Por Hugo Prieto
Le planteo a Wolfang
Gil* un tema: el hundimiento moral del país. Y después de indagar en lo que
tenemos enfrente, un régimen nihilista radical, llegamos a la conclusión de que
la historia no está escrita, que tenemos que mantener los principios éticos, el
apego a la ley y los mecanismos democráticos para que actuemos en consecuencia
cuando se presente la oportunidad.
No hay soluciones
mágicas, sino un arduo trabajo por delante, en cosas que, por pequeñas que
sean, mantengan el entusiasmo de la gran población en la lucha por recuperar
los derechos y el regreso de la democracia. He querido indagar desde la duda,
incluso, desde el pesimismo, y las líneas que siguen constituyen el balance de
esta conversación.
En Venezuela ha habido
cambios muy profundos, creo que para mal. La pregunta es: ¿Qué nos pasa cuando
vivimos sin leyes, sin nociones éticas?
La moral es lo que nos
constituye como seres humanos y cuando hay un clima de inmoralidad, tan solo
podemos determinarlo porque hay una conciencia —precisamente moral—, que se
está quejando de que hay una inmoralidad. Ese clima es generado, sobre todo,
por el gobierno, tanto por la criminalidad como por la inmoralidad, las dos
cosas juntas. Pero yo creo que en el país hay muchas reservas morales todavía y
podemos confiar en que hay un espíritu moral que se puede recuperar en
cualquier momento. Hay una gran resistencia de todas las personas: de las
madres que educan a sus hijos, de las maestras que están dando clases en
condiciones extremas y que de alguna manera están financiando la educación.
Así que el panorama no es tan pesimista. Hay razones para un optimismo
moderado.
Me voy a permitir
discrepar. Malestar hubo durante un buen lapso de esto que llamamos el
chavismo. Pero creo que predomina el conformismo, especialmente a partir de
2017. Una actitud de reacomodo, de buscar una forma de convivir con esto. ¿No
se abre una nueva perspectiva?
Esa pregunta nos lleva
a una esfera propia de la sociología y quizás yo no sea la persona idónea para
responderla, yo no tengo esas herramientas, esas capacidades. Puedo hablar de
mi percepción. Yo creo que sí ha habido una especie de acomodo, digámoslo así,
pero eso tiene que ver más con el problema político que con el problema ético.
Pudiera haber un desencanto porque no se ha conseguido un liderazgo
suficientemente efectivo para lograr ciertas cosas, pero el problema ético es
otra cosa y hay que distinguirlo del problema político. Claro, si hay
esperanzas en un cambio, indudablemente que la gente se siente más entusiasmada
y con mayor capacidad de colaborar. Pero si no hay un proceso de convocatoria
hacia ese cambio, eso no quita que haya una gran reserva ética y con esto me
refiero a la capacidad de la gente para saber qué es lo bueno y qué es lo malo.
¿Cuál diría que es el
problema ético que estamos viviendo en Venezuela?
Lo pondría,
fundamentalmente, en el hecho de que a nivel estatal estamos atrapados por una
ideología que básicamente consiste en una visión distorsionada de la realidad,
la cual es usada para poder así justificar una forma de dominación. La ética es
la capacidad para poner entre paréntesis la ideología y los intereses
(personales, políticos y económicos) para ver qué es lo bueno y qué es lo malo.
¿Qué es lo que se ha
puesto en marcha desde el Estado y que contribuye a ese problema ético?
El nihilismo. Pero no
solamente en Venezuela, sino en el mundo. Ha habido una especie de movimiento
mundial, una suerte de espíritu de la época, en el cual lo más importante es el
nihilismo. Ha muerto Dios y por tanto, básicamente, me puedo hacer con el
poder, puedo aprovecharlo, puedo violar y matar de manera impune y la mayoría
de las ideologías populistas, actualmente, están basadas en el nihilismo.
De ese espíritu de la
época, digamos, ¿observa algunas particularidades, algunos elementos
distintivos en Venezuela?
Lo más característico
es la radicalidad del nihilismo. En otros países se da, más o menos, matizado,
pero aquí se ha dado de manera radical. Si todo está permitido (no hay Dios),
lo mandante entonces no es la razón sino las pasiones, particularmente las
pasiones políticas y de ellas la más relevante es la ira, que de manera
concentrada se convierte en odio. Todo el discurso político acá ha estado
montado sobre la ira y el odio de manera radical.
