Trino Márquez 28 de octubre de 2020
@trinomarquezc
El
reencuentro de Leopoldo López con la libertad estuvo rodeado del misterio, la
sorpresa y la espectacularidad de las operaciones planificadas con precisión
milimétrica, con el fin de asestarles un golpe noble a enemigos implacables e
incansables. El gobierno quedó desconcertado. Tanto, que Nicolás Maduro
destituyó al ministro de Relaciones Interiores, el siempre compañero de ruta
Néstor Reverol. Esa fue una acción sensacional y desconcertante, no importa lo
que digan algunos cretinos de cierta ‘oposición’, envenenados por el odio,
dedicados destruir a nuestros propios héroes y atacar las narraciones que
exaltan el valor de quienes han pagado con cárcel y exilio su lucha por
recuperar la democracia.
López nunca debió ir a la cárcel. El régimen instalado
en 1999 se ensañó contra él. En 2008, cuando se perfilaba como ganador de las
elecciones para la Alcaldía Metropolitana, el cargo de elección popular más
importante, luego del Presidente de la República, Hugo Chávez decidió
inhabilitarlo por trece años. El entonces joven alcalde del municipio Chacao no
podría aspirar a ningún cargo a través del voto ciudadano. El comandante se
libró, con una zancadilla, de un serio competidor por un período bastante
prolongado. En 2014, el método aplicado para acabar con el líder de Voluntad
Popular fue aún más drástico: lo acusaron de ser el instigador y responsable
fundamental de la violencia que acompañó ‘La Salida’, el movimiento que desató
fieros enfrentamientos callejeros contra el régimen aquel año. Para demostrar
que el discurso de López estaba cargado de odio y era una invitación clara a la
violencia, el gobierno contrató los servicios de una reconocida lingüista, la
doctora Rosa Amelia Asuaje. En sus pesquisas, la doctora Asuaje no encontró
ninguna evidencia que incriminara a López. Así lo declaró en distintas
instancias en repetidas oportunidades. Sin embargo, Maduro mantuvo la
acusación.
Poco tiempo después que López fuese sentenciado a casi
catorce años de prisión, Franklin Nieves, el fiscal designado por el Ministerio
Público para llevar su causa, huyó del país. Desde el exterior declaró que a lo
largo del juicio había sido presionado por el régimen para responsabilizar al
exalcalde, que los testigos habían sido comprados y que todo el juicio había
sido una patraña urdida por los jerarcas del régimen para decapitar la carrera
política de López. Nieves pidió perdón por haberse prestado a semejante maniobra.
Su confesión no tuvo ninguna repercusión legal. Ni la Fiscalía General ni el
TSJ se dieron por enterados. El gobierno lo tachó de traidor y agente de la
ultraderecha. Nada original. López permaneció aislado en un calabozo en Ramo
Verde, la cárcel destinada a quienes son acusados y encontrados responsables de
rebelión militar.
En
su primera rueda de prensa en Madrid, López demostró saber cuál es el papel que
le corresponde: se desmarcó de cualquier tipo de invasión extranjera a
Venezuela; aspira a convertirse en un factor de cohesión de los líderes
opositores que se encuentran en el exterior, entre quienes existen deferencias
notables de criterios acerca de cómo encarar la situación nacional; trabajará
por conseguir el mayor apoyo internacional con el fin de lograr en el menor
lapso posible unas elecciones presidenciales libres, justas y verificables; y
tratará de que las relaciones entre los dirigentes que se hallan en el exterior
y los líderes nacionales se sincronicen, de modo que todas las acciones apunten
en la misma dirección.
Estos retos no son nada sencillos de satisfacer. Las
diferencias de opiniones, concepciones políticas y métodos de lucha entre los
líderes en el exilio son abismales. Acoplar el exterior con la fuerza doméstica
tampoco resulta fácil. La oposición interna se encuentra muy debilitada y
dispersa.
Además, la tozudez del régimen es granítica. A Nicolás
Maduro no le importa para nada que el país termine de arruinarse Su único
objetivo consiste en permanecer abrochado al poder. Cuenta con aliados
poderosos dentro y fuera de la nación. Rusia, China, Irán y Cuba le
proporcionan el respaldo que requiere en el tablero internacional. Los
militares, el inmenso aparato represivo que montó, los colectivos y los grupos
paramilitares, le suministran el apoyo suficiente para sembrar terror y conservar
el mando.
Leopoldo López ha demostrado poseer una enorme
sagacidad y sentido de la oportunidad. Se ha escapado de dos de los sitios
donde ha estado recluido. Conoce los obstáculos que menciono y sabe que deben
ser removidos cuanto antes, con la participación de numerosos sectores, para
evitar que el país siga rodando cuesta abajo.
Por ahora, hay que celebrar que otro dirigente
recuperó la libertad para sumarse a la dura batalla por reconquistar la
democracia en Venezuela.
Bienvenido.
Trino Márquez
@trinomarquezc
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