Ismael Perez Vigil 29 de julio de 2020
Las
elecciones parlamentarias a realizarse el próximo 6 de diciembre –coronavirus
mediante–, han traído nuevamente a la mesa de discusión opositora el tema de la
participación o la abstención. Sobre el tema mucho se ha discutido y quedan
puntos pendientes, que no es el caso de discutir ahora, pero si es necesario
reflexionar sobre algunos temas colaterales que ha suscitado.
Uno
de los temas es la depresión y desesperanza en la que están sumidas muchas
personas por el supuesto fracaso de la política opositora, desarrollada en los
últimos años. Tal afirmación se debe acotar, pues tal fracaso si bien es
cierto, se refiere únicamente al objetivo de lograr el abandono del poder de
este régimen y el restablecimiento del estado de derecho. No hacer esta
salvedad sería desconocer la lucha que ha estado librando el pueblo venezolano
en contra del socialismo del siglo XXI y por el restablecimiento de la
democracia durante todos estos años, que aunque el más anhelado objetivo no se
haya logrado, ha habido, sin embargo, otros logros significativos.
Una
de las vías de enfrentamiento del pueblo venezolano al régimen opresor ha sido
la protesta, la realización de grandes manifestaciones, grandes marchas y,
sobre todo, conformar cientos de organizaciones no gubernamentales, para
defender los más variados derechos. Esas organizaciones de la sociedad civil,
junto al pueblo llano, al ciudadano común, han organizado protestas y
manifestaciones todos los días, para exigir y reclamar por los servicios más
básicos –agua potable, gas doméstico, electricidad, transporte, seguridad
personal y pública, escasez de gasolina, pago oportuno de pensiones y
jubilaciones, escasez y carestía de alimentos– o por derechos humanos
fundamentales –libertad de expresión, presos políticos, contra abusos
policiales, por la dotación de hospitales y dispensarios–, y un sinnúmero más
de motivos. (El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, OVCS,
organización no gubernamental que opera desde el año 2007, registra más de 1000
protestas todos los meses).
Incluso
algunos venezolanos –que en número no menor al 15% de la población– han optado
por irse al exterior, buscando las condiciones de vida que en el país se les
niega, muchos de ellos, desde allí, donde quiera que se encuentran, siguen
efectuando acciones de protesta y de calle, siguen denunciando y participando
en los eventos organizados por la oposición o de manera espontánea o por
algunas organizaciones de la sociedad civil; sin olvidar que muchos de ellos
ayudan a sus familiares y amigos enviándoles dinero, alimentos o medicinas
desde el exterior, para que puedan sobrevivir en Venezuela.
En
materia electoral el pueblo venezolano también ha respondido acudiendo a
procesos de consulta cuando se le ha convocado o a procesos de votación para
elegir presidente, gobernadores, alcaldes, diputados, concejos municipales y
asambleas legislativas o para pronunciarse en referendos; y también se ha
abstenido de participar en la vía electoral cuando ha sido ese el objetivo
político unitario que se ha decidido o cuando ha considerado que no hay razones
suficientes para concurrir a una determinada votación, aun cuando la decisión
partidista haya sido la de participar.
El
resultado –y éxito de esta actividad desplegada por el pueblo, principalmente
bajo estas dos vías, aunque no han sido las únicas–, está a la vista. Primero,
sin duda, sobrevivir; estar vivos es la mayor victoria, el mejor logro en
contra de este oprobioso y represivo régimen que ha destruido la economía, el
empleo y llevado a la pobreza a más del 90% de los venezolanos y a la pobreza
extrema a la cuarta parte del país. Seguir vivos y resistiendo, no es poca cosa
en las condiciones del país y es el éxito más contundente, la mejor
demostración de la resistencia del pueblo venezolano.
Pero
además, el rechazo y la oposición al régimen han ido creciendo; el número de
venezolanos que han abierto los ojos, que se han dado cuenta y se oponen al
régimen que nos oprime se ha ido incrementando, hasta llegar a más del 80% del
país, de acuerdo con cualquier encuesta que se examine y con los resultados de
cualquier proceso electoral que se realice.
Otro
éxito significativo de esta resistencia, ya lo hemos mencionado, es que hoy hay
cientos de organizaciones de la sociedad civil activas, trabajando en defensa
de los derechos de los venezolanos, denunciando los atropellos del régimen y
logrando apoyo internacional para sus causas.
Por
su parte los partidos políticos también han estado activos en la lucha por el
rescate de la democracia, aunque son los que han llevado la peor parte. Tras
casi cuarenta años de predica antipolítica y anti partidos, acusados de
corrupción y de pérdida de identidad y contenido ideológico, venían
convirtiéndose muchos de ellos en meras maquinarias electorales e incluso
éstas, en los años 70 y 80 del siglo pasado, fueron desplazadas por medios de
comunicación, “consultores” y empresas dedicadas a esta actividad, dejando a
los partidos únicamente la tarea de negociación y distribución de cargos y
prebendas. Fueron así fácilmente derrotados por Hugo Chávez Frías en 1998, que
incluso los borró de la Constitución de 1999 que se hizo a su medida,
dejándolos sin reconocimiento como partidos políticos y sin recursos
financieros del Estado.
No
obstante, los partidos se han opuesto a la dictadura por varias las vías, de
las cuales vale la pena destacar tres. Primero, obviamente la vía electoral,
que forma parte de sus características esenciales; pero no solo han participado
en procesos electorales, sino también han organizado referendos y procesos de
consulta para movilizar a la población. Segundo, han llevado adelante una
intensa campaña por todo el mundo para denunciar la naturaleza del régimen y
para lograr el apoyo internacional a la causa de la libertad de Venezuela.
Tercero, han participado en procesos de negociación, internos y con apoyo
internacional, con el fin de lograr condiciones para el restablecimiento de la
democracia.
Los
resultados de este trabajo también están a la vista; hoy en día el mundo sabe
exactamente la naturaleza tiránica y déspota del régimen que está instaurado en
Venezuela y más de 50 países han reconocido al gobierno interino de Juan Guaidó
y desconocido al presidente usurpador surgido de unos comicios ilegalmente convocados,
a destiempo y efectuados sin participación democrática, en el año 2018.
Deprimirse,
perder la esperanza o decir que en Venezuela la oposición no ha hecho nada, que
no ha sido exitosa, no solo es mezquino, es una estupidez. Pero también lo es celebrar,
pensando que lo logrado es suficiente o que esos logros implican que el régimen
está a punto de ceder el poder. Esto obviamente no es así, pues allí sigue el
presidente usurpador, controlando recursos, territorio, instituciones y la
fuerza armada. Debemos tomar conciencia de que no es suficiente el apoyo
interno logrado hasta el momento y el rechazo y desconocimiento internacional;
y sobre todo evaluar qué pasos dar a partir del momento en el que no contemos
con un gobierno interino, ni siquiera una fracción parlamentaria que pueda ser
reconocida internacionalmente.
Partidos
y pueblo no hemos sido exitosos en el objetivo fundamental de desalojar del
poder a este régimen opresor y restablecer la democracia; el régimen por años
se sostuvo debido a la cantidad de recursos que tuvo y dilapidó haciendo
demagogia, sobornando y comprando voluntades y complicidades. Hoy el régimen,
sin apoyo popular, la fuerza y la represión es lo único que lo sostiene en el
poder y en buena medida los errores cometidos por la oposición y algunas fallas
organizativas y que en muchas ocasiones hemos desconocido o subestimado su
naturaleza autocrática, autoritaria y la falta de escrúpulos para sostenerse en
el poder a toda costa.
Ismael
Pérez Vigil
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