¿Pudiera haber algunos
matices entre el señor Hugo Chávez y el señor Nicolás Maduro?
Son dos variantes de lo
mismo. Digamos que las prácticas de Chávez tenían más características de dictadura,
mientras que las de Maduro son más propias de una tiranía. ¿Por qué? porque
Chávez mantuvo una cierta apariencia de respeto a las normas democráticas,
basado en el éxito que tenía a nivel de convocatoria, pero perdida la
convocatoria, el régimen pasó directamente a la tiranía. En la dictadura se
impone la ley mediante la fuerza, en la tiranía no hay ley, lo que se impone es
la injusticia.
¿Cuál es la actitud que
vemos en los venezolanos cuando lo que se impone es la injustica?
Tener la razón y el convencimiento
de que la ley es el camino.
Pudiéramos tener esa
convicción, pero acá vivimos bajo la ley de la selva.
Sí, pero no por eso te
vas a convertir en fiera. Hay una novela, La Carretera, de Cormac McCarthy, (cuya reseña puede leer aquí),
donde un padre trata de salvar a su hijo huyendo de la destrucción y de los
caníbales. Ambos, padre e hijo, tratan de no perder la humanidad. Entonces, nosotros
lo que no podemos perder es la humanidad. Creo que estamos muy preocupados por
el asunto de la efectividad política. Eso es otra cosa. Hay que partir de aquí.
Y después que nos hayamos encontrado podemos buscar formas de efectividad
política que sean coherentes con esto. Si se quiere, esa es la actitud que tuvo
Ghandi.
¿Ve una separación
entre la política y lo moral en Venezuela?
El asunto está en que
tenemos, evidentemente, un gobierno inmoral y después tenemos una oposición que
lucha por lo moral, pero que no es tan eficaz desde el punto de vista político.
¿Quizás porque no ha
identificado claramente cuál es el problema moral y a partir de ahí construir
un discurso y transmitirlo a la población venezolana?
Sí, creo que por ahí va
la cuestión. El pragmatismo político fue una de las cosas que llevó al quiebre
de la llamada IV República. Y muchas veces, bajo el pragmatismo político, se
dieron las malas costumbres dentro de los partidos democráticos. El asunto pasa
por una clarificación de cuáles son los valores y principios y empezar una
lucha más coherente con ellos.
Esos valores, esos
principios, no pueden confundirse con lo que es un programa de gobierno.
Mayormente, no los he visto en lo que es la oferta de la oposición venezolana.
Hay una oferta, ¿no?
Recuperar la democracia. Lo que seguramente falla es que esa noción no está
fuertemente conectada con los principios éticos, porque los principios éticos
logran una gran fuerza, sobre todo en regímenes de este tipo. Lo bueno que ha
tenido la oposición, en sus líneas principales, es que no ha caído en la
tentación de luchar con las mismas herramientas (que ha utilizado el régimen) y
se ha mantenido fiel al principio de la lucha pacífica y legal. Por ahí hay una
ventaja, pero veo que le falta una acción basada en los principios de la no
violencia de forma más activa y que convoque más a la población.
No se trata,
propiamente de alcanzar «el objetivo final», sino de alcanzar objetivos
muy claros y a partir de ahí, acumular fuerza y mayor organización política,
pero eso no lo hemos visto en Venezuela.
No, no lo hemos visto y
nos gustaría verlo.
¿Cómo se lograría eso?
Se lograría con nuevos
liderazgos. Es decir, todo el mundo quiere hacer algo, pero no ha habido
ofertas de acciones que sean suficientemente significativas y novedosas. No
puede ser siempre una marcha. Hay muchísimas formas de enfrentar este tipo de
situaciones. Si bien parece que afuera ha habido bastante éxito en marginar al
régimen, hace falta algo adentro, hace falta acciones.
¿Acciones que deberían
estar conectadas con las necesidades de la gente?
Por ahí se empieza. Por
donde aprieta el zapato. Acciones que no se consuman en la coyuntura, sino que
vayan más allá, porque lo que está en juego es la dignidad humana. No
simplemente que se circunscriban al hecho de que no hay gas o no hay agua. Eso
tiene que ser el consenso y empezar a despertar conciencia. Acciones que sean
significativas y escapen a los sistemas represivos convencionales.
