Ismael Pérez Vigil 26 de octubre de 2020
Los sorpresivos resultados electorales en Bolivia, de
los que ya se ha escrito y hablado mucho, con toda razón, dan lecciones
importantes y variadas. Hay diversos análisis, donde cada quien toma el aspecto
que más le llama la atención, o el que más se ajusta a sus intereses personales
o políticos. Como siempre, después de que pasan los acontecimientos todo el
mundo los tiene claros, aunque nadie anticipó o asomó la posibilidad de lo
ocurrido: el triunfo de Luis Arce, candidato del Movimiento al
Socialismo, MAS, en primera vuelta.
Como toda realidad compleja no es posible atribuir lo
ocurrido a un solo factor, sino a la mezcla de varios de ellos y aunque sea
difícil precisar cuál fue el impacto decisivo de cada uno, veamos los más
importantes:
– Uno, algunos hablan, sin explicar ni dar mayores
elementos de análisis, del impacto del narcotráfico y el terrorismo, y el
impacto de otros países –como Irán, por ejemplo– sobre la situación boliviana.
No cabe duda que estos son factores a considerar en el caso de Bolivia, en la
conformación de su gobierno, su impacto en la economía y en las organizaciones
y opciones partidistas, pero ¿hasta dónde influyeron en la campaña y en la
votación? Es algo que no tengo muy claro, como tampoco veo clara evidencia de
que esto sea así, pero los reseño como factores que algunos mencionan.
– Dos, en ese mismo orden de ideas, otros mencionan la
influencia del llamado Foro de Sao Paolo, el impacto “ordenador” de los
factores de la izquierda internacional en cada país; pero, para mí, solo
explica porque la izquierda se une, tiene recursos y apoyo internacional para
sus campañas. Sin descartar su impacto e influencia, no soy de los que le
atribuye un significado “mágico” a este factor.
– Tres, la situación económica parece que sí jugó un
papel importante en este proceso electoral. Luis Arce es considerado un exitoso
ministro durante el gobierno de Evo Morales, que tuvo a su cargo las finanzas
de un país que creció durante varios años por encima del 5%, que elevó su PIB
de 9 mil millones de dólares a más de 40 mil millones, que casi triplicó el
ingreso per cápita y que se anota haber reducido la pobreza en casi un 25%.
Mientras que durante el gobierno de transición el país ha vivido una crisis
económica que ha agravado la pobreza, incrementado el desempleo, aumentado la
informalidad y el cierre de empresas y se estima una recesión económica para el
2020 cercana al 6%, según el Banco Mundial. Para junio ya la economía había
caído un 8%. Por supuesto esto no es solo responsabilidad del gobierno de
transición de Jeanine Añez, en buena parte se debe a la pandemia de la Covid
19, pero el pueblo tiene para comparar lo que está ocurriendo desde hace un
año, con lo que vivió en años recientes.
– Y cuatro, por supuesto, la explicación favorita de
muchos: fue la falta de unidad de la oposición democrática lo que produjo la
debacle. Siete partidos y alianzas se enfrentaron al MAS, que no es propiamente
un partido, sino una organización que algunos asemejan al APRA de Haya de la
Torre en Perú o al PRI, histórico, de México, que alberga en su seno una
amalgama de intereses, etnias –más del 40% de la población boliviana es
indígena–, grupos obreros y campesinos, sindicatos e ideologías y que tenía un
solo propósito: volver al poder, ante el cual sacrificó sus diferencias
internas, que las tienen y muchas y que serán las que veremos ahora, que ya han
comenzado a manifestarse, en torno a la oposición de algunos –la juventud del
MAS– al regreso de Evo Morales.
