia
sobre la obscena conducta de un régimen que sabe huérfano de apoyo popular y
que sin inhabilitar rivales y sin jugar sucio en todos los terrenos jamás
volvería a vencer en unas elecciones. Y uno se pregunta, ¿por qué?
26-07-20
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