Wolfgang Gil Lugo retratado por Andrés Kerese | RMTF
El chavismo ha tenido
un éxito incuestionable en la represión y el control. ¿Qué caracterización
haría alrededor de ese punto?
Ha sido su gran logro.
Pero anteriormente tenía el dominio y el apoyo popular. Lo bueno es que en la
evolución (del trayecto político) han perdido ese apoyo y estamos en el momento
histórico en que se puede redireccionar a favor de la democracia.
¿Qué tipo de actitudes,
de conductas, están prevaleciendo bajo la ley de la selva?
No estoy tan seguro de
que haya un predominio de la ley de la selva. Más bien, hay una tiranía de la
ley de la selva. Pero eso implica también una gran resistencia. Yo creo que la
gente, aunque sea de manera indirecta, implícita, se está oponiendo a esa ley
de la selva. Esa es la esperanza que tenemos.
¿No cree que desde el
poder se modela un tipo de conducta y que la gente aprende y naturaliza esas
conductas?
Sí, sí creo, pero
también creo que se resiste a ese tipo de conductas, que no son otra cosa que
la obediencia y la servidumbre. El asunto es que empecemos a comportarnos como
ciudadanos, aunque no exista el marco legal para hacerlo. Es decir, tenemos que
creer en la ciudadanía, en que somos ciudadanos, aunque nos lo nieguen de hecho
y de derecho. Podemos optar por la rebeldía y la rebeldía es, justamente, la
lucha por nuestros derechos.
Una forma de crear
ciudadanía es abrir nuevos espacios en el campo de la cultura y de la economía,
espacios que además fortalezcan la condición de ciudadanos.
Absolutamente. Tenemos
que aprovechar los espacios que no están cubiertos. Ningún Estado, por más
totalitario y omnímodo que sea, puede cubrirlo todo. La cultura, por ejemplo,
es un lugar que está abandonado. Una de las acciones que hay que promover, con
más énfasis, es recuperar la cultura, recuperar espacios de economía. El
secreto detrás es la innovación. Uno de los problemas que ha habido en la
política es que el liderazgo no ha sido suficientemente innovador en cuanto a
las prácticas políticas.
En Venezuela ha habido
escasas prácticas de ciudadanía y el activismo político no tiene experiencia en
ese campo.
Las oportunidades
siempre están en las tierras incógnitas. Hay que descubrir, hay que subirse a
una carabela y lanzarse al mar.
¿Qué haría falta para
que mucha gente vea que esa aventura, digamos, está ocurriendo?
Primero tenemos que
conocernos, porque mientras todos estemos divididos, separados, no vemos la
cantidad de cosas maravillosas que están pasando. Estamos sistemáticamente
desconectados. Y por eso, no las vemos. Hay pequeñas iniciativas, pero hay que reproducirlas.
Eso implica un trabajo de tejer, de bordar, de creer en nuestras propias
capacidades. Ser conscientes de nuestras limitaciones, pero también de nuestras
capacidades.
¿A cuáles principios
éticos se refiere en lo que acaba de decir?
El principio ético
fundamental es uno solo: los seres humanos no pueden ser tratados como cosas.
Eso, en términos muy sucintos, muy simples. O para decírtelo de otra manera: es
el respeto a la dignidad humana.
¿Qué otros elementos
podría enumerar como parte de los valores éticos?
La fe en que se podría
derrotar, en la medida en que seamos consecuentes nosotros mismos, consecuentes
con los principios morales y con la innovación. Innovación que tenemos que
desarrollar en todos los aspectos.
¿Quizás podría haber un
crecimiento exponencial a partir de una experiencia exitosa?
Sí, tengo fe en que sí.
Ni siquiera hemos hecho
el arqueo de esas experiencias.
Exactamente. Hay tareas
que están pendientes. Lo que tenemos que hacer es una lista de mercado. Un
papelito donde uno va anotando las cosas que tiene que hacer. ¿Cuáles son
nuestras fortalezas? ¿Cuáles son nuestras debilidades? Según Sun Tzu, conocerse
a sí mismo es la posibilidad de ganar la batalla. ¿Quiénes somos? ¿Dónde
estamos? ¿Qué queremos?
¿Podría describir las
conductas nihilistas, las conductas del mal, que estamos viendo en el chavismo?