En la oposición las “ambiciones personales” y
“grupales”, dicen, nos pueden explicar su división; ciertamente es así, ambiciones
personales impiden alianzas y unidad y seguro la falta de esta última tuvo
impacto en lo ocurrido en Bolivia; sin embargo, por lo pronto, hay un hecho
incontestable, que resiste cualquier cálculo matemático acomodaticio o
cualquier desestimación matemática de ese resultado: Luis Arce ganó en primera
vuelta con casi el 54% de los votos, lo que significa que todos los demás,
unidos, llegarían como máximo al 46%; a partir de allí, solo nos quedaría
desechar esas cifras y especular:¿Qué hubiera pasado si la oposición hubiera
presentado un solo candidato? ¿El “efecto demostración” de esa unidad hubiera
bastado para sumarle votos a ese candidato y quitárselos a Arce? Eso ya nunca
lo sabremos, como dije, solo nos queda especular. Creo que lo ocurrido en Bolivia
no se explica simplemente por “ambiciones personales” o “división opositora”,
pensar eso puede ser una simplificación del problema.
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La falta de unidad es algo adicional, no creo que sea
la causa principal, hay que sumarle el impacto de otros factores, porque si no,
corremos el peligro de quedarnos en el esquema –a superar– que la
“inteligencia” está de este lado, y del otro lado lo que hay es un pueblo
ignorante, que le gusta estar sometido, que añora las dictaduras, que quiere
las cosas fáciles, que le den todo, etc. Muchas veces ese hilo de razonamiento
lleva a ese punto y no nos permite profundizar en otras causas.
La falta de unidad es la lección fácil que todos
quisiéramos aprender de lo ocurrido en Bolivia, pero puede ser la respuesta más
simple y la excusa que siempre tenemos para no profundizar en el tema. Mi punto
de reflexión es que puede ser una simplificación pensar siempre que las cosas
nos pasan porque vamos divididos, porque no nos unimos y eso nos impide encarar
el verdadero problema de fondo: Que no tenemos una propuesta política,
económica, social que pueda entusiasmar al pueblo y contrarrestar las propuestas
populistas de los sectores izquierdistas.
Creo que lo correcto, por ejemplo en el caso
boliviano, es: Arce tenía una propuesta –cierta o no– que se ajustaba más a los
intereses del pueblo, que recordaba su éxito y el crecimiento de la economía
cuando fue ministro de Economía y Finanzas; ¿cuánto del éxito de Arce como
ministro se debió a su gestión y no a la coyuntura económica internacional?;
pero eso no es lo que estaba en discusión. Frente al recordado éxito –merecido
o no– de Arce, estaba la pobre gestión de un gobierno de transición que después
de un año y de posponer varias veces las elecciones, tenía poco que mostrar y
tenía encima los efectos de una pandemia que lo castigaron fuertemente.
Pero la pregunta clave, la que nunca queremos
responder y sobre la cual quiero centrar mi reflexión y las lecciones de este
proceso boliviano es: ¿cómo explicar que los populistas, en este caso en
Bolivia, saquen más del 50% de los votos? ¿Cómo es que la oposición democrática
–desde la izquierda, centro izquierda, centro y derecha– y después de un año,
no pudo producir en Bolivia una propuesta alternativa al populismo, que
entusiasmará a la gente?; más aún: ¿Será que el pueblo solo se moverá por
rencor, en contra de, para protestar y no en favor de una opción política? Hay
que empezar a reflexionar sobre esto, saliéndonos de los lugares comunes.
Para aclarar más el punto, no descarto la división de
la oposición como factor en las derrotas políticas y electorales, solo lo
descarto como el factor determinante. Para mí lo determinante es que en
cualquier parte del mundo, en cualquier proceso electoral que pretenda un
cambio político, para salir de una dictadura o de un populismo de izquierda, si
del lado democrático no hay una propuesta económica y social alternativa
tendremos siempre un resultado similar. Ir divididos solo agrava el problema.
Construir esa propuesta es la tarea impostergable en Venezuela; una propuesta
que entre por la cabeza, pero que se aloje en el corazón del pueblo.
Ismael Pérez Vigil
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