La negación de la
dignidad. No hay respeto a las personas, no hay respeto a las leyes, no hay
respeto a la moral. El poder es más importante que el servir. Todas esas son la
caracterología básica del nihilismo aplicado a la política, que aplicado hasta
el fondo te lleva al genocidio.
¿Qué tan cerca estamos
del genocidio, si es que ya no lo estamos viviendo?
Creo que ya estamos en
eso, aunque no hemos llegado al fondo. Hay personas que se mueren de hambre,
hay personas que se mueren de mengua, hay extermino en las zonas mineras. Pero
recuerda que yo no soy politólogo. Estas son mis impresiones.
Yo creo que hay unos
síntomas de descomposición en la sociedad venezolana. En su opinión, ¿Cuáles
serían esos síntomas?
Uno de ellos es el
clientelismo, otro es la ideologización de la sociedad, así como las
corrupciones grandes y pequeñas. Pero no me atrevería a generalizar. No diría
que es toda la sociedad. Creo que son elementos sociales que se vieron
vinculados a eso. Parte de la sociedad no se corrompió. Y eso abre la
posibilidad del rescate de la otra parte de la sociedad.
¿Realmente cree eso?
Es cuestión de creer,
una cosa son los hechos y otra son las esperanzas.
Lo digo porque veo que
la sociedad venezolana es muy complaciente con la corrupción. Buena parte de
los venezolanos negocian libertad por prebendas o los llamados programas
sociales (misiones).
En tu mismo discurso, a
pesar de los tintes pesimistas que le pones, dices «buena parte». Este no es un
problema meramente cuantitativo, esto no es un problema de votaciones, esto es
un problema cualitativo. Con que haya alguien que tenga la claridad, uno por
edificio, uno por barrio, es suficiente para lograr la transformación.
Me parece muy… no sé
cómo calificarlo.
Dime utópico, que lo
tienes en la punta de la lengua. Por no decir otra cosa.
No, no tengo ninguna
intención de descalificar.
Pero te quedaste en el
muy.
No, porque estoy
buscando la palabra. Estoy pensando, por ejemplo, que me parece muy
voluntarioso lo que está planteando.
No, voluntarioso es
otra cosa. Es someterse a una circunstancia a la que no se debe someter. Aquí
no es una mera cuestión de voluntad. Hace falta voluntad. Pero también
intención. El voluntarismo son acciones rápidas y atajos. Aquí no hay atajos,
aunque se presentarán oportunidades que habrá que aprovechar, pero eso es otra
cosa. Aprovechar una oportunidad no es oportunismo. Es tener cuestiones claras.
Es hacer un trabajo de conciencia y esperar la oportunidad.
¿Nos toca estudiar lo
que han vivido otros países, para bien o para mal, otros países bajo estos
regímenes nihilistas?
Sí, eso se ha hecho. Ha
habido reuniones con personas que fueron testigos de procesos como el de Chile
y el de los países de Europa del Este. Se han hecho cosas acá con políticos
venezolanos. Indudablemente no han tenido la difusión ni el impacto que
debieron haber tenido.
¿Cuál es el orden
político en el que estamos viviendo?
Creo que ya lo dije.
Estamos viviendo en una tiranía.
Avanza la tiranía y
nosotros seguimos aferrados a la moral, a la ley, a mecanismos democráticos,
uno de ellos el sufragio, y en la medida en que no vemos un resultado, que no
vemos un cambio, lo único que se va larvando es la frustración. Y toca seguir
insistiendo en esos mecanismos. ¿Qué diría alrededor de este planteamiento?
Hay que mantener los
principios. Ahora, la realidad nos dirá cuáles son las oportunidades. Lo que
nos hace falta es unificar los esquemas. La gran población que se sienta
motivada, que está haciendo cosas, por pequeñas que sean, todos los días. Las
soluciones no son mágicas, sino que son el producto de un trabajo que hay que
hacer. Y que hay que estar listos para la oportunidad.
***
* Licenciado y doctor
en Filosofía (UCV), director de la Escuela de Filosofía de la Facultad de
Humanidades y Educación (UCV 1998—2000), autor del libro El mapa de la
ciudad ideal. Editorial de la Universidad de Barcelona, España (2003),
colaborador de Prodavinci.
25-10-20
https://prodavinci.com/wolfang-gil-los-principios-eticos-logran-una-gran-fuerza/
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